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MARX Y MARIATEGUI: CONFLUENCIAS EN LA HISTORIA

MARX Y MARIATEGUI: CONFLUENCIAS EN LA HISTORIA

 Por GUSTAVO ESPINOZA M. (*)           

“Los tiempos pasados, amigo mío, son para nosotros un                                                                     libro de siete sellos” Goethe 

Volver a Marx y a Mariátegui es, como decía Goethe, abrir un libro de siete sellos. Pero no porque sus vidas pertenezcan al pasado, sino porque reflejan un mundo ya vivido, que retorna en nuestro tiempo al escenario de nuestras luchas, y asoma como un vigoroso reto para los hombres de hoy, y de mañana. Emprendamos la tarea.                

Y es que en pocas ocasiones como en ésta -el evento convocado por los Amigos de Mariátegui- surge la posibilidad de abordar un tema poco trabajado en nuestro tiempo: el que vincula las vidas de dos insignes personalidades que -cada uno en su momento, y en su contexto concreto- aportaron creadoramente al pensamiento universal, y hoy asoman cada vez más ligados al destino de nuestros pueblos. No se trata de forzar paralelos, ni de caer en la tentación de comparar ni de equilibrar a uno con otro, que son personalidades distintas; sino simplemente de perfilar las confluencias de la historia en un escenario muy vasto, que tiene como telón de fondo el combate de los trabajadores por la liberación y el socialismo.   Formalmente cabría reconocer, en efecto,  diferencias entre Carlos Marx y José Carlos Mariátegui. Aunque nacieron ambos en el siglo XIX, pertenecieron a épocas distintas.

El Titán de Tréveris –la pequeña aldea renana de la Alemania del oeste- nació en 1818, y murió a los 65 años de edad, en 1883, en Londres: En tanto, El Amauta, si bien conoció la vida a partir de 1894, vivió más bien plenamente la primera parte del siglo XX, y falleció antes de cumplir 36 años, en abril de 1930. Marx perteneció a una familia ilustrada. Aunque en el transcurso de su vida, y sobre todo en su etapa más creadora, debió afrontar penalidades materiales extremas que sólo alcanzó a vencer gracias a la colaboración solidaria de sus compañeros más cercanos entre los que sobresalió Federico Engels; tuvo notable formación académica que le permitió dominar los temas de la economía, la filosofía, la historia, la política y el derecho. Visitante asiduo de los ambientes universitarios y de las grandes bibliotecas, el autor de “El Capital” fue realmente un sabio, es decir un hombre de muy amplia cultura, vastos conocimientos, relaciones diversas y producción intelectual calificada. Bien se le podría considerar insuperable en el manejo de los temas cardinales del conocimiento. Nadie, en el Siglo XIX, brilló en el mundo a su altura. Y él mismo en la vastedad de su pensamiento, hizo honor siempre a la vieja sentencia de Terencio: “nada de lo humano, me es ajeno”. Mariátegui, hombre de méritos excepcionales en nuestro continente, tuvo otro origen y dificultades tal vez más profundas que afrontar. Enfermó de niño –como se sabe- y sufrió los efectos de un mal apabullante que finalmente lo privó de la vida a una edad temprana, cuando sobre su horizonte se erguía una vasta y creadora obra. 

Mariátegui no fue universitario. Antes bien, él mismo se proclamó extra universitario, y hasta anti universitario; porque recusó conscientemente la formación ritual, decimonónica y dogmática que proporcionaba la institución universitaria de su época. Impelido por la circunstancia, buscó obsesivamente la auto formación y se convirtió en el forjador de su propia personalidad y cultura. Abierto al mundo, sin embargo, pudo absorber fragmentos de la realidad europea, y conocer de fuente directa el pensamiento marxista. Identificado con las ideas socialistas desde 1918, pudo leer a Marx en alemán, y estuvo también en su país, entusiasmado por el coraje y arrojo del proletariado, cuyas acciones siguió después desde el Perú. Aún se recuerda, en efecto, que hincado por un internacionalismo consciente y definido, reseñaría las históricas barricadas de 1923 subrayando un concepto ciertamente novedoso para los peruanos de su época.

Cada uno de los obreros que cae en estos momentos en las calles  de Berlín o en las barricadas de Hamburgo, no cae sólo por la causa del proletariado alemán. Cae también por vuestra causa, compañeros del Perú” dijo emocionado la noche del viernes 2 de noviembre de ese año en los amplios salones de las Universidades Populares González Prada. Más allá de las distancias y de las diferencias, sin embargo, bien puede esbozarse una identidad entre estas figuras de la historia. Y es que si Carlos Marx es considerado hoy el Hombre del Milenio, Mariátegui se afirma crecientemente como el más destacado pensador marxista de América en el siglo XX. Ambos, ciertamente, son dos estrellas que brillan con luz propia en el firmamento revolucionario de los pueblos. Sin complejos, entonces, es bueno que alentemos la idea de subrayar las coincidencias que fluyen de la vida y la obra de estas admirables personalidades, expresiones muy altas del pensamiento humano. CUATRO COINCIDENCIAS BASICAS. Si nos detenemos en el análisis del proceso social, encontraremos que, entre Marx y Mariátegui, existen innegables coincidencias básicas. Nos ocuparemos de cuatro de ellas por considerarlas quizá las más netas y definidas, las que perfilan con mayor claridad, la identificación de estas señeras figuras. 

1.- Los dos arribaron al dominio del socialismo científico y lo convirtieron en su concepción del mundo y de la vida, en teoría y en doctrina, pero también en guía para la acción. Como un homenaje a Marx, hoy se considera expresiones sinónimas Socialismo Científico y Marxismo. Y es que la vida y la lucha de los pueblos han convertido a ambas, en similares.  Pero hay ciertamente una amplia gama del pensamiento socialista que careció de base científica y que los historiadores les adscribieron diversas denominaciones.  Incluso en El Manifiesto Comunista se habla del “socialismo reaccionario” considerando como expresión del mismo el llamado socialismo feudal, el socialismo pequeño burgués, y el socialismo alemán. Pero a continuación se distingue también el socialismo burgués o conservador y el socialismo y el comunismo critico, como expresión de “las primeras tentativas del proletariado para ahondar directamente en sus intereses de clase”. Y es que, a lo largo de un prolongado proceso de la historia, el pensamiento socialista no fue una doctrina, sino más bien un ideal. De alguna manera podemos verlo reflejado en la lucha de los oprimidos desde los primeros años de la historia. Espartaco, por ejemplo, simbolizó  este ideal no sólo con su vigorosa rebelión ahogada en sangre, sino también en sus anhelos primarios, pero muy sentidos. Ellos fueron alegóricamente recogidos  en el mensaje que el líder Tracio entregara a un romano, a quien nombrara Legado, encargándole trasmitir su mensaje al soberbio Senado.  Cuenta la leyenda, en efecto, que Espartaco llamó a un anónimo soldado  al que había capturado luego de una batalla, y le dio el Bastón de Marfil pidiéndole que trasmitiera sus palabras. La historia no ha reconstruido el texto aludido, pero Howard Fast da una versión literaria del mismo. Aunque la forma no se corresponda necesariamente con el original, sin duda recoge la esencia del movimiento liberador de los esclavos, fuente inagotable de todas las batallas humanas por la libertad y la justicia.  “Diles que ellos enviaron contra nosotros sus cohortes y que nosotros las hemos destruido. Diles que somos esclavos, lo que ellos llaman el instrumentum vocale, la herramienta con voz. Cuéntales lo que nuestras voces dicen. Decimos que el mundo está cansado de ellos, cansado de vuestro podrido Senado y de vuestra podrida Roma. El mundo esta cansado de la riqueza y el esplendor que vosotros habéis succionado de nuestra carne y de nuestros huesos. El mundo está cansado de la canción del látigo… Esa es la única canción que conocen los romanos…” Nosotros -dijo finalmente Espartaco imaginando su victoria-  “Construiremos ciudades mejores, limpias, ciudades sin muros donde la humanidad pueda vivir unida, en paz, y felizmente”. De ese modo se expresó desde aquellos años lo que constituye a través de la historia humana el ideal socialista, la idea que permanece y al que se aferran los hombres de nuestro tiempo asqueados ya del régimen de dominación capitalista, que ha tornado inmunda la vida de los hombres y se ha convertido en un verdadero reto para la especia humana. Marx y Mariátegui lucharon, sin duda por una sociedad más humana en la que fuera posible conquistar la libertad más plena y el acceso a todas las creaciones de la cultura, el arte y la vida. Un mundo en el que la especie humana pueda vivir unida, en paz, y felizmente. 

2.- Un segundo elemento a considerar nos lleva a reconocer que tanto Marx como Mariátegui fueron acentuadamente internacionalistas. Tuvieron una visión mundial de la política y no la consideraron nunca encerrada en los estrechos marcos nacionales. Marx nació en Alemania, pero vivió en Francia e Inglaterra, considerada como el laboratorio más calificado del capitalismo desarrollado. Y se solidarizó plenamente con la lucha de los trabajadores de todos los países. En sus escritos, habló con frecuencia del proceso político de la vieja  Rusia –en el que incubó fundadas expectativas-, Polonia, Bélgica. Irlanda, Italia y otros Estados Europeos; pero también La India, China y América. Estados Unidos generó también su atención al extremo que, en un momento y luego de la crisis de la Asociación Internacional de Trabajadores –la I Internacional-planteó la posibilidad de instalarla en ese país, como una manera de preservarla de las deformaciones que amagaban ya al proletariado europeo de la época, alentadas en el periodo por la prédica anarquista de los bakuninistas. El interés de Marx por determinados países puede comprenderse desde su posición doctrinaria. Abrigaba, en efecto, la idea que el socialismo como nuevo sistema mundial, sería posible sólo como creación de la Clase Obrera, que se abriría paso a partir del agotamiento de la sociedad capitalista. Dicho de otro modo Marx estaba convencido que para el triunfo del socialismo era indispensable un proletariado fuerte, numeroso, organizado y consciente. Y que esto, sólo podría surgir en el marco de una sociedad capitalista altamente desarrollada. De ahí -anota Ivanov- su interés particular por Londres, “emporio comercial e industrial del mundo”, donde vivió 33 de sus 40 años de actividad pública. Era allí, en efecto, donde recibía a sus visitantes –al decir de Pieper- no con saludos, sino con fórmulas económicas. Mariátegui, curiosamente, nunca fue a Londres. Su periplo europeo –tal vez por falta de recursos- estuvo distante de este laboratorio del capitalismo mundial. Buscó más bien otros escenarios: Alemania, Francia y, sobre todo, Italia, en donde más que la producción industrial, brillaba la conciencia obrera emergente que iniciaba sus luchas y su proceso de organización de clase. En la presentación de sus “7 Ensayos”, consciente de su evolución política, El Amauta diría en forma categórica: “He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para Indo-América, sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales”. Fue ciertamente el sentido internacionalista de su concepción política el que lo llevó a aceptar en 1919 la “invitación” que le formulara el gobierno de Leguía como una manera de alejarlo de aquí. Lo que el régimen de entonces no intuyó, fue el hecho que Europa, en lugar de alejarlo del Perú, lo acercó a él. Le permitió reflexionar acerca  de nuestra realidad y le abrió nuevos horizontes gracias a los que le fue posible comprender más cabalmente la naturaleza de nuestros problemas.  El tema, sobre todo en las condiciones concretas de nuestro país, puede prestarse a delicadas y aun acaloradas controversias. Hay quienes, en efecto, buscan contraponer internacionalismo y nacionalismo, como si fueran expresiones excluyentes. La maniobra no es nueva. La usó en su momento incluso Haya de la Torre, quien calificó a Mariátegui de “europeísta” y de ver “desde afuera” nuestra realidad. El APRA, como se recuerda, asomó en el escenario nacional en su momento como la “versión peruana del socialismo”. “El marxismo para Europa, y el aprismo para el Perú” pareció ser la síntesis del pensamiento de Haya desde los años aurorales del Antiimperialismo y el APRA, y fue la tesis que ofreció  a Zinoviev en los quiméricos sueños del Kuo Ming Tang Latinoamericano, en 1925. En el fondo, generaba una contradicción entre nacionalismo e internacionalismo, como si quien interpretara la realidad nacional, lo hiciera a expensas, y en detrimento de la cultura universal.  Podría considerase esa sutileza del debate como un fenómeno superado. Pero no lo es, por dos razones: porque ahora renace en el Perú un sentimiento nacional definido que toma forma incluso en el plano político; y porque, al mismo tiempo, se alientan en nuestro continente rivalidades de orden nacional, territorial o fronterizo que buscan enfrentar, en nuestra región, a unos países con otros. El tema del internacionalismo, entonces no es figura del pasado. Tiene enorme vigencia. Mariátegui, como se recuerda, no consideró contrapuestos estos conceptos. Es más, juzgó que el nacionalismo que en los países desarrollados jugaba un papel chovinista y reaccionario, y que podría incluso  servir de base al fascismo –como ocurrió realmente en Italia y Alemania y hoy sucede en buena medida en Estados Unidos; en   países dependientes como el nuestro adquiría otro signo y podía  ser incluso revolucionario porque se ligaba a la emancipación nacional, a la afirmación de los valores propios. Esta idea, le permitió precisar mejor el sentido de su política: nacional por su forma, pero internacional por su contenido. Para entender mejor el mensaje, podríamos referirnos a nuestra propia experiencia con el nacionalismo y sus proyecciones. Veamos, entonces ¿No fue acaso revolucionaria –dentro de los límites de la Revolución  Democrático Burguesa- la experiencia de Velasco? ¿No podría ser revolucionaria, en las condiciones de hoy, una política que impulsara transformaciones profundas en la estructura de dominación capitalista y ayudara a afirmar la nacionalidad y enfrentar la voracidad imperialista en una circunstancia como la actual cuando las fuerzas del Imperio buscan devorarnos con el modelo Neo Liberal y el TLC?  Y es que el nacionalismo bien entendido asegura la preservación de los valores propios, los aportes de la cultura nacional, los sentimientos y expectativas de nuestro pueblo Pero no puede contraponerse a la lucha internacional de los trabajadores porque el capitalismo opresor no es un fenómeno peruano, sino mundial. Y la lucha contra él no se constriñe -obviamente- a las fronteras nacionales. El Perú es un país muy rico en todas las expresiones de la vida humana. Pero, además, tiene historia, antiguas tradiciones, y cultura; que nos pueden llenar de un íntimo y legitimo orgullo nacional. No tenemos que envidiar a otros pueblos, porque no somos menos que ninguno. Pero tampoco somos más que ninguno. El orgullo nacional no puede llevarnos a incubar ideas de superioridad, con relación a otros pueblos que sufren al igual que nosotros los efectos de la dominación capitalista, que son víctimas de la voracidad y la perfidia de las oligarquías locales y de la expoliadora acción de los Monopolios. Todos quienes vivimos bajo la férula del imperialismo y la clase dominante, tenemos el deber de luchar contra ellos hasta vencer, y afirmar a partir de esa lucha, el diseño de una sociedad mejor en la que desaparezca la opresión capitalista y el trabajo asalariado. Mariátegui fue un abanderado neto de esa posición de clase. Y bregó resueltamente por alentar y promover la amistad y la solidaridad entre nuestros pueblos. Y cuando el imperialismo buscó explotar diferencias nacionales entre Estados de la región promoviendo conflictos armados, como ocurrió en su tiempo entre Paraguay y Bolivia, El Amauta dijo: “El deber de la inteligencia, sobre todo, es en Latinoamérica más que en ningún otro sector del mundo,  el de mantenerse alerta contra toda aventura bélica. Una guerra entre dos países latinoamericanos seria una traición al destino y a la misión del continente. Sólo los intelectuales, que se entretienen en plagiar los nacionalismos europeos pueden mostrarse indiferentes a este deber. Y no por pacifismo sentimental, ni por abstracto humanitarismo que nos toca vigilar contra todo peligro bélico. Es por el interés elemental de vivir prevenidos contra la amenaza de balcanización de nuestra América en provecho de los imperialismo, que se disputan sordamente sus mercados y sus riquezas”. ¡Cuánta sencillez y cuánta precisión la de nuestro Amauta! ¡Cuánta actualidad tienen sus palabras en nuestro tiempo, cuando comienzan a sonar tambores de guerra en el continente azuzados por el Imperio! Estados Unidos, y más precisamente la Administración Bush, traen a nuestras orillas conflictos de orden bélico para alinearnos en “ejes” en función de los intereses del Gran Capital. Habla por eso ahora de conflictos con Ecuador, de adiestramiento militar agresivo contra el Perú en Bolivia, de la ingerencia venezolana en nuestra política, de las antiguas diferencias con Chile. Cambia el tono, según la ocasión, pero la afirmación del sentido nacionalista de carácter patriotero y chovinista muestra las orejas sin rubor.  Bajo el pretexto de la “bandera de la patria”, uno de los más caracterizados sicofantes de la burguesía, pidió recientemente que instaláramos bases militares norteamericanas en nuestro suelo; y el gobierno de los Estados Unidos nos envía tropa yanqui que está ya en el Perú y permanecerá en actividades de orden bélico hasta el próximo 30 de septiembre. ¿Para encubrir eso sirve la prédica chovinista? Para enfrentar esa política, debemos afirmar el internacionalismo de Mariátegui, que fue también el de Marx, y que es finalmente el internacionalismo revolucionario del proletariado que no tiene odios nacionales sino la voluntad suprema de hacer justicia en su propio país acabando con los privilegios de clase de los explotadores, al margen de cuál fuera su nacionalidad. Debemos decir sin ambages, que nuestros enemigos no son –ni serán nunca- los trabajadores de otros países, sino los explotadores del nuestro y de los demás. Porque la lucha no es entre Estados, sino entre clases. Una guerra justificable, entonces, no será nunca la que enfrente a países y pueblos hermanos, sino a clases opuestas. Esto debieran tenerlo muy en cuenta sobre todo quienes se sienten comunistas, dicen serlo, o aspiran a llegar a ese nivel de definición humana porque Marx diferenciaba a los comunistas del resto del proletarios en una sola cosa: “los comunistas –decía- no se distinguen  de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientemente de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto” 3) Marx y Mariátegui se definieron con meridiana claridad en torno al tema de la Revolución Social como un fenómeno orientado a cambiar de raíz la estructura de dominación de la sociedad. El tema de la Revolución como fenómeno político nos retrotrae a un antiguo debate: la contraposición -que puede ser verdadera o falsa- entre reforma y revolución. Desde los primeros socialistas hubo quienes desestimaron la idea de cambios radicales en la sociedad. Unos los consideraron inviables, utópicos, imposibles, inevitablemente destinados a la derrota. Otros, simplemente los juzgaron innecesarios. Para los primeros, tentar un cambio radical, lucía inútil. Era algo así como un reto imposible, que no podía emprenderse por estéril. Para los segundos, era mejor impulsar cambios breves, pequeños, destinados a mejorar gradualmente la condición de los trabajadores en el marco de la sociedad capitalista. En otras palabras, resultaba mejor promover “reformas” que pudieran perfeccionar –podríamos decir, embellecer- la sociedad capitalista, en lugar de demolerla.

Estos fueron los reformistas. Marx luchó firmemente contra quienes levantaron la bandera de las reformas juzgándolos inoperantes y utópicos. Llamó a tomar distancia de ellos de un modo definido y claro. Y por eso alentó y promovió la organización independiente de los comunistas, la lucha revolucionaria del proletariado y el asalto al Poder. Alentó entonces, la Revolución. “La Revolución no sólo es necesaria –dijo Marx en La Ideología Alemana- porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundir la sociedad sobre nuevas bases” Y Mariátegui siguió escrupulosamente el mismo derrotero. No sólo polemizó abiertamente con Henri de Man, el más caracterizado exponente del socialismo reformista europeo de su tiempo, sino que se enfrentó a todas las variantes del reformismo incluso en su propio entorno. No hay que olvidar, en efecto, que tomó distancia del grupo de Luciano Castillo en el marco de los debates referidos al tema. Mariátegui fue partidario de la revolución social, y no afincó ilusión alguna en la posibilidad de  cambiar la sociedad a través de reformas. Pero tuvo una idea clara de lo que era una Revolución. Una Revolución -dijo- “no es un golpe de estado, no es una insurrección, no es una de aquellas cosas que aquí llamamos revolución. Una revolución no se cumple sino en muchos años. Y con frecuencia tiene periodos alternados de predominio de las fuerzas revolucionarias, y de predominio de las fuerzas contrarrevolucionarias”. “La idea de la Revolución –insistió Mariátegui- es lo que ha salvado al proletariado del rebajamiento”. Hay que advertir, sin embargo, el peligro de una deformación. No es malo per sé luchar en el marco de la sociedad capitalista por reformas o cambios que mejoren la vida o la situación de los explotados. Hay que defenderse más bien de la idea de que esa lucha es el camino y la solución a los problemas de los trabajadores; y que agota, por tanto, el programa estratégico del proletariado. En otras palabras, la lucha por las reformas no supone en ningún caso la renuncia al trabajo por la revolución, por el cambio radical y profundo de las relaciones de producción. Las reformas pueden acelerar la revolución, o retrasarla; pero en ningún caso, reemplazarla. El tema se vincula adicionalmente a otro debate: cuando hablamos de un cambio radical -y violento- de la sociedad ¿estamos hablando siempre y en todos los casos, de formas armadas de lucha, de enfrentamientos físicos y materiales entre personas y de derramamiento de sangre? Ciertamente que no. Un cambio radical implica un cambio desde la raíz, es decir, desde la base misma de la sociedad. Marx lo dijo en su tiempo: “Ser radical, es comprender la raíz de las cosas”. Pero la idea de un cambio violento no implica necesariamente que éste se haga con métodos violentos. Significa sí que se procese de un modo ágil y rápido. Pero, sobre todo, desde posiciones de fuerza. En el fondo, el tema tiene que ver con otra discusión de largo aliento: la existencia de las clases, la lucha entre ellas y la llamada dictadura del proletariado, que sonroja a ciertos reformistas y escarapela el cuerpo a los oportunistas de todo pelaje, no obstante ser simplemente la democracia popular más amplia. Hoy hay quienes afirman temerariamente que la globalización capitalista ha atenuado, cuando no desaparecido, la existencia de las clases y la lucha entre ellas Como una manera de fundamentar el concepto, se han valido de argumentos supuestamente “universales”. Han dicho, por ejemplo, que fenómenos como la contaminación ambiental, el recalentamiento planetario, las catástrofes naturales o la falta de agua, existen “al margen de las clases” y “afectan a todos” independientemente de la clase a la que pertenezcan. Son problemas, dicen, que trascienden la lucha de clases, y la superan. Y eso, es rigurosamente falso. La contaminación ambiental no la generan los pueblos ni los trabajadores, sino los grandes consorcios industriales y mineros empeñados en succionar la riqueza de la tierra sin escatimar medios para lograrlo. En nuestro país, por ejemplo, es un hecho conocido que el centro metalúrgico de La Oroya está contaminado en extremo debido a las operaciones de la minera Doe Run. Hoy, allí, el 96% de los niños menores de 11 años tienen los pulmones atravesados por plomo ¿Es esto responsabilidad de los trabajadores, o de la empresa imperialista, expoliadora en esencia a la que el estado capitalista, además, de manera cómplice la libera de compromisos de protección al medio ambiente? El recalentamiento global ¿no es acaso consecuencia directa de la ampliación del hueco de la atmósfera -hoy más grande que el territorio de Canadá- y del debilitamiento de la capa de ozono que se produce precisamente por la contaminación ambiental y el uso de productos que dañan la naturaleza y el eco sistema? ¿Acaso no es sabido que las catástrofes naturales como las ocurridas en los últimos años en Indonesia y en los Estados Unidos, son la consecuencia natural de las agresiones hechas a la ecología? Y la falta de agua –los deshielos del ártico y de las zonas nevadas- ¿no son acaso otra cosa sino una consecuencia del recalentamiento global? Las grandes empresas, el gran capital, los monopolios, desarrollan una política de expoliación y contaminación que afecta a toda la humanidad y llevan al globo terráqueo al borde de su destrucción. Luchar en defensa de la ecología y el medio ambiente, por la protección de los recursos naturales y de la bio diversidad no sólo es una exigencia legítima sino también una manera calificada de desarrollar la lucha de clases defendiendo los intereses de los pueblos y enfrentando la ofensiva del capital. La lucha de clases no fue por cierto una maquiavélica invención del socialismo. Y no es tampoco un fenómeno pasajero que puede evaporarse como el agua sometida al calor extremo. La lucha de clases es una realidad vigente en el plano interno de cada país y en el escenario de nuestro tiempo. Y se expresa de manera dramática en los índices de miseria, desnutrición, abandono, atraso social, analfabetismo y otras lacras. Pero también en la política esquilmadora y agresiva del imperialismo contra los pueblos, en la guerra de Irak, en el suelo Afgano, en el bloqueo a Cuba, en el exterminio del pueblo Palestino, en los ataques a Hugo Chávez, en la campaña contra Ecuador y Bolivia.  

4) El cuarto elemento común entre las personalidades que abordamos es su identificación plena y absoluta con la lucha social. Carlos Marx fue ciertamente un teórico notable, pero fue al mismo tiempo un activista revolucionario de extraordinaria calidad. Consciente de la certeza de sus ideas, no se limitó a formularlas sino que trabajó por ellas activamente en la lucha concreta de los trabajadores. Tenía 24 años cuando emprendió la tarea de divulgar sus concepciones fundamentales publicando la célebre “Gaceta del Rin, que tuvo corta duración, pero que desempeñó un rol de excepcional importancia en la tarea de afirmar ideas de clase en la cabeza de los trabajadores. Y 30 años cuando, cuando vinculado ya a Federico Engels, entregó “El Manifiesto del Partido Comunista”, publicado en febrero de 1848. Hay que subrayar, sin embargo, que en todo ese periodo, el vínculo de Marx con la lucha del proletariado estuvo signado por el proceso de la historia. Recordemos, en efecto, que la Revolución Francesa de 1789 tuvo un periodo histórico muy corto y acabó anegada en sangre, envuelta en las vicisitudes del gobierno del Terror de Robespierre, las intrigas de José Fouché, y los afanes conspirativos del Directorio y Bonaparte. La etapa más convulsa -post revolucionaria- se desarrolló en Francia entre 1796 y 1815. Los estertores de la etapa concluyeron ese año con el retorno de los Borbones al trono de París bajo la forma de una monarquía constitucional. La realeza fue repuesta en sus funciones luego del Congreso de Viena, y ello permitió comprobar que los desterrados de Coblenza, al decir de los críticos de la época, en sus años de destierro nada habían aprendido, y nada habían olvidado. La dulce Francia volvió a los años dorados de la corte, pero el proletariado persistió impetuoso en la lucha por una sociedad mejor. Una contradicción de esa magnitud entre los intereses de unos y de otros, no podía resolverse sino a través de la fuerza. Y ella se abrió paso a partir de la constante agitación social vivida sobre todo entre 1842 y 1848. Ella no ocurrió sólo en el antiguo territorio de los Galos, sino también en la Germania. De ese modo, Francia y Alemania vivieron una etapa convulsa que permitió cambios súbitos en la conducción del Estado. En el centro de ese proceso estuvo la Revolución de 1848 que, desde París, finalmente restauró La República y puso el Poder en manos de la burguesía. Fue esa una etapa de complejas luchas en las que el proletariado buscó afanosamente abrir paso a demandas legítimas en el marco de una crisis profunda que asoló el viejo continente. La hambruna extendida generó agudas tensiones internas, pero también conflictos de frontera entre diversos Estados. Revoluciones y guerras asomaron en el escenario dando la impresión de un inminente estallido de proporciones colosales. Las grandes capitales de los países capitalistas vieron muy de cerca distintas expresiones de la lucha de clases al extremo que Flaubert pronosticaba que, a la cabeza del Imperio Otomano, Constantinopla se convertiría en los próximos cien años en la capital del mundo. Marx y Engels, actores del proceso, se involucraron abiertamente en la acción de los pueblos insurgentes, pero sobre todo en las luchas de los campesinos y los obreros empeñados en forjar un nuevo orden social. En ese contexto, la represión desplegada por la Clase Dominante, no se hizo esperar.  Marx fue obligado a abandonar Francia en tanto que Engels tomó las armas para participar en las revueltas de la época. Entre 1848 y 1851, cuando resonaban en el viejo continentes las solemnes profecías del Manifiesto Comunista las masas combatían en las condiciones más adversas  haciendo frente a una brutal represión. Expresión nítida de ella fue sin duda el Proceso a los Comunistas de Colonia, de 1852, incoado originalmente contra Marx y sus colaboradores más inmediatos. Fue esa la primera experiencia en el mundo de un supuesto “complot comunista”. 75 años más tarde, en junio de 1927, la teoría del “complot comunista” fue usada por primera vez en el Perú contra José Carlos Mariátegui y sus compañeros. La actitud de Marx ante el Proceso a los 11 comunistas de Colonia y la de posición de Mariátegui ante el presunto complot comunista del 27, fue muy parecida. Marx puso en evidencia el carácter deleznable de las acusaciones contra sus compañeros. Y Mariátegui hizo exactamente lo mismo en una recordada carta redactada desde el Hospital Militar de San Bartolomé, donde fuera transitoriamente confinado. Allí, como se recuerda, aprovechó para desmentir el infundido del Ministerio de Gobierno de entonces subrayando si distancia de “todo género de complots criollos de los que aquí puede producir todavía la vieja tradición de las conspiraciones. La palabra revolución tiene otra acepción y otro sentido” Marx y Mariátegui tuvieron en muy alta estima, sin duda, el papel de la Clase Obrera como la fuerza revolucionaria como excelencia y constructora de la nueva sociedad. Ella, decía el autor de “El Manifiesto” “no puede emanciparse ya de la clase que la explota y oprime, de la burguesía, sin al mismo tiempo emancipar para siempre y por entero a la sociedad de la explotación y la opresión”. El Proletariado era, en esa concepción, la garantía de la victoria, y del futuro. El papel del proletariado fue subrayado con meridiana claridad por Mariátegui en su “Defensa del Marxismo. “No creemos –dijo- que la empresa de crear un nuevo orden social incumba a una amorfa masa de parias y de oprimidos guiada por evangélicos predicadores del bien. La energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y lo heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una moral de productores”. “El proletariado -añadió- no ingresa en la historia política sino como clase social; en el instante en que descubre su misión de edificar, con los elementos allegados por el esfuerzo humano, moral o amoral, justo o injusto, un orden social superior” Fueron similares, entonces las opiniones de Marx y de Mariátegui en torno a la Clase Obrera, a su papel en el proceso social, a su organización política y a sus luchas, a sus tareas esenciales y a sus formas de acción. También, ciertamente en el análisis de la perspectiva del movimiento, cuando, finalmente, sea destruida la sociedad de la opresión y emerja sobre bases firmes un orden social nuevo y más justo. COINCIDENCIAS PUNTUALES. Los otros elementos, fluyen del estudio de ambas vidas. Curiosamente, Marx y Mariátegui fueron periodistas desde una muy temprana edad. Mientras el primero publicó muy joven la Gaceta del Rin y después los Anales Franco Prusianos; el segundo edito en nuestro país primero Nuestra Epoca y luego La Razón -que hoy usurpa el diario de La Mafia-. Y después Amauta y Labor.  

Ambos  escribieron numerosas obras, no todas las cuales fueron publicadas en el transcurso de sus vidas. Estudios sociales, políticos y económicos, análisis de la realidad nacional y mundial. Fueron escritores brillantes en su tiempo. Y aportaron ideas  acordes a los intereses de los pueblos. Por eso la mayoría de sus obras fueron entregadas al conocimiento del mundo por sus seguidores –que suman millones- en diversas latitudes del planeta.

 Los dos buscaron trabajar por la organización del proletariado creando estructuras representativas de movimiento obrero en todos sus niveles. Pero al mismo tiempo, se solidarizaron con sus luchas y participaron en ellas porque fueron combatientes de clase y no apoltronados dirigentes.  También buscaron. Por eso, dar luz política al proletariado alumbrando estructuras partidarias que cumplieron una función vital en su momento. No capturaron puestos dirigentes para quedarse en ellos, sino que se valieron de su lugar en la batalla de clase para servir la causa de los pueblos. Sufrieron, en ese esfuerzo, el rigor de la lucha de clases, y fueron víctimas no sólo de la agresión económica del capital, sino además, de la represalia brutal de los regímenes a los que debieron enfrentar en condiciones adversas. Marx legó una hermosa herencia al proletariado mundial. Y Mariátegui hizo lo propio con relación al movimiento obrero y revolucionario peruano y latinoamericano. Los dos, en suma, fueron soñadores, y nos permiten recordar ahora en su memoria la hermosa frase de Anatole France: “sin los soñadores, la humanidad viviría aún en las cavernas”  Marx murió en 1883, cuando en el mundo el capitalismo salía de una de sus crisis periódicas y alcanzaba una relativa estabilización que se quebraría después, en el nuevo siglo. Mariátegui nació en 1894 y adquirió plena conciencia política con la Revolución Rusa, fenómeno histórico de incalculable valor y cuyos 90 años celebraremos también  en nuestro país dignamente. Mariátegui siempre se sintió profundamente influido por el pensamiento Marxista. Por eso, en su polémica con Henri de Man no trepidó en subrayar: “Marx está vivo en la lucha que por la realización del socialismo, libran en el mundo innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina”. Muchas gracias  Lima, 23 de mayo del 2007 

(*) Secretario General de la Asociación Amigos de Mariátegui (Casa Mariátegui) y miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. (www.nuestra-bandera.com)  

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                EL MARXISMO LENINISMO EN AMÉRICA LATINA
Por Pável Blanco Cabrera

Exponemos estas ideas por invitación de la Cátedra Libertador Simón Bolívar, aquí en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde las ideas revolucionarias volvieron por sus propios pies en 1999 durante la huelga universitaria que freno la privatización de la educación superior.

En Diciembre de 1991 fue disuelta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la bandera roja con la hoz y el martillo fue arriada del Kremlin, Fukuyama pregono el fin de la historia y las ideologías y Bush proclamo un nuevo orden mundial, un IV Reich global. Alguien escribió en esos años, que en Copilco y Coyoacán, el antaño cinturón rojo, al amanecer aparecían abandonadas en las esquinas pilas de libros; justo es decir  que no solo de marxismo, pues los escombros del Muro de Berlín sofocaron momentáneamente a todo el pensamiento critico. Algunos de esos miles textos aparecerían en las librerías de segunda a precios devaluados.

Los que eran niños cuando la crisis del socialismo, el retroceso temporal en Europa Oriental y el curso contrarrevolucionario que afecto a la humanidad en su conjunto; aquellos que tenían entre 8 y 15 años son los que en 99 pintaron de pueblo la UNAM y durante 9 meses desbordaron la dignidad estudiantil contra el neoliberalismo; esa generación a la que Tatcher, Bush, Fukuyama, Octavio Paz y la Revista Vuelta, condenaron a vivir bajo el pensamiento único, a ser la generación X, los sumisos, los obedientes, son los mismos que vaciaron en  las librerías de Donceles los anaqueles con los libros de Marx, Engels, Lenin, más también de Bakunin, los que en las guardias discutían y soñaban con otro mundo posible, lo que en los Reclusorios en círculos de estudio, en las calles con su rebeldía mostraron que las ideas rebeldes y revolucionarias aún tienen mucho que hacer en la lucha contra este sistema capitalista, responsable de la explotación y la injusticia.

Decimos esto, aquí en la UNAM, que parió esa hermosa rebelión estudiantil del 99, para dejar claro que el marxismo-leninismo no es una pieza de museo, un objeto de estudio de la arqueología, sino que es un instrumento necesario para la emancipación de los trabajadores y de la humanidad.

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Entrando ya al tema; cuando decimos marxismo-leninismo nos referimos a la ideología del proletariado, a la teoría y práctica de la revolución socialista, a la práctica política de los comunistas, los revolucionarios, los movimientos de liberación nacional y social.


No es nuestro terreno el de la especulación, nuestra historia tiene virtudes y también tiene errores, pero posee la dignidad de la realidad inmediata, que es como Lenin llamaba a la práctica. Es el accionar voluntario y organizado de mujeres y hombres, no por ellos sino por todos, a los que solo detuvo la muerte, porque ni la prisión pudo encarcelarlos.

El marxismo-leninismo es como posición de clase una concepción del mundo que al mismo tiempo intenta transformar las condiciones existentes de vida para que el hombre supere su prehistoria.

Como se conoce la concepción materialista de la historia se expresa ya abiertamente en el Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848 bajo la redacción de Marx y Engels, en el que se preconiza la lucha de clases como motor de la historia, se van explicando los modos de producción y las contradicciones antagónicas entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, hasta llegar al sistema capitalista, modo de producción que simplifica la contradicción a burgueses y proletarios; se señala al mismo tiempo que el proletariado enterrara a la burguesía no solo para emanciparse, sino para emancipar al conjunto de la humanidad, es decir no se trata de cambiar de amo sino que una página nueva de la humanidad se escribirá en temas fundamentales, como por ejemplo el papel del Estado -que como demuestran Engels y Lenin no ha existido siempre sino que viene al mundo con la división de clases-, pues bien  este se ira extinguiendo hasta desaparecer como maquina burocrático-represiva para garantizar el dominio de clase. También Carlos Marx y Engels advierten que cuando una clase no triunfa sobre otra entonces puede venir el hundimiento, la barbarie.

Lenin continúo desarrollando la teoría y la práctica consecuente del marxismo, rescatándolo de las deformaciones a que lo sometían en la II Internacional. El marxismo en duro combate contra el oportunismo siempre, en ese caso con una tendencia que primero suscribió Eduard Bernstein y después el propio Karl Kautsky, que bajo la ilusión del aumento electoral de la socialdemocracia sostuvieron que con las reformas se puede avanzar y que la revolución es innecesaria. El momento de descomposición abierta y que Lenin refuto duramente fue la cuestión de la Primera Guerra Mundial, en la que la II Internacional planteo la posición chauvinista de que los trabajadores hicieran causa común con sus burguesías y se mataran entre si con sus hermanos de clase de otras nacionalidades. Eso lleva a Lenin a plantear que hay que quitarse la ropa sucia y ponerse la nueva, por eso los bolcheviques se llaman desde Abril de 1917 Partido Comunista, y como se sabe son los promotores y protagonistas de la Revolución Socialista de Octubre.

La recepción de estas ideas en América Latina se da a partir de 1864, cuando el periódico El Socialista, de México, reimprime la traducción del Manifiesto Comunista que en 1872 se había publicado en Madrid.

Ya para 1895 el argentino Juan B. Busto inicia la traducción al español del Primer tomo del Capital y sucesivamente se van conformando en Argentina, México, Uruguay, Brasil, círculos, periódicos y hasta partidos que de una u otra manera suscriben algunos elementos del marxismo.

Pero para América Latina aplica lo que escribió el secretario general del Partido Comunista de China Mao Tse Tung, fueron las salvas de la Revolución de Octubre las que trajeron el marxismo-leninismo.

Con la revolución rusa triunfante se generaron las condiciones para organizar la Internacional Comunista o III Internacional, que fue un centro organizador de los revolucionarios proletarios y que dinamizo la creación de partidos comunistas, en 1918 el de Argentina, en 1919 el de México, en 1922 el de Brasil, lo que fue masificando las ideas del marxismo-leninismo con variadas actividades, como los periódicos, las revistas teóricas, las campañas políticas, las editoras y la distribución de libros editados en nuestras lenguas en otras latitudes.

Por supuesto no es una recepción mecánica, pues se enriquece con ricas aportaciones. Ya en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, la ponencia peruana redactada por José Carlos Mariategui esta planteando el tema de los pueblos indios, la que es fuertemente debatida por el argentino Vittorio Codovilla. No solo para ese momento, lo que Mariategui plantea es la creación heroica, el aporte que no sea calca ni copia. En otros momentos también brillaran las luces de Víctor Manuel Gutiérrez, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, Rodney Arismendi y las contribuciones colectivas de los  Partidos Comunistas, del Brasileño, colombiano, venezolano, chileno.

En el terreno de la cultura ayer pero también hoy bajo la bandera del marxismo-leninismo están aportaciones que enriquecen nuestra lucha continental, desde los murales de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, hasta el trabajo actual de las Brigadas Ramona Parra; desde el Canto General de Pablo Neruda, bella historia de la lucha de nuestros pueblos a las creaciones magistrales del arquitecto Oscar Niemeyer.
En el terreno de las ideas y la política veamos rápidamente los siguientes aspectos.

El marxismo-leninismo y la unidad latinoamericana
En opinión de los revolucionarios el subdesarrollo de nuestros pueblos es producto del saqueo indiscriminado del imperialismo, de la explotación directa, de la deuda externa. En el cono sur, Gilberto Vieira, entonces secretario general del Partido Comunista Colombiano planteo un debate con el famoso articulo de Marx intitulado Bolívar y Ponte, donde reivindica las ideas del libertador y sostiene que no hay contradicción entre ser marxista-leninista y bolivariano, como no la hay entre ser internacionalista y patriota, en ese debate también influyo la posición del PC de Venezuela. Se abrió camino a levantar junto con el pueblo la bandera de Bolívar como bandera antimperialista, rescatando las tradiciones de lucha de los independentistas del Siglo XIX. Inclusive la Conferencia de los partidos comunistas y obreros de América Latina que se reunió en La Habana en ocasión de los 150 años de la Batalla de Ayacucho hizo esa reivindicación y llamo a luchar por la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos.

Señalamos este debate porque siempre se acusa al marxismo-leninismo del dogmatismo, de seguir al pie de la letra el instructivo, pero con Lenin decimos que el marxismo es una guía para la acción, no un recetario.

Recuperar a Bolívar fue un acto de justicia histórica y permitió que se gestaran movimientos como el que hoy sacude Venezuela, Bolivia e inclusive Colombia donde un Ejército del Pueblo, las FARC, confronta a la oligarquía y presenta al pueblo una salida democrática y popular al largo conflicto sociopolítico.

Frentes y alianzas dinamizados desde el marxismo-leninismo
La lucha por la unidad de los de abajo, de la clase obrera con los oprimidos, explotados y despojados es una preocupación constante. En 1935 después del Informe de Jorge Dimitrov al VII Congreso de la Internacional Comunista, se avanzo mucho en esa tarea, pero también se cometieron deformaciones imperdonables, errores históricos que retrasan las tareas emancipatorias.

Jorge Dimitrov, un héroe que con dignidad se comporto en los tribunales nazis, expone la justa tesis de que para derrotar al fascismo es necesario un frente muy amplio. Pero la lucha contra el fascismo pasó, el fascismo fue derrotado y en Berlín el Ejército Rojo ondeo la bandera con la hoz y el martillo.

De manera mecánica, sin tomar en cuenta el cuadro histórico, ni estudiar el desarrollo de las clases sociales, ni la reestructuración capitalista, se mantuvo una política frentista, no digamos de colaboración de clases, sino de subordinación de la clase obrera a la burguesía, a la que se asignaba el rol fundamental en tales frentes. Una tarea central del marxismo-leninismo que es la independencia política de la clase obrera quedo anulada.

Por ejemplo en México se confundió una tendencia de concentración y centralización del capital que ocupaba un fuerte sector estatal de la economía para desarrollar a la burguesía y la infraestructura que esta necesitaba en todo el territorio, con la idea de que significaba una manifestación antimperialista de la llamada burguesía nacional. Es claro que bajo tal premisa los errores de estrategia y táctica serian graves, como lo fueron.

Por ello es importante que también en México con la VI Declaración de la Selva Lacandona del EZLN nuevas coordenadas para construir la unidad se planteen, esto es abajo y a la izquierda, clase contra clase.

Producto también de las deformaciones frentistas es en la actualidad la subordinación que se da en varios países a una “izquierda” que aplica el neoliberalismo y las políticas imperialistas sin rubor.

Los pueblos indios y el marxismo-leninismo, una cuestión clave en América
Antes ya citamos a Mariategui. Él esta llamando la atención en un continente como el nuestro, donde la conquista dejo heridas sangrantes abiertas, donde el exterminio fue brutal a mirar y aprender el problema del indio en nuevos términos, no considerarlo abstractamente como problema étnico o moral, sino “concretamente como problema social, económico y político”. En los Siete ensayos para la interpretación de la realidad peruana esta presente ese planteamiento, que fue olvidándose, hay que reconocerlo autocríticamente, recuperado en el planteamiento del pueblo de Cuba a los pueblos del mundo conocido como la II Declaración de la Habana y puesto ya como ineludible por la rebelión zapatista de 1994.

Hoy los pueblos indios de México protagonizan un movimiento anticapitalista claro, que plantea la reapropiación de la tierra y la apropiación por parte de los trabajadores de los medios de la producción. Para el marxismo-leninismo, para los comunistas reconocer sus derechos, reivindicaciones y su papel central en la rebelión nacional anticapitalista no puede esperar ya más, la autocrítica tampoco. Entenderlos no solo con las categorías de explotación y lucha de clases,  sino en sus formas de resistencia, como pueblos, con sus formas autónomas de decidir.

La Revolución Cubana y la II Declaración de la Habana
El triunfo el primero de Enero de 1959 del pueblo cubano y el Ejército Rebelde sacudió al marxismo-leninismo y destruyo algunos fatalismos levantados en su nombre, en primer lugar el de la imposibilidad del triunfo revolucionario en el hemisferio occidental, en el área de influencia del imperialismo norteamericano.

Cuando en 1961 el pueblo proclamo el carácter socialista de la revolución y el imperialismo se lanzo con su fuerza mercenaria, en 72 horas se le derroto. La invencibilidad del imperialismo quedo hecha añicos, y el pueblo de Vietnam lo confirmaría.

En 1962 como fresca respuesta al reformismo la II Declaración de la Habana, que articulo un movimiento continental liberador y que replanteo lo evidente, el deber de los revolucionarios es hacer la revolución. Sobre ella el Che escribió:

La Segunda Declaración de La Habana es una guía para el proletariado, el campesinado y los intelectuales revolucionarios de América; nuestra propia actitud será guía permanente. Debemos ser dignos de ese lugar que tenemos, debemos trabajar todos los días pensando en nuestra América y fortalecer más y más las bases de nuestro estado, su organización económica y su desarrollo político, para poder también, al mismo tiempo que nos superamos internamente, convencer más y más a los pueblos de América de la posibilidad práctica de iniciar el camino del desarrollo socialista, en la etapa actual de correlación de fuerzas internacionales.

Ese documento es una contribución brillante que enriquece el marxismo-leninismo, y es justamente conocida como el Manifiesto Comunista de América Latina.

La Revolución Cubana también muestra el rol de los estudiantes, su papel decidido y decisivo.

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Hoy el marxismo-leninismo en América Latina tiene su rol, sus tareas, como ciencia de la historia, como acumulación de experiencias en la larga lucha por el socialismo, por la emancipación y la liberación.

En México su contribución es reconocida.

Veamos por ejemplo lo que en el contexto de La Otra Campaña, una forma para cumplir La VI Declaración de la Selva Lacandona, plantea el Subcomandante Insurgente Marcos, jefe militar del EZLN, sobre la vigencia de Lenin:

Lenin resolvió de una forma acertada tres de los grandes retos que tienen aquellos que quieren transformar la realidad en la que estamos. Una, la producción teórica, la teoría y la discusión y el debate con las ideas de los que están arriba; otra, el análisis concreto con esos elementos teóricos, el análisis de la realidad en la que uno está luchando; y la tercera, que es la más difícil para quienes empiezan a agarrar las herramientas de la teoría y del análisis concreto, que es la práctica, la lucha. Hay más aspectos en la vida de un luchador, de alguien que quiere transformar, que tienen que ver con el corazón, con la cultura, con el estudio de las ciencias y las artes, con el humor, con las relaciones interpersonales. Pero esas tres primeras, el análisis y la discusión y el debate teóricos; el análisis concreto y también la práctica, la lucha; Lenin es un referente que viene a pelo con lo que está pasando ahora en nuestro país.

En La Otra Campaña participamos los comunistas. Fue el marxismo-leninismo lo que nos llevo a ser adherentes. Y como no si soplan los vientos de la rebelión nacional y se planta bandera firme en el anticapitalismo, en la lucha contra este sistema que nos explota, nos despoja, nos reprime y nos desprecia.

Como marxistas-leninistas estamos planteando que en las tareas de nuestro pueblo se requiere de un alto grado de organización y por ello persistimos en organizar al partido de los revolucionarios, el partido comunista, firme en su concepción del mundo, internacionalista consecuente y que sea capaz de proponer con audacia pero sin dogmas la opción socialista y el proyecto comunista, para que otro mundo sea posible.

México DF a 1 de Mayo del 2007

Concentración Mediática, Ideología Unica
y Democracia de Baja Intensidad
Por Fransico Herreros
El siglo-Chile

Cuando recibí el encargo de participar en este panel, pensé que me sería difícil encontrar un ángulo nuevo en un tema tan discutido, y en el que he incursionado tantas veces.

Pero la verdad es que hay tanta información disponible -reflejo de la importancia del tema- que no me costó mucho trabajo encontrar nuevos antecedentes para sustentar una ponencia.

Aclaro: antecedentes nuevos, pero el diagnóstico sigue siendo el mismo, a saber:
  1. En el Chile de principios del siglo XXI, experimentamos una concentración en la propiedad de los medios de comunicación, como nunca antes en la historia.
  2. Es un fenómeno de alcance mundial, empotrado en la globalización neoliberal.
  3. Es un fenómeno que tiene matemático correlato con la concentración en la propiedad de los medios de producción, al punto que es difícil determinar donde empieza uno y donde termina el otro. De hecho, sin el sustento de la ideología única, posibilitada por el control de los medios, hubiese sido difícil, sino imposible, la fabulosa acumulación de la oligarquía transnacional; al tiempo que esa acumulación requiere imperiosamente una legitimación que sólo un sistema mediático concentrado hasta lo inconcebible, puede suministrar.
  4. Es, simultáneamente, un fenómeno que tiene dialéctica correlación con la calidad de la democracia. No cuesta demostrar que a mayor concentración de los medios, menor calidad de la democracia real en cualquier sociedad dada.
  5. Y como siempre, el único camino para enfrentar la agobiante ideología única del agobiante sistema neoliberal es la lucha más decidida. En el terreno particular de las comunicaciones, lucha para hacer conciencia sobre el crucial papel de los medios de comunicación en el esquema dominante, y para mantener y ampliar los espacios de comunicación alternativos. Lucha que, necesariamente, debe imbricarse en la lucha mayor por el cambio de sistema. 

Dimensiones del problema

Entre los nuevos antecedentes que encontré, está el trabajo Concentración del mercado de los medios, pluralismo y libertad de expresión, de los autores Osvaldo Corrales y Juan Sandoval, elaborado al alero del Centro de Estudios de la Comunicación de la Universidad de Chile. Es un poco más actual que el trabajo “Concentración Económica de los medios de comunicación”, publicado en 2001, de los autores Guillermo Sunkel y Esteban Geoffroy, que he citado en ocasiones anteriores. De hecho, está suscrito en 2005, pero los datos están actualizados a 2003. Igual es importante la cita porque son escasos los estudios sistemáticos sobre la materia.

Partamos por la cuantificación de la prensa escrita. Cito textual:

“En la actualidad y de acuerdo a datos de la Asociación Nacional de Prensa (ANP), en Chile existen un total de 90 publicaciones periódicas de las cuales 56 corresponden a diarios, es decir, a publicaciones que se editan al menos 4 veces a la semana y las 34 restantes a semanarios, quincenarios y otras revistas con periodicidad diversa.
De los 56 diarios existentes  9 son nacionales, 45 son regionales o locales y dos son gratuitos. Los diarios con alcance nacional son: El Mercurio, Las Últimas Noticias, La Segunda, La Tercera, La Cuarta, La Nación, Estrategia, El Diario Financiero y el Diario Oficial; los diarios gratuitos son: Publimetro y La Hora (que cuenta con una edición matutina y otra vespertina), el resto corresponden a diarios regionales y/o locales”.   

Las empresas más importantes de Chile en lo que a producción de diarios se refiere son sólo dos: el grupo de empresas El Mercurio y el Consorcio Periodístico de Chile Sociedad Anónima (COPESA).  A ellos puede sumarse, aunque muy por detrás, la empresa estatal La Nación.

Sin lugar a dudas y desde todo punto de vista, la más importante de las mencionadas es el grupo El Mercurio: posee la más vasta tradición dentro del ámbito local (uno de sus diarios, El Mercurio de Valparaíso, se encuentra entre los más antiguos de habla hispana), controla la mayor cuota del mercado y concentra algunos de los medios más influyentes de la plaza.
Desde un punto de vista formal, dicho grupo opera a través de cuatro empresas.  
1.  El Mercurio SAP., dueña de 3 diarios: El Mercurio y Las Últimas Noticias, de alcance nacional; La Segunda, de alcance metropolitano, y de las revistas Paula y Dato Avisos;
2.  La Sociedad Periodística El Norte S.A., dueña de 8 diarios: La Estrella de Arica, La Estrella de Iquique, El Mercurio de Antofagasta, La Estrella del Norte, El Mercurio de Calama, La Estrella del Loa, La Prensa de Tocopilla y El Diario de Atacama. 
3.  El Mercurio de Valparaíso S.A.P., dueña de 3 diarios: El Mercurio de Valparaíso, La Estrella de Valparaíso y El Líder de San Antonio; y 
4.  La Sociedad Periodística Araucaria S.A., dueña de 7 diarios: El Diario Austral de Temuco, Renacer de Arauco, Renacer de Angol, El Diario Austral de Valdivia, El Diario Austral de Osorno, El Llanquihue de Puerto Montt y la Estrella de Chiloé.
De esta forma, el grupo en su conjunto controla 2 de los 8 diarios de circulación
nacional, 1 de los cuatro diarios zonales y 18 de los 45 diarios regionales, lo que le permite tener presencia en 14 grandes ciudades y/o provincias de Chile, siendo la única empresa de la prensa escrita chilena que compite con productos tanto a nivel nacional como regional.   

A pesar de que cada una de esas cuatro sociedades anónimas está conformada, a su vez, por distintas sociedades que detentan un porcentaje variable del accionariado, casi todas esas sociedades son propiedad de la familia Edwards y en ellas figura como accionista principal su patriarca, Agustín Edwards Eastman, por lo que puede afirmarse sin ambages que es él quien controla el grupo, aunque eventualmente delegue algunas responsabilidades en terceras personas, por lo general miembros de su propio clan.  

El segundo grupo en importancia dentro de nuestro país es el Consorcio Periodístico de Chile Sociedad Anónima (COPESA). Fundado por la familia Picó-Cañas, en la actualidad edita los diarios nacionales La Tercera y La Cuarta, los diarios zonales de distribución gratuita La Hora y La Hora de la Tarde y la revista quincenal Qué Pasa.

Aunque la composición accionarial del consorcio se encuentra mucho más atomizada que en el caso del grupo Edwards, no por ello resulta menos relevante desde el punto de vista del peso económico–político de sus co-propietarios.  Los porcentajes de participación en este Consorcio se distribuyen de la siguiente manera: Prohabit Inversiones S.A. (16,6%), Inversora Inmobiliaria Centenario (16,6%) e Inversiones Industriales S.A. (16,6%), todas representadas por Juan Carlos Latorre Díaz; Inversiones San Carlos S.A. (16,6%) representada por Alex Abumohor Lolas; Inversiones Antillanca (16,6%) representada por Alberto Kassis Sabag y Gasa S.A. (16,6%) representada por Clío Kipreos García. En relación con la propiedad del este consorcio resulta interesante constatar que cuando se analiza con más detalle la composición de los directorios de cada una de las empresas que figuran como accionistas, comienzan a aparecer otros nombres igualmente relevantes como los de Sergio de Castro o Miguel Ángel Poduje”.

Hasta aquí he citado el trabajo mencionado, de manera textual. Lo hago, obviamente, para orillar la acusación de parcialidad, puesto que jamás he ocultado mi opinión sobre este tema, la cual obviamente no es neutral.

Pero quiero puntualizar, que Alvaro Saieh, militante de la UDI y capitoste de un poderoso grupo empresarial con intereses transversales, le compró a Sergio y de Castro y Juan Carlos Latorre Díaz su parte en COPESA, y por lo que entiendo, ha continuado incrementando su participación accionaria, de forma que hoy ocupa una posición en el consorcio comparable a la de Agustín Edwards.

Continúo con la cita del estudio de Corrales y Sandoval:

“Un análisis de la forma en que se distribuye la circulación de diarios entre las empresas periodísticas que compiten en nuestro país, nos permite apreciar que, en lo que se refiere a los matutinos de circulación nacional, los dos principales conglomerados que conforman el núcleo oligopólico del sector controlan el 99% del total mercado, distribuidos en un 53% para el grupo El Mercurio y un 46% para COPESA, correspondiendo el 1% restante al diario La Nación. (…) Si a estos totales se suman el vespertino La Segunda y los diarios de distribución gratuita Publimetro y La Hora en sus dos ediciones, los resultados se modifican levemente a favor de COPESA debido a que es la que más diarios entrega gratuitamente, quedando la distribución porcentual como sigue: 47% para COPESA, 41% para El Mercurio, 11% para Publimetro y 1% para La Nación.”.

Según este estudio, el promedio semanal de ventas en kioscos es el siguiente:

Las Ultimas Noticias : 159.883 ejemplares
La Cuarta:                   134.991  “
El Mercurio:                134.577  “
La Hora:                      131.000  “
La Tercera:                 122.943  “
Publimetro:                   87.667  “
La Segunda:                 34.563  “
La Hora de la tarde:     31.000   “
La Nación:                      6.053  “

El promedio de La Nación aparece mermado, porque faltan datos del domingo, su día más fuerte, mientras que los dos diarios financieros, teóricos campeones de la “transparencia”, no entregan datos de circulación.

Muy a grosso modo, a partir de estos datos, con fuente en Megatime, el grupo Edwards tiene un 51% de participación de venta de ejemplares en los días hábiles y un 58% el domingo; COPESA alcanza un 41% parejo y La Nación el 1%. Individualmente, El Mercurio tiene el 29,6% de la venta semanal, contra un 23,6% de La Tercera.  

Analicemos ahora lo que ocurre en el reparto de la torta publicitaria en la prensa escrita, que como sabemos, constituye la mayor fuente de financiamiento de los medios de comunicación en la era del mercado.
Según el estudio que estamos siguiendo, entre enero y noviembre de 2003, del 29% de la participación de la publicidad en medios escritos, El Mercurio, con un 26,8% de la circulación, obtuvo 8.142.455  de Unidades de Fomento, o sea, el 51,5% de la inversión publicitaria; La Tercera, con un 23,6% de circulación obtuvo 2.400.125 UF; equivalentes al 15,2%, y Estrategia, que no entrega datos de circulación, obtuvo 1.077.337 UF, o sea, el 6,8%.
Interesante es el caso de los diarios que acreditan mayor circulación.
Las Ultimas Noticias, con 159 mil ejemplares diarios de promedio, 25 mil más que El Mercurio,  obtuvo 1.005.609 UF, es decir, el 6,4% de la inversión publicitaria, caso análogo al de La Cuarta, segunda circulación nacional, que con 134 mil ejemplares, obtuvo 341.133 UF, equivalentes al 2,2% de la torta.
Por monopolios, el grupo Edwards concentra el 61% de la inversión publicitaria, mientras que COPESA, se queda con el 19,8%. La torta se completa con el 6,8% de Estrategia, el 6,5% de Publimetro, el 4,9% de El Diario Financiero y el 1,2% de La Nación.

Cualquiera puede darse cuenta que esta estructura de financiamiento no puede sino reproducir en forma recursiva, y por tanto reforzar, la lógica de la concentración de los medios de comunicación.
Se podrá argumentar, bueno, las empresas son dueñas de avisar donde se les de la gana. Pero lo sorprendente es que la misma lógica opera en el caso de la publicidad estatal.

En este punto me cambio de caballo, y voy al estudio Análisis Distribución Avisaje Publicitario de las Empresas Estatales, Años 2004 Y 2005; del Observatorio de Medios FUCATEL.

“El año 2005, la inversión publicitaria del gobierno, los ministerios y el Ministerio Público, fue 6.827.862 millones de pesos, que se desglosan en 4.210.016 millones en televisión; 1.220.126 millones en prensa; 241.898 en vía publica y 156.622 en Metro”.


La publicidad estatal en prensa escrita se desglosa en 614.670 millones en el diario El Mercurio (40,7%); 483.582 millones en el Diario La Nación (32%); 289.745 millones en Las Ultimas Noticias  (19,2%) y 120.969 en la Tercera (8%).

En el mismo año la inversión publicitaria de los Servicios Públicos en prensa escrita registraron 440.640 millones en El Mercurio (71%); 123.366 millones en La Tercera (19%); 31.846 en Las Ultimas Noticias (5,1%) y 22.515 en La Nación (3,6%).


Las empresas del Estado consignadas en el informe, BancoEstado y Polla registran 537.707 millones en El Mercurio (34,2%); 529.636 millones en La Tercera (33,7%); 404.464 en Las Ultimas Noticias (25,7%) y 96.740 millones en La Nación (6,1%).


En resumen, el año 2005, El Mercurio recibió del conjunto del sector público, 1.593 millones de pesos, equivalentes aproximadamente a 3 millones de dólares, y un 43,1% de la participación de la publicidad estatal. La Tercera, recibió 773.971 millones de pesos, 1.4 millones de dólares y un 20,9%; Las Ultimas Noticias, 726.055 millones de pesos, 1,3 millones de dólares y un 19,6%, y La Nación, 602.837 millones de pesos, 1,1 millones de dólares y 16,3% de participación.

No quiero seguir mareándolos con cifras, pero para demostrar que cuando hablamos de exclusión, no lo hacemos en vano, les puedo contar que en el mismo período, El Siglo percibió 600 mil pesos por concepto de publicidad estatal. O sea, el 0, 033% de El Mercurio, o si lo prefieren, 2.655 veces menos.

Fenómeno universal

En algún minuto pensé que esta concentración en la propiedad de los medios de comunicación, y su decisiva influencia en la preparación del clima para justificar el golpe de Estado eran particularidades del caso chileno.
Pero como dicen los españoles, chabolas.
Tuve la invalorable oportunidad de asistir al Coloquio Internacional Memoria y Futuro: Cuba y Fidel, en el Palacio de las Convenciones de La Habana, evento articulado en torno a la celebración de los 80 años de Fidel. En ese coloquio, asistí a un panel sobre medios de comunicación, con la participación, entre otros, de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, y Armand Mattelart, prestigiado estudioso de las comunicaciones.
La conclusión central es la que les decía al principio: la concentración en la industria de las comunicaciones es un fenómeno de alcance global.
Ramonet, por ejemplo, partió con el ejemplo del ciudadano Kane, que como sabemos, era una parodia de William Randolph Hearst, magnate de las comunicaciones de fines de siglo XIX.
Con ingenuidad algo chauvinista, alguna vez creí que la actuación de El Mercurio y Canal 13 en la preparación del golpe del 73 era una marca nacional, una suerte de especialidad de la casa. Pamplinas. La manera como los diarios de Hearst manipularon a la opinión pública norteamericana para justificar la guerra contra España de 1898, y la subsecuente invasión de Cuba, deja la conspiración de Mr. Edwards a la altura de balbuceos pueriles.

Cito a Ramonet, un intelectual honesto y progresista, pero al cual nadie podría calificar de extremista, maximalista, ni siquiera de marxista:

“Kane era  propietario de algunos periódicos en un solo país. Hoy, una empresa, un propietario que controla varios periódicos en un solo país realmente no le daría miedo a nadie en el mundo. El problema es que se trata de una concentración en la mayoría de los sectores de la información, es decir, texto, imagen y sonido, en radio, televisión, prensa escrita, etc., pero también de las esferas de la cultura de masas en general, es decir, juegos de computación, cine, televisión, música, etc, y evidentemente, también Internet, donde cada vez más se reproduce  este fenómeno, y a escala planetaria.
Estos grandes grupos mediáticos, multimediáticos, polimediáticos, son actores de la  globalización y en ese sentido, esencialmente, estructuralmente, lo que difunden es la idea de que el mercado es bueno para  todo el mundo, y que en la gran batalla actual que caracteriza al mundo de hoy, que es la batalla del mercado contra el Estado, esa masa de medios, en todos los sentidos, está trabajando la idea de que cuanto más mercado y menos Estado, mejor; cuanto más sector privado y menos sector público, mejor. Entonces, evidentemente todo lo que va en el sentido de defender estas ideas, encuentra un lugar  natural en el espacio de información de ese conjunto de medios. De esa manera lo económico finalmente  tiene un efecto retórico. Lo económico acaba por corregir el texto de la información,  en general, cualquiera que sea su vía de expresión, Internet, televisión, radio, o prensa escrita. Impone un solo discurso, una sola voz, y no permite la expresión de voces que sean opuestas al discurso dominante”.

Cito ahora, párrafos marcados de la intervención de Armand Mattelart:

“Estamos en un proceso de cambio drástico de las estructuras mediáticas, en todas partes del mundo, hacia procesos de concentración de los medios, y financiarización de las lógicas mediáticas. Un segundo punto es que los medios dominantes han entrado en lo que llamo el “paradigma de la seguridad”, que se reforzó a partir del 11 de septiembre. Todos los mitos que nacieron después de la caída del muro de Berlín sobre la posibilidad de atraer y de integrar el mundo a partir del mercado tomando en cuenta las inversiones que se han hecho desde fines de la II guerra mundial, en la cultura de masas, en los aparatos  culturales del imperialismo, toda esta creencia en la posibilidad del soft power, del poder blando a partir de la cultura, se cae. Se cae porque reaparece la expresión de las culturas peculiares frente al modelo único de globalización. Eso me parece fundamental porque hoy, lo que da fuerzas a la cultura son  precisamente las resistencias que se anclan en las tradiciones culturales de cada pueblo. El tercer elemento es que estamos en un mundo que está vaciando los conceptos que estamos utilizando. Lo importante en la lucha ideológica de hoy  es precisamente interrogar todos los conceptos que nos imponen y que finalmente están vaciados. Me parece que está emergiendo un cambio en la conciencia política sobre el papel de los medios y de la cultura en cambiar los modos de vida. Creo que hoy el desafío mayor es impedir este proceso de privatización de la cultura, de la información, de la comunicación. Me parece  que estamos saliendo de dos décadas de travesía en el desierto. Durante esa travesía, se nos hizo creer que el modelo de globalización era un modelo único. Llamo a eso un periodo de fatalidad. Ese fue un periodo de desmovilización de la conciencia crítica sobre la importancia de los medios como productores de ideología. Y creo que la novedad que aparece a partir de fines de los años 90 y de principios de este siglo es que reaparece la importancia de tomar en cuenta el poder de los medios”.

Concluyo esta parte, con una cita del lingüista e intelectual norteamericano, Noam Chomsky, extraída de una entrevista al diario La Jornada:

“Estados Unidos hoy es un buen ejemplo de lo que podría llamarse 'un Estado fracasado', pues tiene un sistema democrático formal; de hecho, una sociedad bastante libre. Pero simplemente no funciona. Ese es el resultado de una enorme concentración de poder en una sociedad que es administrada a un grado inusual por una comunidad empresarial con alta conciencia de clase.
En Estados Unidos, la cultura democrática ha sido tan erosionada, una elección ofrece opciones tan reducidas que es casi de caricatura. El fundamento de una democracia es una sociedad civil que funciona, y no una que aparece sólo cada cuatro años, pero ésta apenas existe en Estados Unidos. En este contexto, los medios de comunicación juegan un papel clave,  porque lo que hacen éstos y el sistema educativo es entorpecer la inteligencia y reducir la confianza en sí mismas, de las personas, a tal punto que es imposible pensar, porque las cualidades que se requieren para pensar son lo que sacan los medios y el sistema educativo de la cabeza de la gente; tanto la habilidad para pensar como la creencia de que uno tiene el derecho a hacerlo”.

En mi esquema de diagnóstico, a través de estas citas creo haber aportado datos sobre la concentración de los medios, y mostrado que se trata de un fenómeno de alcance global.

Ideología única

Me propongo avanzar un paso, e incursionar en el discurso de los medios oligopólicos, cuestión que por connotaciones colaterales, demuestra el axioma de que a mayor concentración de medios de producción físicos y dispositivos ideológicos, menor cantidad y calidad de democracia.

Para ello cuento, como es habitual, con la invalorable colaboración de las páginas de El Mercurio. 

No me voy a referir al papel de guaripola que desempeñó ese diario en la preparación del golpe de Estado, ni a su complicidad criminal en la violación de los derechos humanos durante la dictadura, porque ya lo he hecho en numerosas ocasiones anteriores.

Todos ustedes han sido testigos de cómo El Mercurio, desde octubre pasado, cuando se conoció el informe de Contraloría sobre Chiledeportes, lleva el liderato de la campaña de denuncias contra la corrupción, que tiene arrinconada al Gobierno, y desconcertada a la Concertación.

Como he dicho otras veces, no critico a El Mercurio por denunciar la corrupción, que por otra parte, es innegable, sino por la manipulación que hace a partir de ella. El tratamiento de la prensa de derecha a los escándalos de corrupción es sesgado, ahistórico e instrumental, en la medida en que utiliza el clásico recurso de abstraer las causas y manipular las consecuencias.
No postulo que la derecha y los medios se abstengan de denunciar los casos de corrupción. Lo que reclamo es un sistema democrático de medios de información, capaz de describir y situar el problema en sus reales dimensiones y connotaciones.
Que refresque la memoria de los chilenos y recuerde, por ejemplo, que la actual estructura institucional, sistema binominal incluído, fue el producto de un fraude originario de colosales proporciones, como lo fue el viciado Plebiscito de 1980; o que la tramposa privatización de empresas públicas, en que las autoridades que la dispusieron aparecieron inmediatamente después como compradores privados, le costó al país la friolera de seis mil millones de dólares; o que el rescate de la banca quebrada en la crisis de los años 82-83, le costó al país alrededor de siete mil millones de dólares. Es decir corrupción en serio, corrupción con clase o más bien corrupción de clase, y no corrupción a escala de ratero de conventillo, como la que distingue a la Concertación.

En la ofensiva pasada contra la corrupción del año 2003, El Mercurio llevaba la voz cantante en el denominado caso MOP- CIADE, que involucraba a la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, a un Prorrector, que aún está declarado reo, e incluso al entonces Rector. Se produjo el acuerdo Lagos-Longueira y el tema desapareció de la pauta casi por ensalmo.
El Mercurio supo sacar provecho de la oportunidad. A cambio del silenciamiento del caso MOP-CIADE, obtuvo la exclusividad de la operación de la PSU, hasta entonces en poder de La Nación.  

Otro ejemplo de la mayor actualidad. Aprovechando que sus maniobras dilatorias tienen con las manos atadas al Ministro Carlos Cerda, y la composición temporal de la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones, la defensa de Pinochet logró la revocación de todos los encausados en el caso Riggs.

De esa manera, una leguleyada procesal obtenida sobre la base de la composición temporal de una sala, donde coincidieron un ministro y un abogado integrante conocidamente pinochetistas, amenaza con terminar la investigación del más augusto caso de corrupción que conozca la historia de Chile. Sin embargo, El Mercurio lo proyecta como un hecho normal. Incluso le da tribuna al abogado Pablo Rodríguez, quién con una hipocresía digna de su pasado terrorista, “lamentó que el general Pinochet haya muerto antes de poder demostrar su inocencia y aseguró que demandará al fisco por el dinero que “erróneamente” el Estado le quitó al ex mandatario”. 

Ustedes se darán cuenta de la gravedad de lo que está ocurriendo.
Es tarea de la sociedad organizada impedir que se cierre el caso, y que la fortuna malhabida de Pinochet sea heredada tranquilamente por su corrupta familia.

En otro caso reciente, El Mercurio encontró alimentación para su pertinaz campaña contra CODELCO, a propósito de un informe de Contraloría, que advirtió eventuales irregularidades en la asignación de millonarios bonos a la plana ejecutiva superior, en tiempos de Villarzú.

Pero al Mercurio no le interesa resguardar los intereses de los chilenos, y de hecho, silencia que los ejecutivos de la plana superior de las mineras transnacionales ganan hasta diez veces más que la de CODELCO.
Lo que El Mercurio persigue pacientemente, pero sin pausa, es el premio mayor, vale decir, la privatización de CODELCO.

Y lo dice sin el menor rubor. En editorial del 27 de diciembre recién pasado, sostiene: “si no fuera por obvias consideraciones políticas que no desean afrontarlo, lo que realmente debería considerarse hoy es aprovechar ese proceso para vender la totalidad de la compañía al sector privado. Probablemente, nunca habrá otra ocasión más propicia para eso que ahora, cuando el ciclo de precios está tan alto”.   

Al Mercurio y al sector social que representa les es indiferente que CODELCO aporte cerca del 40% del presupuesto nacional. Lo que persigue su voracidad insaciable es apoderarse de ese suculento pedazo de la torta, el único que no han conseguido hasta la fecha.

La sociedad organizada tiene que estar atenta y vigilante, porque la recalcitrante posición de El Mercurio y el sector social que representa, tiene oídos aquiescentes en la actual Ministra de Minería, descarada lobysta de las transnacionales; los ministros de Economía y Hacienda, declaradamente neoliberales, e incluso el actual Presidente Ejecutivo, José Pablo Arellano, que en entrevista a El Mercurio, el 24 de diciembre, declaró lo siguiente:
-¿Consolidaría este prestigio que se constituyera en sociedad anónima?
“Ayudaría y por eso he planteado cambiar el gobierno corporativo”.

Concluyo esta parte, con una última cita de El Mercurio, correspondiente a una editorial de ayer:
“El fracaso de las economías centralmente planificadas proveyó de pruebas empíricas irrefutables sobre la superioridad de los mercados libres como forma de organización económica para el logro del desarrollo de los países”.

Evidentemente, es un derecho de cualquier medio de comunicación promover la ideología que le parezca conveniente. Pero eso no le da derecho a mentir.
Si se habla de pruebas empíricas irrefutables, lo que demuestra el 2006 es exactamente lo contrario. Las tres economías de mayor crecimiento en el mundo, Cuba con cerca del 12%, China, con cerca del 10% y Vietnam, con cerca del 9%, son centralmente planificadas. Esas tres economías duplican el modesto 4,5% de Chile, el peluche favorito del neoliberalismo. Y que El Mercurio se refiera a la superioridad de “los mercados libres” es otra impostura, porque en el capitalismo realmente existente, la concentración y el monopolio reducen los “mercados libres” a una categoría meramente retórica.  

Termino esta ponencia con una exhortación a la lucha, en este caso, resistir y desenmascarar la impostura de la ideología única neoliberal, tan bien operada con la concentración de los medios de comunicación, imbuido de una convicción que el filósofo húngaro Itzván Mészáros expresa mejor que yo:

“La falta de solución crónica de nuestros antagonismos, compuesta por la incontrolabilidad del capital, puede, por algún tiempo todavía, continuar generando una atmósfera de triunfalismo, así como ilusiones engañosas de permanencia, como sucedió en un pasado reciente. Pero, a su debido tiempo, los problemas crecientes y destructivamente intensos tendrán que ser enfrentados. Pues, si en el siglo XXI ocurriera realmente el triunfalismo del “siglo americano” del capital, no habrá en el futuro otros siglos para la humanidad, menos un milenio. Dada la actual situación del desarrollo, con sus grandes problemas intrínsecos que reclaman una solución duradera, solamente una respuesta universalmente válida puede funcionar. Pero, no obstante su globalización impuesta, el sistema irreversiblemente perverso del capital es estructuralmente incompatible con la universalidad, en cada sentido del término”.

Muchas gracias.



RESOLUCIONES DEL XXIII CONGRESO NACIONAL
DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHILE




Estimadas compañeras y compañeros delegados:

El XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile culmina tras un intenso proceso de debates, discusiones e intercambios, que reafirman y proyectan en la vida del Partido,  la relevancia de nuestras prácticas y tradiciones democráticas, basadas en el centralismo democrático y en el respeto conciente que nos merecemos y cultivamos para servir mejor a nuestro Pueblo y sus trabajadores.

Miles y miles de comunistas, y miles y miles de amigos del partido de Recabarren, a lo largo de todo Chile y en diversos países del mundo, hemos debatido en reuniones de células, en los Congresos Comunales, en los Congresos Regionales y en la fase final que es el Congreso Nacional.

Como lo han  señalado diversos informes emanados de Congresos Regionales, nos hemos esforzado para alcanzar una síntesis política, un trazado para el período político que viene, siempre con el objetivo principal de servir al Pueblo y a las causas revolucionarias que son parte sustantiva de nuestra historia y de nuestro ser esencial.

Este Congreso tiene una impronta especial para la vida del partido, pero también para el Pueblo de Chile. Lo hemos realizado sin la presencia física de quien fuera nuestra Presidenta, elegida en el anterior Congreso Nacional. Esa prematura pérdida nos ha hecho dignificar aún más lo que significa el valor de la personalidad humana puesta al servicio de nobles y grandes ideales. El Partido de Recabarren, Lafertte, Neruda, Víctor Jara, y tantos héroes que brindaron sus vidas por la causa revolucionaria, se conmocionó cuando miles y miles de mujeres y hombres repletaron las calles de Santiago para despedir a nuestra Presidenta, y nos acompañaron en el dolor de esas horas amargas, pero llenas también de la esperanza que significó entender que teníamos entre nosotros un legado que nada ni nadie podría hacer desaparecer hacia el futuro.

Honrando su ejemplo y su memoria, hemos considerado que la primera resolución del XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, sea nombrar a este evento Compañera Gladys Marín Millie, y a partir de hoy, organizar y desarrollar en el seno del Pueblo, especialmente entre los jóvenes, una gran campaña valórica, ética, estética, ideológica y política, en torno a la figura de Gladys y su legado.

Chile necesita hoy, más que nunca, volver a creer en seres humanos que con su acción y su palabra, demuestran que es posible y necesario luchar por transformar esta realidad que nos oprime, y que esa lucha es lo más hermoso que puede una persona realizar en su vida.



Compañeras y Compañeros:

Nuestro Congreso Nacional ha tenido el honor de recibir el saludo fraternal y revolucionario de delegaciones de partidos y fuerzas que en todo el mundo luchan por la emancipación humana y contra el imperio.

Dirigentes, representantes de organizaciones hermanas de  Argentina, Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, Uruguay,  Panamá, Venezuela, Alemania, China, Italia, Japón, Francia, Portugal, Bohemia y Moravia, nos han acompañado en estos días intensos  de intercambio de ideas y experiencias.

Ha sido para los comunistas chilenos de un gran valor internacionalista el recibir una delegación de Vietnam, la patria de Ho Chi Min,  y escuchar de ellos un saludo del Partido Comunista de esa gloriosa nación, que reúne a millones de militantes que siguen luchando por las ideas revolucionarias que en décadas pasadas movilizaron a millones y millones de personas en todo el planeta.

Hemos recibido el saludo del Presidente electo de Nicaragua, compañero Daniel Ortega. El compañero Orlando Gómez, Diputado del Frente Sandinista de Liberación Nacional,  nos ha entregado ese mensaje, y nos ha recordado que las luchas del pueblo chileno son las luchas del pueblo de Nicaragua, país en donde jóvenes revolucionarios chilenos combatieron y brindaron sus vidas para terminar con la dictadura de Somoza.

El XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile ha recibido el saludo del Partido Comunista de Cuba. Un saludo franco, sincero, de hermanos. Retribuimos a los compañeros de Cuba su incondicional solidaridad con nuestras luchas y nuestras causas.

Deseamos que el Comandante Fidel Castro siga recuperándose para el bien de su pueblo y de todos los pueblos. Cuba y su Revolución son para nosotros un faro que ilumina día a día nuestros empeños y esfuerzos colectivos. Debemos esforzarnos todavía más para activar desde Chile la condena al bloqueo yanqui a la isla y la demanda de libertad para los cinco héroes cubanos encarcelados en los Estados Unidos.

La presencia de estas delegaciones nos hace concluir, con mayor energía aún, lo que ha señalado la  Convocatoria al Congreso Nacional; los Informes de los Congresos Regionales; el Informe Político y los debates en el Congreso Nacional, esto es, que la situación mundial cambia  a partir de la lucha de los pueblos que, en corto tiempo histórico, han comenzado un proceso de rearticulación de fuerzas que empieza a incidir en el cuadro mundial. El imperio y su globalización de capitalismo salvaje no las tiene todas; de la resistencia se pasa a la construcción de alternativas, en un momento en que la Humanidad corre el riesgo verdadero de desaparecer, producto de la crisis a la cual la arrastra el capitalismo mundializado.

La barbarie imperialista puede y debe ser superada, y esa es la tarea de los Pueblos.
La esperanza para el mundo entero está hoy en los Pueblos y en la superación del capitalismo salvaje.

Hemos reafirmado nuestra solidaridad con todos los que luchan, especialmente con Cuba y los pueblos que en nuestro continente se abren camino al andar. La situación de América es muy especial: En corto tiempo histórico se rearticulan proyectos que buscan la independencia del imperialismo yanqui. De diversas formas y por distintos caminos, muchos pueblos del continente, tomando los idearios de Martí, Bolívar, O’Higgins, San Martín y otros próceres de nuestra historia, reconstruyen proyectos nacionales de soberanía e independencia; generan políticas para fortalecer los estados nacionales y abrirle paso a procesos de integración regional y continental.

En muchos países de América Latina avanza la instalación de proyectos antineoliberales. Chile, cuyo modelo presenta un agotamiento creciente, demanda con urgencia una fuerza  alternativa. El Congreso Nacional del Partido Comunista concluye que se requiere hacer más esfuerzos políticos, orgánicos y de masas, para estrechar nuestras luchas nacionales con las luchas de otros pueblos. Como lo han señalado los Congresos Regionales, la Convocatoria y el Informe Político al Congreso Nacional, hoy más que antes la política nacional está estrechamente vinculada, interrelacionada, con la política regional, continental y mundial.

Proponemos que los comités de solidaridad con  otros pueblos y naciones, hagan esfuerzos especiales para impulsar esta línea de trabajo, coordinándose en primer lugar, para mejorar e incrementar la presencia de las luchas de los pueblos en la situación política chilena.

Resolvemos, especialmente, estrechar mucho más los lazos de acción política eficaz con los partidos y fuerzas emancipadoras de Bolivia, Perú y Argentina, partes del Cono Sur que son el territorio en donde nuestras causas populares tienen su realización concreta. Esta es nuestra primera tarea, muchas de las cuestiones que se relacionan con luchas de pueblos originarios; de los trabajadores; de las mujeres; de los jóvenes; se pueden y deben plasmar en acciones conjuntas, en primer lugar relaciones y amistad de pueblo a pueblo.

Nuestra propia emancipación nacional está determinada por el camino que adopte la integración entre nuestros pueblos y naciones. Acogemos las propuestas de los Congresos Regionales para que impulsen las políticas concretas en esta dirección, y que la cercanía territorial sea un factor coayudante a estos procesos. Nos referimos, especialmente, a los Comités Regionales que tienen fronteras con Argentina, Perú y Bolivia.

En acuerdo con esas fuerzas, proponemos impulsar campañas regionales de apoyo y promoción a todas las iniciativas que fortalezcan la integración regional, los mercados comunes; los intercambios culturales; las coordinaciones entre centrales obreras; las campañas para generar fondos comunes en pro de los bolsones de pobreza, disminuyendo el gasto militar en forma pactada; el buen trato a los inmigrantes; las condiciones para oponer a los planes norteamericanos, una política de defensa regional que considere la independencia y seguridad de los estados nacionales, su soberanía y sus riquezas naturales.

Resolvemos impulsar la idea de una triple frontera para la integración entre Chile, Bolivia y Perú, en el camino hacia  una propuesta de salida al mar para Bolivia.



Compañeras y Compañeras:


El XXIII Congreso Nacional del Partido ha llegado a una síntesis política sobre la base de todo el proceso de debate construido. Este es su fundamento y su valor.

Hemos aprobado, mayoritariamente,  la Convocatoria al Congreso Nacional. Sus tesis políticas centrales; sus contenidos; sus propuestas.

Hemos aprobado,  el Informe Político al Congreso Nacional en su fase última. Sus tesis políticas centrales; sus contenidos; sus propuestas.

El Congreso Nacional resuelve hacer de estos dos documentos, los textos fundamentales con los cuáles nos guiaremos en estos cuatro años. A partir de ellos evaluaremos en forma permanente nuestra línea política; nuestra accionar cotidiano; nuestros pasos tácticos y nuestra mirada estratégica.

Para el período histórico que vivimos, nos proponemos como objetivo central luchar para conquistar un gobierno democrático de nuevo tipo, cuyo programa está señalado en la Convocatoria, y que sostiene como los dos primeros puntos: Una nueva Constitución Política para Chile y la formación de una Asamblea Constituyente que elabore esa carta magna democrática y popular.

Nos proponemos avanzar, en forma decidida, para que las luchas, las alianzas y las correlaciones de fuerza que impulsemos, tengan como norte este objetivo histórico.

Es tarea de todo el partido, ganar a todos  sus amigos y aliados, y al Pueblo, para colocar  en el centro esta meta histórica.

Recogemos los aportes del debate en los diferentes Congresos de Células; Comunales, Regionales y Nacional, que fortalecen y proyectan esta tarea. El Gobierno democrático de nuevo tipo se comienza a construir desde hoy, a partir de las luchas sociales y políticas, desde la base, en la convergencia, en la Unidad del Pueblo, mostrando su necesidad y viabilidad. 

Hay un camino que recorrer. Nos acompañan la historia del Movimiento Popular Chileno y nuestras propias convicciones.

Hoy, este gobierno de nuevo tipo debe partir desde una plataforma democrática y de superación del neoliberalismo. De participación y de Justicia Social. La no existencia de un estado democrático en Chile, y la profundización de la concentración del poder y de la exclusión, hacen que esta tarea sea urgente y patriótica. A ella están convocados y son necesarios, todos los sectores sociales y políticos que asuman esta perspectiva.

Nuestra Convocatoria Nacional y el Informe Político al Congreso Nacional, diseñan correcta y adecuadamente esta perspectiva de alianzas.

Es en este contexto que la correcta definición de la contradicción del periodo político que nos toca vivir, entre Democracia y Neoliberalismo, nos ayuda a proyectar y recrear nuestra línea política. Profundizarla en el quehacer cotidiano y en forma permanente, es deber de todos los comunistas.

Compañeros, destacamos que nuestro Congreso ha ratificado en sus diferentes etapas la independencia y oposición al actual gobierno de la Concertación, toda vez que posee un programa neoliberal. Las tareas por la Democracia plena, participativa y de Justicia Social, son las que ordenan nuestro quehacer en todos los aspectos de la vida del partido.

Las tareas democráticas y el carácter de la contradicción que nos hemos planteado superar, para avanzar, implican un arduo trabajo de reconocimiento y de construcción de alianzas. Alianzas de clases y alianzas que implican influir en las correlaciones actuales de fuerzas sociales y políticas, empujando hacia la construcción de un amplio arco en donde la hegemonía democrática se debe expresar, en forma dialéctica, entre la inclusión de todas las demandas de los sectores afectados por el neoliberalismo, y el programa de gobierno democrático para resolver tales cuestiones.

Los comunistas en conjunto con la izquierda estamos llamados a construir una alternativa plausible al discurso hegemónico del modelo. El bicentenario de la república es una oportunidad para desplegar una ofensiva que se exprese con la mayor amplitud y con una profunda creatividad a todo nivel, por esto acogiendo la propuesta del regional Iquique, implementar el Bicentenario Popular, en cuyo camino tendrá presente el centenario de la masacre de santa María de Iquique y el 2008 el centenario del compañero Salvador Allende que encabezó el gobierno popular. Se trata, entonces, de avanzar hacia un Chile democrático, lo que implica luchar decididamente para cambiar el carácter del estado actual.

Hacemos parte de estas resoluciones los planteamientos pertinentes expuestos en el Informe Central al Congreso Nacional. En el sentido de que este es el camino correcto que abrirá las puertas hacia el Socialismo en Chile, un Socialismo que debe recoger las mejores tradiciones teóricas y prácticas del Movimiento Popular chileno, en primer lugar. En segundo lugar, que asume en forma autocrítica y creativa hacia el futuro, como un gran desafío histórico, la superación del derrumbe de los socialismos de Europa del Este, para construir el Socialismo del siglo XXI; que está abierto a las experiencias de los pueblos y naciones que hoy resisten y que proyectan hacia el futuro sus experiencias nacionales de construcción socialista. En tercer lugar, que es tarea de los comunistas chilenos, hoy, impulsar los debates y procesos que alimenten y levanten esta perspectiva del Socialismo para Chile.

El estado democrático, y su profundización, serán parte del proceso de acumulación que nos llevarán necesariamente a crear las condiciones hacia el Socialismo. Pero sin lo primero, no hay posibilidad de avance.

Por otra parte, el Congreso Nacional ha valorado positivamente el paso táctico que hemos dado, y sus proyecciones de futuro. Lo que ha ocurrido tras ese movimiento táctico muestran su corrección pero, por sobre todo, sus potencialidades.

Hemos instalado demandas democratizadoras, hemos logrado convergencias, y hay mucho camino que recorrer en tal sentido.

Existen hoy ciertas condiciones para un avance parcial respecto del cambio al sistema binominal. Eso ha quedado expuesto en el Informe Político al Congreso Nacional entregado por el Presidente del Partido. En tal sentido, nos pronunciamos por seguir bregando por el cambio del sistema electoral. El Comité Central queda facultado para seguir adelante en este proceso, y en la eventualidad que no se presente un proyecto al Parlamento, que signifique un avance, exigiremos que Michelle Bachelet, Presidenta de la República  convoque a un plebiscito.


Compañeras y Compañeros:

Desde esta perspectiva, el Congreso Nacional resuelve darle un fuerte y mayor  impulso a la construcción y desarrollo, con la expresión propia del Parlamento Social y Político en la base, en las comunas, en los territorios.

Existen interesantes experiencias de construcción y avance, sin embargo todavía falta mucho para que esta perspectiva se transforme en los pasos que nos pueden llevar al desarrollo original de las bases del nuevo Movimiento Popular chileno. Nos debemos empeñar en que la dirección de nuestros esfuerzos apunten hacia esa perspectiva.

En ese contexto, se requiere que las Centrales Unitarias de Trabajadores Provinciales y Zonales, jueguen un papel mucho más destacado y determinante. Pero ello depende en gran medida de nuestro propio trabajo, tenemos que ganarnos a esas instancias para la construcción de los Parlamentos en todo el país.

Los Parlamentos deben empujar las luchas y las convergencias, no pueden transformarse en entes cupulares. Hay condiciones para que en esos espacios incluso se incorporen nuevas luchas, y diversos sectores vean a los trabajadores como la real fuerza que da centralidad al movimiento en su conjunto, y que permite también la unidad para superar las fragmentaciones y divisiones. Afirmamos que el desarrollo de la lucha del pueblo contribuye e incide  en el avance de la convergencia y la unidad y que esta ayuda a crear mejores condiciones para potenciar la movilización por la democratización de nuestro país.

Los Parlamentos Sociales y Políticos son  expresiones concretas de la unidad y de las alianzas que nos permiten luchar por determinados avances democratizadores y objetivos concretos en esa dirección, que podrían transformarse en germen de la unidad estratégica del Pueblo, que buscamos.

En este contexto, el Congreso Nacional decide darle un fuerte impulso a la formación de los Juntos Podemos Más, con  especial esfuerzo en la base. Ha llegado la hora de que el JPM juegue su papel en la construcción de la convergencia que se representa en el Parlamento Social y Político. Mantendremos nuestra consecuente e histórica vocación unitaria, convencidos que la actividad concreta, debe ser la energía necesaria que nos permita  integrar a todas las fuerzas que constituimos el JPM. Estamos por avanzar con los que quieran avanzar.

Sin embargo, constituiría un error político no reconocer la diferencia que persiste   con algunos integrantes de esta fuerza. La crisis que afecta al JPM, tiene su origen en una abierta y explicitada diferencia política, no es un tema de buenos deseos, corresponde mirar de cara a la verdad, para construir caminos en la perspectiva de seguir avanzando.  

El problema no es entre aliados estratégicos y aliados tácticos. La izquierda, como fuerza histórica, es lo estratégico, y está en pleno desarrollo y  en plena construcción en Chile. No es para nada algo acabado o terminado. No podemos decir, hoy, que tales o cuales fuerzas son o no son para siempre la izquierda.

En ese contexto, no podemos decir que todas las fuerzas del JPM son en sí mismas parte de esta alianza estratégica en forma absoluta. Nos unen batallas sociales, políticas y electorales muy significativas, en el marco de coyunturas. También el haber acordado un programa de gobierno común. Pero, hoy, sostenemos con algunas de ellas diferencias tácticas profundas.  Lo que debemos evitar es que esas diferencias nos paralicen y nos lleven al aislamiento y a la falta de iniciativa en la lucha social y política y en la búsqueda de la unidad amplia del Pueblo en todos los terrenos de la lucha por la alternativa al sistema neoliberal.  Hoy, la mayoría de las fuerzas que integran el JPM están por reactivar este referente y hacerlo jugar su papel en el proceso de convergencia político-social.

Convocamos a realizar este esfuerzo unitario de manera clara y decidida.


Compañeras y Compañeros:

El Congreso Nacional ha analizado, en profundidad y con gran preocupación, los efectos catastróficos que la aplicación del neoliberalismo producen en la geografía humana y física de Chile. Esta señal de alerta proviene, especialmente, de las regiones extremas del país, en donde la transnacionalización ha puesto en peligro vital los recursos energéticos, las riquezas naturales, las reservas de agua dulce, el patrimonio ecológico y la vida humana. Hoy, están en riesgo elementos estratégicos de la soberanía nacional y de la subsistencia de los pueblos.

La profundización del neoliberalismo produce efectos letales para el trabajo humano, se acrecientan bolsones de miseria extrema; fenómenos de migraciones masivas; agudización del trabajo humano altamente precarizado; una sobreexplotación y masificación del trabajo precario de miles y miles de mujeres.

El creciente desplazamiento de masas de trabajadores de un país a otro, como es el caso de los hermanos peruanos y bolivianos en busca de mejores expectativas laborales, conlleva una fuerte explotación con salarios miserables y consecuencias en el trato xenófobo de ciudadanos chilenos sobre los extranjeros. “Esto nos lleva a plantear que el partido debe denunciar y exigir que todo trabajador al margen de su nacionalidad, sólo por el hecho de vender su fuerza de trabajo en el país, debe tener derecho aun contrato de trabajo como obligación patronal, con un salario mínimo garantizado, con previsión, leyes sociales, y salud en caso de accidentes laborales”. Al respecto, y como una manera de introducirnos en el problema de la integración de los pueblos, se propone la realización de un seminario nacional sobre integración de los pueblos latinoamericanos.    

Relacionado con lo anterior, se debe poner atención a las múltiples formas bajo las cuales se amparan la dominación y explotación. Al concepto de explotación de la clase trabajadora, se deben agregar la discriminación de género y etnia, destacando las demandas que dignifican a la mujer y las históricas exigencias de los pueblos originarios, como son la autonomía y libre determinación de dichos pueblos que se debe representar a través de la ratificación del tratado 169 de OIT. Exigimos la libertad de los presos políticos mapuches y el fin a la ley antiterrorista del Estado.

En la misma dirección, con especial preocupación se debe enfrentar el discurso y acción criminalizadora que ejercen los medios de comunicación y las policías. A los sectores más desposeídos de nuestro pueblo se les demoniza y se les atribuyen los déficit de un modelo que por definición excluye y segrega.   

Se constata que las políticas de estado favorecen a los clanes financieros y sus inversiones, con altas tasas de ganancia, que depredan el ecosistema y destruyen la vida humana.

En este sentido, la defensa del patrimonio ambiental nacional debe asumirse como un elemento transversal en el actuar de los comunistas, comenzando por el establecimiento de un nuevo marco jurídico nacional, que no avale el desempeño empresarial nacional y transnacional en desmedro de nuestras riquezas naturales, cuyos cambios ambientales provocan el creciente deterioro de los componentes ambientales, sociales, culturales, económicos y políticos de nuestra patria. Se requiere de una institución ambiental que no actúe en función de definiciones políticas y económicas, sino más bien, en relación al equilibrio ecosistémico y el desarrollo sustentable de nuestra sociedad.

Creemos que no se puede hipotecar nuestro entorno, se debe resguardar los bordes costeros a lo largo de nuestro territorio; evitar la desregulación urbana; regular el negocio de las salmoneras y sancionar los impactos que estas provocan en medios marinos de la X Región al sur; rechazar la construcción de las mega-centrales hidroeléctricas en Aysén y establecer formas alternativas de generación de electricidad, a través del uso de fuentes renovables de energía avanzando hacía la “Autodeterminación Energética”; terminar con la producción de plantaciones forestales de monocultivo, que cambian las características del entorno generando sequías y desertificación en nuestro país; los procesos mineros, además de sobreexplotar el recurso cobre, contamina con residuos tóxicos peligrosos, y altera las condiciones de vida de los habitantes más cercanos a sus instalaciones, entre otras.

Esto ocurre también en regiones en donde la destrucción de riquezas y recursos naturales, así como la precarización del trabajo agrícola, someten a los trabajadores eventuales a condiciones inhumanas.

El Congreso Nacional del Partido Comunista considera que estamos ante una verdadera liquidación del estado nacional, su soberanía y sus riquezas, partiendo por los trabajadores.

Diversas y complejas son las formas en que el neoliberalismo deteriora la producción nacional, sin embargo, todas ellas tienen en común la precarización del empleo, el establecimiento de condiciones abusivas de las grandes empresa sobre las micro, pequeñas y medianas empresas.

El sector de las Mipymes, que junto a los trabajadores, son los más castigados por el neoliberalismo, debe ser objeto del interés de nuestro trabajo para la concreción del objetivo de democratización y justicia social. Así mismo, este sector debe considerarse como principal en la necesidad de reindustrialización del país y agregar valor a nuestras materias primas.

El neoliberalismo amenaza la industria y producción nacional con consecuencias para la economía nacional y en la calidad de vida del pueblo. Pero, también genera falsas contradicciones entre quienes son parte de una misma clase. El conflicto suscitado entre comerciantes de ferias libres establecidos y coleros, por el proyecto de ley de Ferias Libres, nos obliga a formular una opinión que sea fruto de una análisis particular,  acordamos la  realización de un evento destinado especialmente para ello.        

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado al estado de Chile que no puede seguir siendo un impedimento el decreto ley de amnistía para investigar las causas de violaciones a los Derechos Humanos.

El Congreso Nacional ratifica su compromiso absoluto en la lucha por el respeto de los Derechos Humanos. Manifiesta su disposición a jamás descansar  en la batalla por Verdad total y justicia plena, que castigue a  los responsables del terrorismo de Estado ejercido contra el pueblo. El legado de cada una y uno  de los comunistas, héroes del pueblo, está presente en la lucha que debe desplegar el conjunto del Partido, aportando a la exigencia de anular el decreto ley de amnistía.

Nuestra apuesta política de constituir un Gobierno Nacional y Democrático, requiere no sólo de una definición estratégica, de por sí indispensable, sino también contar con una táctica para el periodo, que permita visualizar nuestra propuesta en el corto y en el mediano plazo.

De esto, nace la necesidad de discutir con sentido de urgencia cuál es le tipo de Estado que un gobierno democrático requiere, por ejemplo de que manera se compatibiliza en la gestión pública los conceptos de centralización y descentralización, o como fortalecemos el poder regional y fundamentalmente municipal, sin por ello lesionar la acción centralizada del Estado. Con similar énfasis debemos abordar nuestra política comunal, espacio fundamental para el desarrollo del poder social. Supone en lo inmediato, enfrentar con desición los desafíos para aumentar nuestra influencia en el mundo social y preparar la futura batalla municipal y de un posible gobierno regional.                  

Esto requiere un análisis auto crítico profundo de nuestra parte.

En este marco de desafíos  debemos ubicar el viraje que nos planteamos en el Congreso anterior, el poco desarrollo de tal política al interior del propio partido, y todavía los grandes retrasos en instalar a los trabajadores, como actor principal del nuevo sujeto para los cambios antineoliberales, exigen actuar con la urgencia propia de la importancia que ello tiene en nuestra política.

Esta no es una tarea fácil, las experiencias muestran que es de una alta complejidad y dificultad política, teórica y práctica.

Sin embargo, las experiencias positivas de construcción, en el campo de los trabajadores, demuestran que avanzar es posible y necesario.

En lo referido al trabajo sindical, la evaluación desde el congreso anterior a la fecha, muestra importantes avances expresados en el paro nacional del 13 de agosto, en la demanda por un Chile Justo y en un periodo más reciente, en el aporte sindical a la constitución del Parlamento Político y Social y la Convergencia, más aún los recientes acuerdos evacuados del último CONFASIN, nos orientan sobre nuestro accionar en la movilización de los trabajadores. La realización de una Paro nacional en el 2007, es un desafío que debe motivar al conjunto del partido. Sin embargo, falta mucho por hacer, puesto que se debe fortalecer más este frente, desplegando un fuerte accionar hacia los trabajadores no organizados. Por ello, asumimos autocráticamente las deficiencias en el plano sindical, las que decididamente se deben solucionar. Una de las respuestas es orientar a una articulación de las luchas sociales y sindicales. Proponernos el 2007 una campaña nacional de sindicalización y afiliación a la CUT.

Atendiendo a la creciente proletarización de los profesionales, debemos dirigir esfuerzos para establecer una política que profundice y masifique nuestra elaboración  hacia este sector.      
De otra forma constatamos un déficit en el trabajo territorial y poblacional, que a la fecha no nos permite crecer en este importante frente. Con urgencia se requiere contar con  una política, que potencie una síntesis integrada de la política partidaria.

La importancia que adquiere la educación pública luego de las movilizaciones estudiantiles del 2006, nos impone realizar una política para consolidar la unidad de los diferentes gremios y organizaciones sociales vinculados a la lucha por la defensa de la educación pública.

El partido debe discutir y asumir una política cultural, que nos permita la disputa de conciencias, este es un frente estratégico en la lucha por incrementar conciencia ganadas para las transformaciones sociales.

De igual forma, debemos contar con una política aborde el problema de la discapacidad.    

Estimadas y estimados compañeros, en el curso del debate de nuestro Congreso Nacional han surgido una importante cantidad de  aportes, un número significativo se relacionan directamente con propuestas que enriquecen nuestro Programa, otras son líneas de trabajo que desarrollan aspectos específicos de nuestra política, en esa perspectiva la próxima dirección central deberá sistematizarlas e implementar medidas que permitan su expresión concreta en el trabajo partidario.

Concordamos en la necesidad de seguir avanzando, con el conjunto del Partido involucrado, en el proceso de actualización de nuestra política militar. Se manifiesta en desarrollar nuestra propuesta por democratizar las FFAA, incluyendo que sea una temática abierta al debate de todos los actores políticos y sociales del país, que aporten a la elaboración y definición de una Doctrina Democrática de Defensa.

Frente a la represión y provocación de que son objetos las luchas que despliegan una amplia diversidad de sectores del pueblo, reivindicamos como un derecho democrático, el ejercicio de la legítima autodefensa de las masas. Ratificar dicha conclusión política nos exige más urgencia, profundidad y capacidad para compartir abiertamente con los distintas organizaciones políticas y sociales que despliegan expresiones de lucha anti neoliberal.

El debate del 23 Congreso Nacional ha analizado y tomado posición autocrítica respecto a las capacidades que debemos desarrollar como Partido, para constituirnos en factor fundamental de su desarrollo. Debemos proponernos ejercer el rol como componente de primer orden del factor subjetivo. Requiere en primer término, un Partido que conozca, internalice y domine la Política aprobada. Necesitamos actuar con seguridad de su justeza y desplegar todas las capacidades que con decisión y entusiasmo nos permitan compartir con el movimiento popular la urgencia de su implementación.

Como se formuló al calor del debate, el Partido necesita contar con cuadros que abracen en forma creadora sus compromisos que ponen en el centro las responsabilidades que tenemos en la lucha por la democratización del país en la perspectiva de conquistar un Gobierno democrático, que impulse los cambios que Chile necesita.

La discusión de las comisiones señala que debemos dar cuenta de nuestros avances en el trabajo de masas, que habiendo diversas deficiencias, existe desarrollo y construcción política en más de un ámbito. Lo anterior no excluye la autocrítica que se ha expresado en lo que concierne a nuestra vinculación con la gente, para esto se necesita que los comunistas, es decir, cada militante debe jugar un rol de conducción de acuerdo a la política resuelta colectivamente, generando desde cada colectivo de partido, los elementos de información y educación a cada uno de nuestros dirigentes, potenciando escuelas de cuadro regulares. Considerar lo contenidos de la educación popular, socializando experiencias vinculadas a la conquista del gobierno popular y al periodo 73-90, en el contexto de una batalla por recuperar la memoria histórica.

Por ello, siempre debemos tener presente el significado de primer orden que tiene la vida celular en la implementación de nuestra política. En el marco de las positivas experiencias realizadas ala calor de nuestro Congreso, proponemos mantener en forma regular las Células Abiertas. Todo esto dirigido a enriquecer el vínculo que prepare y destaque el papel conductor de masas de este organismo partidario.    

El debate del Congreso permite concluir la necesidad de contar con una política de comunicaciones acorde a los desafíos que nos hemos planteado. 

Compañeros, durante la realización de este congreso, han existido fuertes alegatos sobre la necesidad de fortalecer la fraternidad al interior de nuestro partido. Del mismo modo, se constata la existencia de denuncias, que luego no son sostenidas, sobre dirigentes sociales e internos de nuestro Partido. Esto lesiona la unidad de la militancia y se constituye en un problema que afecta la moral revolucionaria, toda vez que pone en duda la confianza entre quienes debemos siempre manifestar una conducta irreprochable hacia nuestros pares. Cuando existan problemas de cuadros estos deben ser tratados en el lugar que corresponde y con celeridad, atendiendo a la importancia política de los mismos.

Por todo lo anterior, es indispensable fortalecer nuestros valores éticos y moral revolucionaria.        

El Congreso aprueba iniciar una jornada de educación generalizada sobre nuestra política y culminar en la realización de una Conferencia Nacional en Mayo del próximo año, que se aboque a discutir y resolver principalmente los aspectos vinculados a la construcción y desarrollo del Partido, en relación a las decisiones que permitan una eficaz implementación de la política resuelta en este  23 Congreso.

Compañeras y Compañeros:

El XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile ha recibido, una vez más, la solidaridad sin condiciones de nuestros hermanos del Partido Comunista de Cuba.

En pocos días más, en La Habana, se recordará el cincuentenario del desembarco del Gramma, se celebrará un nuevo aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, y se realizarán actividades de celebración del cumpleaños del Comandante Fidel Castro.

Asistirán a esas actividades centenares de personas de todo el mundo.

Gladys más de una vez  señaló: “ Fidel es la personalidad humana más importante de este período histórico para los pueblos del mundo”.

Para nosotros, es un amigo y un camarada leal, profundamente solidario con la causa del pueblo chileno. Un revolucionario cabal, que su ejemplo sirve para la  formación de millones de luchadores en el mundo entero.

El Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, ha resuelto modificar sus estatutos, y otorgar  la máxima orden que tiene establecida el Partido, la  medalla que lleva el nombre de nuestro fundador, Luis Emilio Recabarren, al Comandante Fidel Castro Ruz.

Compañeras y Compañeros:

El Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile formula un llamado al Pueblo, para retomar la esperanza, para abrir paso a un nuevo futuro, el cual será sostenido por los trabajadores y las mayorías nacionales postergadas. 


Con el legado de Salvador Allende y de nuestra querida Gladys Marín:

JUNTO AL PUEBLO  LUCHAR UNIENDO Y UNIR LUCHANDO EN EL PROCESO PARA CONQUISTAR UN GOBIERNO DEMOCRATICO Y DE JUSTICIA SOCIAL.



Santiago, 26 de Noviembre de 2006.

LENIN Y LA REVOLUCION DE OCTUBRE (*)
                                                         Por GUSTAVO ESPINOZA M.
            Lenin aparece incontestablemente en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista… la revolución rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”.
                        José Carlos Mariátegui. “Defensa del Marxismo”
Con alguna frecuencia se suele asociar la Revolución Socialista de Octubre a los hechos que ocurrieran en Petrogrado en 1917  y que abrieran camino al primer régimen soviético de la historia humana. Así, los cañonazos del Crucero Aurora, la toma del Palacio de Invierno y la aparición de Lenin en la tribuna del Congreso de los Soviets se entremezclan en imágenes sucesivas y nos proporcionan una visión heroica y triunfal de uno de los procesos más complejos y a la vez más ricos de nuestro tiempo.
Pero la Revolución Rusa, definida como uno de los grandes acontecimientos de la historia por nuestro Mariátegui, implica una expresión mucho más vasta que esa. Sus antecedentes se pierden entre los hilos del tiempo hasta llegar a la gesta de Espartaco, y su marcha se vincula forzosamente con el surgimiento y el desarrollo de la clase obrera y las concepciones del socialismo científico que encarnaran en su momento Carlos Marx y Federico Engels.
En el espíritu de lucha de hombres como Espartaco, en efecto, y en las ideas esenciales de Marx y Engels pueden y deben hallarse los eslabones más directos que condujeron a la experiencia revolucionaria rusa que queremos recordar esta noche en homenaje a la figura excepcional que la hiciera posible, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, definido por los historiadores como el revolucionario más consecuente y capaz de la historia humana.
En verdad, Lenin y la Revolución Rusa constituyen lo que podríamos definir, usando la expresión de Plutarco, vidas paralelas. Sus primeros pasos, pero también sus primeras derrotas y su posterior victoria y hasta su caída temporal, se anudan en un proceso social del cual se pueden extraer diversas lecciones. Sobre todo ahora, cuando, luego de los contrastes en la construcción del socialismo, el mundo parece estar regido por la voluntad del Imperio que atenaza los resortes del Poder en todas partes y amenaza a la humanidad entera.
De ese modo lo percibió Mariátegui, en su Defensa del Marxismo, pero lo resaltó aún antes, desde las páginas de Variedades en septiembre de 1923 cuando aludiendo al líder de los bolcheviques rusos, aseguró:
“Lenin es un revolucionario sin desconfianza, sin vacilaciones, sin grimas. Es, antes bien, un político ágil, flexible, dinámico, que revisa, corrige y rectifica sagaz y continuamente su obra. Que la adapta y la condiciona a la marcha de la historia”
Aunque se ha discutido mucho el papel de las masas y el de la personalidad en la historia, nadie puede negar que en los grandes procesos sociales el hombre y la multitud se amalgaman hasta hacerse una misma figura. Eso ocurre sobre todo en los momentos de cambio, cuando profundas  mutaciones sociales asoman y vigorosas personalidades  congregan multitudes y llegan a la conciencia de los pueblos, que es donde radica, precisamente, la fuerza de la idea.
Globalización e interdependencia.
Estudiar el pensamiento marxista en nuestros días, no es detenerse entonces en el análisis de una determinada etapa, sino descubrir un escenario en el que asoma en toda su dimensión la contradicción fundamental del régimen capitalista, la que deriva del carácter social de la producción y del carácter privado de la propiedad. 
Recordemos tan sólo que en el Manifiesto Comunista sus autores desarrollan como idea central una formulación que tiene en nuestros días una esplendorosa actualidad. Dicen, en efecto:
“La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del paìs, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local  y nacional que se bastaba a sí mismo y en donde no entraba nada de fuera; ahora la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece en la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones, vienen a formar un acervo común”
¿Alguien podría sostener en nuestro tiempo que esa realidad así descrita en 1848, ya no existe, que ella ha cambiado, y que la sociedad de nuestro tiempo se rige por otras leyes, diferentes a las definidas por los fundadores del socialismo, que el régimen capitalista es básicamente distinto en nuestro tiempo?
Es posible admitir que las formas de la dominación capitalista han variado, pero la esencia sigue siendo la misma. Y es que se basa en el carácter de la sociedad y plantea a los pueblos de hoy, las mismas tareas que a los de ayer y a los de mañana: acabar con la explotación humana y abrir paso a una sociedad más justa.
Apreciaciones referidas a los cambios en la estructura de la clase obrera, pueden ser válidas, pero ellas no niegan la existencia de las clases en el seno de la sociedad capitalista, ni la lucha entre ellas, Ni soslayan tampoco una verdad indiscutible: que la lucha entre las clases es la rueda de la historia. Esto, que fue señalado por Marx en 1852 en su célebre Carta a Waydemeyer, se confirma también en nuestro tiempo.
El itinerario de Lenin.
Hemos dicho que entre la Revolución de Octubre y la vida de Lenin se puede establecer un verdadero y estricto paralelo. Vamos a intentarlo ocupándonos luego de las áreas principales de la actividad revolucionaria y de las concepciones basicas del pensamiento leninista.  
La vida política de nuestro personaje se inició cuando tenia 17 años y  su hermano mayor, Alejandro, fue detenido por su participación en un complot terrorista orientado a acabar con la vida del Zar. Alejandro era, en efecto, un activista de “La voluntad del pueblo”, una sociedad secreta organizada para la lucha contra la autocracia que escogió el camino del terror individual para castigar a los opresores. Su táctica reservaba para el líder de la acción un papel heroico y sacrificado, pero adjudicaba a las masas populares un rol pasivo. En el fondo de esa concepción subyacía la idea errónea de que un pequeño grupo de conspiradores podría derribar al régimen y resolver los problemas de Rusia. Alejandro Ulianov fue ahorcado en marzo de 1887. Vladimir asimiló la experiencia y perfiló su propio derrotero. Objetando el accionar terrorista, dicen algunos historiadores que esbozó una idea básica: “seguiremos otro camino”. Y así fue, en efecto.
Que conoció las dificultades impuestas por la represión lo acredita el hecho que fuera encarcelado ese mismo año, el 5 de diciembre de 1887; que participara solidariamente en las primeras protestas obreras ocurridas en la región redactando los volantes que acompañaban sus luchas. Y, sobre todo, que estudiara prolijamente las obras de Marx que caían en sus manos así como los informes y análisis de la realidad rusa que lo ayudaban a comprender los fenómenos que discurrían ante él.
  
Sus primeros contactos con las figuras más destacadas del socialismo de ese entonces, le permitieron también conocer los grandes temas del debate de su tiempo. Debió descubrir y enfrentar pronto las deformaciones del marxismo que se expresaban a través de dos corrientes muy definidas: los llamados “marxistas legales” que buscaban el debate político, pero no la acción revolucionaria y los economistas, que no creían en el papel independiente de la clase obrera ni en sus luchas. A partir de allí, su vida fue una constante polémica que nunca ocultó. Describiéndola, en 1916 le diría a Inessa Armand: “desde 1893 vivo pasando de una lucha a otra, siempre contra la estupidez y la bellaquería política”.
Se refería, por cierto, a sus críticos constantes, los mencheviques, los oportunistas de uno y otro signo, los liquidadores y los reformistas. También, a los mixtificadores del socialismo que buscaban sorprender al pueblo con ideas equívocas.
Los principales hitos de su actividad revolucionaria coincidieron con sus prisiones y destierros. Y es que Lenin no fue un “revolucionario legal” ni consentido que gozó de las libertades burguesas, sino un combatiente que conoció diversos avatares de la lucha. Acosado por la policía, fue apresado por primera vez en diciembre de 1887 y debió enfrentar similares apremios incluso hasta la víspera de la insurrección de 1917, cuando salió de la ilegalidad para dirigir el alzamiento victorioso de Petrogrado.
Estando en Siberia, como se recuerda, tuvo lugar en 1898 el I Congreso del Partido Social Demócrata Ruso, celebrado en Minsk con la presencia de apenas 9 delegados que abandonaron sus funciones apenas concluido el evento. Asumiendo esa voluntad, sin embargo,  en colaboración con Jorge Plejanov, resolvió retomar la conducción de ese partido y fundar “La Iskra”, que salió a luz el 24 de diciembre de 1900. El siguiente paso, fue dotar a la organización partidista de una estructura, un Programa y un Plan de Acción que respondiera a las necesidades del movimiento. A ese reto corresponden las tareas de Lenin en torno al II Congreso del POSDR de 1903, a la célebre escisión con los Mencheviques y a su primera polémica política recogida en las páginas del “¿Qué hacer?”, libro fundamental para conocer sus concepciones básicas.
Tan decisiva fue esta etapa de la historia, que mucho después Lenin diría: “El bolchevismo existe como corriente del pensamiento político y como partido político desde 1903”
Un nuevo hito en la vida de Lenin estuvo ligado por cierto a la Revolución de 1905, considerado luego como el “ensayo general de la Revolución de 1917”. La heroica lucha de ese entonces, La insurrección del Potemkim en el mar de Odesa, las Barricadas de Moscú en el barrio de Vyborg, el surgimiento de los Soviets como órganos de auto gobierno integrados por obreros, campesinos y soldados, y el enorme avance de la conciencia revolucionaria de los trabajadores; fueron los elementos que cerraron esta etapa que puso a prueba no sólo la capacidad de acción de los revolucionarios, sino también su calidad política.
Vinieron luego los duros años de derrota, repliegue y dispersión del movimiento, del trabajo del enemigo por minar el prestigio y la autoridad del bolchevismo y descalificar a Lenin. El debate interno con los partidarios de Martov, Plejanov, Trotski, Bogdanov y otros, pero también la lucha desembozada contra todas las expresiones del revolucionarismo pequeño burgués –los “liquidadores” - que asomó con toda su crudeza al integrarse el denominado “Bloque de Agosto” orientado en 1911 a aislar a Lenin y a los Bolcheviques; estuvieron en esa ruta. La Conferencia de Praga de 1912 permitió superar la crisis y reconstruir el movimiento, pero también afinar la estructura política para colocar en disposición de librar la jornada victoriosa que se aproximaba.
La I Guerra Interimperialista, a partir de agosto de 1914 y el deslinde  con los líderes de la II Internacional; fue un factor decisivo para la recuperación del movimiento. Mientras las figuras formales del socialismo europeo marchaban de furgón de cola de sus burguesías locales insuflados por un patrioterismo desenfrenado; Lenin y los suyos lanzaban vigorosas proclamas y llamamientos para transformar la guerra y orientar los fusiles contra los explotadores en todos los países. Los escritos de Lenin recogidos bajo el título genérico de “El socialismo y la guerra” constituyen piezas esenciales para el dominio de la época.
Como lo previeron los Bolcheviques la guerra fue el resultado natural de la crisis de descomposició n del capitalismo, que incapaz de resolver sus contradicciones por vía pacífica, alentó el enfrentamiento y la rapiña entre Estados usando a los pueblos como carne de cañón. Esa guerra estaba llamada a debilitar la estructura de dominación. Y así ocurrió. Acarreó la crisis a todos los países y generó violentas convulsiones sociales. En ese marco, la cadena de la explotación imperialista se rompió por su eslabón más débil: Rusia. “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” fechado en 1916, es una de las obras cumbres del período.
En febrero de 1917 cayó el régimen de los Zares, pero la gestión del Estado no fue asumida por el pueblo sino por diversos segmentos de la burguesía liberal soldada con el capital internacional. Febrero del 17 abrió en Rusia un periodo en extremo convulso, pero también riquísimo en experiencias y en lecciones políticas que permitieron que Lenin brillara con luz propia combatiendo en las condiciones más adversas.
Para comprender este periodo, hay que remitirse a las “Cartas desde lejos”, que Lenin enviara a Rusia desde su exilio en Suiza; pero también a las célebres “Tesis de abril” en las que se llamara a negar cualquier apoyo al gobierno provisional y a luchar más bien por la transformació n de la Revolución Burguesa, en Revolución Proletaria, es decir, socialista.
Es útil subrayar que este agitado periodo de la historia rusa conoció confrontaciones de todo tipo. Ellas asomaron incluso en el Comité Central del Partido Bolchevique, instancia que sólo una personalidad descollante, como Lenin, podía enrumbar. En esa circunstancia, alentando la insurrección armada ya en la orden del día, Lenin escribió:
“Para poder triunfar la insurrección debe apoyarse no en un complot, ni un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en el ascenso revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, la insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascendente en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor”.  
La toma del Poder, la instauración del primer régimen soviético en la historia humana y la expectativa mundial que el hecho generó; cerraron un capítulo de la historia y abrieron otro: el de la construcción de un orden social nuevo, más humano y más justo. Pero esa tarea, pasaba por la necesidad imperiosa de cerrar los saldos que quedaban del pasado. Poner fin a la guerra de rapiña era el único modo de crear las condiciones para cumplir el Programa Bolchevique reducido a cuatro palabras mágicas: Pan, Paz, Tierra y Libertad.
Para conocer este periodo, resulta esencial estudiar las Actas del Comité Central tomadas entre agosto de 1917 y febrero de 1918. Con ellas se puede  comprender a cabalidad acontecimientos excepcionales, como las matanzas de julio, la preparación y ejecución de la insurrección de octubre del 17, la composición monocolor y unipartidista del primer del Consejo de Comisarios del Pueblo, la lucha de Lenin contra las corrientes diversionistas y la firma del Tratado de Paz con Alemania, herramienta decisiva para la afirmación del gobierno bolchevique. También, por cierto, los primeros avatares de la Guerra Civil que, iniciada en 1918, concluyera finalmente con la victoria del Poder Soviético en 1921.
En la azarosa lucha política Lenin encontró siempre enormes obstáculos y la oposición de, incluso, dirigentes de su propio Partido. Más de una vez sus posiciones fueron transitoriamente vencidas, pero no derrotadas. Lo importante es subrayar que nunca concilió con sus adversarios ni buscó “soluciones intermedias”. Presionado para aceptar las erróneas posiciones de sus críticos, optó por quedarse en minoría consciente que tenía la razón. A quienes confiaban en él los alentaba con sabias palabras: “aprendamos a estar en minoría, aclaremos, expliquemos, convenzamos…” dijo, pero nunca nadie escuchó de sus labios la expresión “conciliemos”.
Ya en diciembre de 1920. ante el VII Congreso de los Soviets, Lenin confesó públicamente que se sentía enfermo. Habían ocurrido muchos graves acontecimientos en el periodo. Uno de ellos, el atentado cometido contra él en agosto de 1918. El doloroso percance, el exceso de trabajo, la fatiga acumulada y la naturaleza de los problemas, incubó un cuadro delicado que hizo crisis y le generó una parálisis en marzo de 1922. Luego de un proceso fugaz de recuperación, la dolencia volvió a la ofensiva y lo dejó virtualmente paralizado. El 21 de enero de 1924 falleció, dejando un vacío que nadie pudo llenar.
La figura de Lenin pasó a la historia humana como una estela encendida. En su honor, Mariátegui pronunciaría un sentido homenaje cinco días más tarde, la noche del 26 de enero de 1924. El cronista de la época, que recogió las incidencias del acto, subraya que el Amauta sostuvo que el proletariado mundial se asociaba al duelo de los trabajadores rusos por la desaparición de esta gran figura del movimiento obrero.
 Para comprender mejor la trascendencia de la vida y la obra de Lenin, hay que ligarla ahora a los elementos esenciales de su concepción: la lucha por el Poder y la transformació n revolucionaria de la sociedad, el papel de la clase obrera, la formación del Partido Revolucionario, el rol de la prensa y la importancia decisiva de la lucha de las ideas en nuestro tiempo. Veamos.
La Toma del  Poder y la revolución.    
En su estudio “Gramsci y el leninismo” Palmiro Togliatti sostiene que Lenin aportó al marxismo tres nuevos capítulos: Una doctrina del imperialismo, como fase superior del capitalismo; una doctrina de la revolución y una doctrina del Partido.
En la base del pensamiento doctrinario leninista está la idea de la transformació n revolucionaria de la sociedad. Y ella se expresa, como se ha señalado ya, en la lucha contra el reformismo en todas sus variantes. No se trata de una “conclusión” a la que arribara el Jefe bolchevique al final de su experiencia, sino de una constante de la que partió desde un inicio, cuando se enfrentó con los “marxistas legales” y los economistas”, que resumieron sus concepciones en un “Credo” publicado en diciembre de 1900 en el que sostuvieron que el marxismo debía pasar a una fase nueva en la que “en lugar de perseverar en sus tentativas de lucha por la conquista del poder, se dedicará a transformar la sociedad existente con un espíritu democrático”.
La idea pareciera haber sido escrita ahora, hace poco, por los personeros de la izquierda legal, que han reemplazado la lucha revolucionaria por entendimientos de corte electoral en pos de ubicaciones parlamentarias, como si hubieran llegado a la conclusión de que la tarea no es ya hacer la Revolución en el país sino arrancar concesiones a la clase dominante desplegando una lucha “dentro” del sistema de dominación capitalista.
No necesariamente es malo para los revolucionarios intervenir en elecciones en una sociedad capitalista. Los Bolcheviques también lo hicieron desde 1908, y aún antes, alcanzando representació n en la vieja Duma de los Zares; pero no por eso renegaron nunca de la lucha, ni perdieron de vista el objetivo central que partía de una clara concepción revolucionaria. Y de eso tuvo conciencia Lenin desde el inicio de su accionar. Respondiendo entonces al Credo de los reformistas dijo:
“La lucha política y económica del proletariado forma un todo indisoluble. La tarea fundamental del Partido debe seguir siendo la conquista del poder para trasformar la sociedad burguesa en sociedad socialista”
Poco después, en el célebre Qué hacer, al tiempo que reivindicó el rol que jugaran los primeros social demócratas en Rusia, recordó que ellos, al ocuparse de la agitación económica, lejos de estimarla como su única tarea, se asignaban desde el inicio las más amplias tareas de la socialdemocracia en general, pero el derrocamiento de la autocracia zarista en particular. El tema de la transformació n revolucionaria de la sociedad estuvo presente siempre, y no sólo en una determinada circunstancia de la historia.
Y es que olvidar el tema de la lucha por el Poder o relegar a un segundo o tercer plano el indispensable debate en torno a la Revolución como camino de lucha de los trabajadores y objetivo central del Partido de Vanguardia, es simplemente capitular deshonrosamente ante el enemigo de clase, y admitir a perpetuidad la dominación capitalista. Lenin nunca cometió este error, y nunca tampoco renunció a situar los temas de debate en su real dimensión.
Hay ahora quienes sostienen que Lenin y sus compañeros no “tomaron el Poder” sino que éste “cayó sólo”, que fue necesario apenas “un empujoncito” para que se derrumbara el podrido edificio del zarismo y el régimen provisional, y que el Partido Bolchevique aprovechó más bien de la coyuntura para “apoderarse”, gracias a un “golpe de mano” de algo que virtualmente ya no existía. Nada más falso. No sólo porque el Partido Bolchevique ya en ese entonces era un verdadero Partido de Masas, sino porque tenía objetivamente la iniciativa política en una circunstancia en la que el país estaba trabado y millones de personas veían  como únicamente válida la alternativa que este ofrecía al pueblo. Por eso lo siguieron.
Los sucesos del 25 de octubre de 1917 de acuerdo al viejo calendario ruso, no fueron episodios imprevistos, ni sorpresivos, ni circunstanciales. Fueron el corolario natural de un proceso violento en el que una parte del pueblo impuso su voluntad a una minoría envilecida y en derrota que no atinaba a resolver los problemas del país porque estaba atada a los intereses del Gran capital. Fueron, en suma, el momento culminante de una Revolución.
Para Lenin, la Revolución fue siempre y esencialmente, una acción de masas y no el movimiento de pequeños grupos por revolucionarios o audaces que parezcan. La capacidad de los revolucionarios para ganar el apoyo del pueblo constituye la garantía de la justeza de su línea, pero también la antesala de su victoria. Cuando la Vanguardia es capaz de ganar para su causa a millares y a millones de trabajadores, está abriendo camino serio para la transformació n revolucionaria de la sociedad. Cuando eso no ocurre y cuando la izquierda desperdigada y en derrota no es capaz de unirse ni avanzar, entonces las posibilidades de éxito del proletario, simplemente se esfuman.
En las páginas de “El Estado y la Revolución”, aludiendo a las formas de lucha de los trabajadores, Lenin reivindicaba la acción de masas revolucionarias y la combinación de diversas formas de acción en la batalla contra el Capital. Pero fue aún antes, en Las Tesis de Abril, de 1917, cuando se refleja una realidad nueva: la lucha por el Poder dejó de ser una concepción estratégica insoslayable y se convirtió en una demanda táctica que los bolchevique debieron plantear de manera inmediata: la `transformació n de la revolución burguesa en revolución socialista.
La toma del Poder, la transformació n revolucionaria de la sociedad y la instauración de la Dictadura del Proletariado, no fueron frases, sino la enumeración de principios inabdicables.
Hay que subrayar, sin embargo que esta última expresión, la dictadura del proletariado, se ha prestado a diversas confusiones en el mundo contemporáneo en el que pululan dictaduras de la burguesía y del Gran Capital en las más variadas formas. Ha habido quienes, entonces han optado por usar esa expresión en su versión dialéctica asegurando –como es verdad-  que la dictadura del proletariado equivale a la democracia popular más amplia; del mismo modo que la democracia burguesa es tan solo comparable a la dictadura de clase de la burguesía. Otros, sin embargo, han renunciado a la formulación por pereza, por comodidad o simplemente por renuencia a enfrentar el debate de clase contra la burguesía y sus aliados.
Por eso se ha “puesto de moda” la idea aquella de que la dictadura del proletariado es ya “un concepto superado”, que la lucha de clases “ya no existe” y que el sindicalismo de clase “es una concepción obsoleta”  
La clase obrera, como fuerza fundamental
El centro del interés revolucionario fue, desde el primer momento, ganar la conciencia de los trabajadores.
En nombre del Proletariado Lenin inició la construcción del Partido y desarrolló sus concepciones básicas. En nombre del Proletariado condujo todas las acciones porque estaba convencido de lo que Marx había asegurado muchos años antes:
“De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar”
Hay quienes sostienen hoy que la modernización capitalista ha hecho desaparecer a la clase obrera, que el proletariado, en consecuencia, ya no existe. Y que, por tanto, no resultan válidas las formulaciones marxistas en torno a la materia.
Que el proletariado de hoy es distinto al proletariado de hacer dos décadas, es absolutamente cierto como lo es también distinto el “modelo” de dominación que ha escogido  la burguesía para perpetuar su régimen. Pero esos cambios son naturales y no debieran sorprender a nadie. La clase obrera que en 1871 se alzó en la Comuna de Paris, no era ciertamente la misma Clase Obrera de la Revolución de 1848. Pero no se mantuvo tampoco estancada. En 1905, la clase obrera rusa que hizo las barricadas, era ciertamente diferente al proletariado francés de tres décadas anteriores. Y los obreros que hicieron posible la Revolución del 17, no fueron tampoco iguales al proletariado europeo después de la Segunda Guerra Mundial. En todas las etapas de la historia se registran cambios que siempre hay que tomar en cuenta, pero ellos no desnaturalizan las leyes sociales ni alteran el desarrollo mismo de las sociedades.
Mientras subsista la explotación capitalista, es decir mientras los mecanismos de dominación generen plusvalía, habrá un segmento de la sociedad que se enriquecerá con el trabajo ajeno. Unos serán los explotadores. Y otros, los explotados. La lucha entre unos y otros –lucha, y no concertación- será inevitablemente impuesta por la historia. Subsistirán entonces las contradicciones de clase y la lucha  entre las clases seguirá siendo el motor de la historia.
En el plano del accionar reivindicativo los trabajadores podrán discutir sus condiciones de trabajo y sus salarios con los patrones o el Estado; pero su lucha no podrá constreñirse ni limitarse al plano sindical o reivindicativo. Hay que devolverle al proletariado su condición de herramienta política básica y por lo tanto de fuerza –única fuerza- capaz de transformar revolucionariamente la sociedad.
Limitar a los trabajadores a la acción sindical y hacer de las marchas obreras un ritual reivindicacionista, sin educar políticamente al proletariado, sin discutir abiertamente con los trabajadores los problemas del país y sus deberes como clase; conducirá inevitablemente a la desmoralizació n y a la desmovilizació n del proletariado, a la conciliación de clases y al embellecimiento de la política de capitulación que caracteriza al sindicalismo amarillo. En el plano concreto, eso llevará a debilitar las fuerzas del movimiento sindical clasista y a fortalecer el reducto el esquirolaje y la traición.
El Partido Revolucionario:
Cuando le preguntaron a Lenin en lucha contra qué enemigos en el seno del movimiento obrero había podido crecer, fortalecerse y templarse el bolchevismo, respondió sin titubeo: “en primer lugar, y sobre todo, en lucha contra el oportunismo”.
El oportunismo en el movimiento obrero  es consecuencia de una política sin principios. Se expresa en vaivenes políticos y en “bandazos” “de izquierda” y de “derecha” que desconciertan al proletariado y abre paso a la derrota del movimiento, y en la renuncia a posiciones de principio.
 El oportunismo es también la secuela de la política de colaboración de clases. Se basa en la postración ante el movimiento obrero espontáneo que incuba la ilusión de una transformació n gradual del capitalismo. En el fondo, refleja el estado de ánimo de líderes apoltronados y conformistas, y de sectores medios de la sociedad capitalista que han alcanzado un determinado “sitial”, que les parece suficiente para vivir sin procesos convulsos. Buscan, entonces, “acomodarse”, en lugar de luchar. Y prefieren “esperar” que la situación cambie por sí sola. Cuando esa concepción toma forma en la estructura partidista, nos hallamos ciertamente ante el caso de la descomposició n moral y política del Partido de Vanguardia.
Cuando eso ocurre, la clase pierde el rumbo, los militantes no perciben el proceso que viven, ni tampoco cuáles son sus objetivos  esenciales. Reina la confusión y el desánimo y miles de activistas revolucionarios finalmente desertan o dedican sus esfuerzos a otras tareas renunciando objetivamente a sus deberes revolucionarios. Eso hace un profundo daño al proceso político nacional porque permite a la clase dominante consolidar fácilmente y sin mayor resistencia sus orientaciones fundamentales. Eso equivale, para decirlo en palabras de Lenin “a desarmar por completo al proletariado en provecho de la burguesía”.
La prensa bolchevique
Fue el 24 de diciembre de 1900 que salió a luz el primer periódico revolucionario ideado por Ulianov. La Iskra –“La Chispa”- tenía un lema indicativo: “De la chispa, brotará la llama”, decía premonitoriamente.
Para el combatiente, una prensa revolucionaria era un fin en sí mismo, pero también un instrumento para alcanzar otros fines. Cumplía su papel, pero contribuía decisivamente a crear conciencia política, formación ideológica y cultura entre los trabajadores y el pueblo. Para esa función, primero fue la Iskra, pero después muchas otras publicaciones del mismo corte, como la revista Zariá (Aurora) que publicó el primer artículo de Ulianov bajo el seudónimo de Lenin. También Volna (La Ola), Vperiod (Adelante), Novaia Zhins (Vida Nueva), Proletari y Pravda, entre otros.
En muchos casos se trataba de prensa ilegal pero tenía ese carácter no por voluntad propia sino por decisión de sus adversarios, que la perseguían con odio desenfrenado. No hay que olvidar, por ejemplo, que Pravda, entre 1912 y 1917 sufrió muy duros embates. Contra sus redactores fueron instruidos 36 procesos judiciales. Ellos, en promedio, estuvieron tras las rejas 47 meses y 5 días. El periódico fue clausurado 8 veces por el gobierno y de los 636 número que se editaron, 41 fueron simplemente confiscados.
En todos los casos, eran publicaciones que buscaban regularidad en las condiciones más adversas de la represión zarista, pero que cumplían funciones invalorables de educación y organización popular. Para ese efecto, Lenin tenía en diversas ciudades sus “corresponsales” , los célebres “comitards”,  verdaderos activistas que enviaban reportes, recibían la prensa y la difundían afrontando severos riesgos. A esa estirpe de combatientes pertenecieron hombres como Noguin, Piatakov, Rykov, Smilga y otros.
A ellos, que eran sus colaboradores de mayor confianza, les  inculcaba el amor infinito al trabajo revolucionario, la preocupación constante por los problemas y las tareas a enfrentar, los inducía a mostrar las cualidades más apreciadas en cualquier combatiente revolucionario: la capacidad de entrega, el sacrificio, la mística revolucionaria, la lealtad y la modestia. Los corresponsales fueron, en ese sentido, una cantera inagotable de recursos humanos no sólo para la prensa, sino también para el cumplimiento de todas las tareas revolucionarias.
Después de las experiencias de la prensa leninista se puede asegurar que si un Partido por voluntad propia carece de prensa regular, deja realmente de ser un partido de vanguardia porque no puede expresar una línea, trasmitir una orientación, ni está en condiciones ni en capacidad de llevar su pensamiento a los trabajadores y al pueblo.
Objetivamente, y sin presunción alguna, los integrantes del Colectivo Nuestra Bandera, que en febrero del próximo año cumpliremos cinco años consecutivos de publicación regular, podemos preciarnos del hecho que, sin ser un Partido ni pretender asumir tareas que no nos corresponden, hemos aportado al movimiento con una prensa de clase al servicio de los trabajadores-
La lucha de las ideas.
Un viejo aserto leninista nos asegura que “sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria” .
La frase tiene diversas aristas de interpretació n. Establece, en primer lugar, la relación estrecha que existe entre la teoría y la práctica. Pero, prioriza la fuerza de las ideas porque ellas son las que generan el accionar de los revolucionarios.
La teoría revolucionaria tiene distintas fuentes. La primera, es el análisis de la realidad. Hacerlo debe ser tarea constante y permanente de los revolucionarios.
No siempre es posible desarrollar estudios profundos de temas puntuales, pero es indispensable siempre estudiar el escenario político y sus implicancias, para distinguir el todos los casos dos elementos claves:
Cuál es el enemigo fundamental que enfrenta el país, y cuál el peligro principal que amenaza nuestra lucha.
Es claro que, en las circunstancias actuales, el enemigo fundamental es el imperialismo norteamericano, pero él se expresa gráficamente en la aplicación del modelo neoliberal que ejecuta la clase dominante y que sirve para esquilmar sistemáticamente a nuestro pueblo. La lucha contra ese modelo y contra el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, por ejemplo, no es una frase. Ni siquiera una consigna de agitación momentánea. Implica un accionar cotidiano, una práctica constante, una movilización permanente.
No se trata de repetir acciones a cada instante, lo que, por lo demás, no se hace, sino de convencer y persuadir a los trabajadores y al pueblo de que ambos -el neo liberalismo y el TLC- son instrumento de la dominación imperialista y remachan el subdesarrollo y la dependencia que nos ata a la administració n norteamericana. Para eso se requiere una labor permanente, constante y activa de discusión, debate, educación y persuasión. Un trabajo ideológico amplio y de gran envergadura que debe hacerse de un modo sistemático y organizado llegando en primer lugar y antes que nada, a la conciencia política de los trabajadores.
Este trabajo debe poner en evidencia también la esencia de la política imperialista en nuestro tiempo. La guerra de Irak, la política de expansión del Gran Capital, el bloqueo a Cuba, las amenazas sistemática de la administració n Bush contra pueblos y naciones y los peligros que se ciernen sobre el mundo de hoy deben ser constantemente abordados por las fuerzas de vanguardia y llevados al calor del debate a las asambleas de trabajadores, en primer lugar, y a las concentraciones populares también-
Igualmente hay que tener conciencia plena de lo que constituye la amenaza principal que se yergue contra el país. Ella es ciertamente el fortalecimiento de las tendencias represivas y mafiosas del régimen del Presidente García y sus aliados. Es público el hecho que el gobierno aprista ha pactado con la Mafia fujimorista y con todo lo que ella significa, y con las fuerzas más reaccionarias representadas en Unidad Nacional. Combatir a esas fuerzas obliga a los sectores avanzados de la sociedad a enfrentar la impunidad y la corrupción en todas sus variantes. Permitir que ella prospere, es abrir cauce a la restitución de un régimen neo nazi extremadamente peligroso para los trabajadores y el pueblo.
La unidad más amplia, es decir la unidad de todas las fuerzas democráticas y progresistas de la sociedad, constituye no sólo un deber esencial, sino también un apremiante reto. Pero esa unidad no puede ser una frase abstracta, sino una acción concreta, militante, activa, cotidiana, que no de tregua a nuestros enemigos y que levante el ánimo y la moral de nuestros combatientes.
Por eso hay que decir también en este caso que la unidad no es un fin en si mismo, sino una herramienta para alcanzar otros fines.
Llegar a ella implica tener una determinada concepción –es decir, una idea- del proceso peruano, pero también asumir un compromiso de lucha que resulta indispensable. Y es que la unidad puede ser la culminación victoriosa de una lucha justa, pero también un simple “compromiso” transitorio de fuerzas que ocultan tras palabras hueras su política electoral o su conducta oportunista.
En ningún caso se puede eludir el trabajo ideológico ni organizativo de las fuerzas de  la vanguardia. Ni tampoco la unidad puede  suponer una renuncia a los objetivos revolucionarios de las fuerzas más  avanzadas. Al contrario, las incluirían como una garantía de progreso en la lucha por la sociedad socialista.
Por eso esta noche hay que decirles, a los que olvidaron a Lenin, que su mensaje está vivo; y que nosotros, seguimos en la lucha.
Muchas gracias.
(*) Exposición en acto de homenaje a Lenin y la Revolución de Octubre convocado por el Colectivo de Nuestra Bandera y celebrado en la Casa Mariátegui la noche del miércoles 8 de noviembre del 2006

Ponencia en simposio internacional 2006

Ponencia en simposio internacional 2006

AMAUTA Y LA CONCEPCION INTERNACIONALISTA  (*) 

Por GUSTAVO ESPINOZA M. 

“El objeto de esta revista  es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios y científicos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú, primero con los de los otros pueblos de América, en seguida con los de los otros pueblos del mundo” José Carlos Mariátegui. “Presentación de Amauta”. Septiembre 1926   

I.- Introducción Se ha dicho con frecuencia que José Carlos Mariátegui es una fuente inagotable de ideas y un manantial sostenido para la creación y el pensamiento político. Pablo Neruda, aludiendo a esa verdad en un sentido literario y figurado, solía decir: Sobre Mariátegui seguirá cantando el mar / Lo echarán de menos nuestras praderas / nuestras desoladas planicies / El viento en las alturas superiores lo recuerda / Nuestro pequeño hombre oscuro / que crece a tumbos lo necesita / por que él nos ayudó a darle nacimiento / El comenzó por darnos luz y conciencia”.  Y así es, en afecto. Aún en nuestro tiempo, y hasta podríamos decir con mayor razón en nuestro tiempo, se afirma la necesidad de volver a Mariátegui, estudiar los elementos de su teoría, profundizar en su accionar práctico y extraer de uno y otro las razones de una lucha que se afirma en el horizonte.  No se trata, solamente de invocar lo escrito por el Amauta, o  lo publicado por la revista que viera la luz en la primera semana de septiembre de 1926. Aún más importante que eso, es estudiar la esencia del personaje y de su creación literaria y política para comprender mejor la naturaleza de los problemas que agobian a nuestros pueblos, en esta etapa del desarrollo social en la que parecen haberse detenido las fuerzas del cambio y haber ingresado nuestra sociedad en un túnel oscuro y sin salida. Volver a Mariátegui, entonces y convocarnos bajo su bandera, tiene no sólo una importancia literaria, sino también un enorme sentido político. Y es que, es precisamente en circunstancias como ésta que la política dignifica y ennoblece, porque  no se expresa en objetivos subalternos y ambiciones precarias. Nos proponemos por eso subrayar el papel verdaderamente internacionalista de Amauta y mostrar la íntima relación existente, en el marco del proceso social de nuestro continente, entre el proceso revolucionario latinoamericano, la figura rectora de Mariátegui y el rol activo que jugó en el periodo la revista como instrumento de politización y educación de la vanguardia política en la lucha por el ideal socialista. Veamos. 

II. Los primeros elementos del proceso revolucionario continental: En los primeros años del siglo XIX, uno de los organizadores del Partido Obrero en la ciudad de Nueva York, George Evans, demandaba, a través de las páginas de su periódico “Working Man’s Advocate”, convertir a los obreros en pequeños propietarios de tierras como una manera de paliar los efectos de la explotación despiadada del capital. En ese entonces Thomas Skidmore, publicaba en Filadelfia un libro referido a “el derecho del hombre a la propiedad”. Eran, ambos, elementos iniciales de una suerte de socialismo utópico que más tarde tomaría forma y alcanzaría adeptos en el norte de América tras las propuestas de Robert Owen y el célebre impulsor de los Falansterios, Charles Fourier; y que se tornaría en el preludio del pensamiento revolucionario en el nuevo continente. El rápido desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos no tuvo similar en las regiones situadas desde el sur de ese país hasta la Patagonia. No obstante, los primeros indicios de la organización obrera en América Latina se mostraron a partir de 1830. Desde ese año y en las dos décadas posteriores ocurrieron, en efecto, las primeras grandes huelgas en Chile, México y Brasil. Y poco más tarde en Argentina.. Fueron estos movimientos vastos contra la política succionadora del Gran Capital, en primer lugar inglés y luego norteamericano, empeñado en apoderarse de las riquezas naturales de los países de centro y sur América.   A partir de 1850 se tiene noticias ya de la existencia de las primeras organizaciones sindicales como expresión del incipiente desarrollo del proletariado. Y en 1870 del surgimiento de la Primera Sección de la Asociación Internacional de Trabajadores, surgida en Paris en 1864 bajo la orientación de Carlos Marx y Federico Engels. Como lo señala Boris Koval : “La formación de la clase obrera fue un proceso de alcance histórico mundial relacionado con la aparición y el crecimiento de la gran producción capitalista” Los acontecimientos europeos ocurridos en el periodo tuvieron por cierto innegable influencia en nuestra región. La Guerra Franco Prusiana de 1870, expresión de la lucha por el dominio entre las burguesías de ambos países y la Comuna de París en 1871 -la primera experiencia de una insurrección obrera triunfante- así como su posterior derrota; fueron episodios que incidieron significativamente en el proceso social de América Latina por cuanto mostraron la desenfrenada voracidad de la clase dominante y los pérfidos métodos a los que recurría cuando veía en peligro su hegemonía. Probablemente al calor de esas experiencias que tuvieron resonancia mundial, entre 1880 y 1910 aparecieron en el subcontinente los primeros Partidos Social Demócratas y Socialistas que se sumaron a las tareas de la II Internacional manteniendo correspondencia fluida con el Buró Socialista en el que se hallaban representadas las posiciones más progresistas. El desarrollo del capitalismo en América y la subsistencia de estructuras económicas de la dominación feudal, generaron en nuestros países el surgimiento de una clase expoliadora y formas despiadadas de opresión que tensaron las contradicciones sociales y dieron lugar a profundas convulsiones en diversos países. Quizá si la primera gran expresión de esa realidad fue la Revolución Mexicana que, nacida en junio de 1910, diera poco después al traste con una de las dictaduras más siniestras de la historia, la de Porfirio Díaz, en mayo de 1911. 

III.- La Revolución mexicana y su incidencia: En sus inicios, como se recuerda, la Revolución Mexicana, considerada por Mariátegui como “el fenómeno dominante, por su trascendencia social y política” en el periodo,  implicó la insurgencia de un vigoroso movimiento popular representado por la burguesía liberal. Francisco Madero, en efecto, personificaba el ala más conservadora del vasto frente de fuerzas sociales que se alzaron contra la dictadura y encabezó el movimiento no sólo porque alcanzó a precisar con mayor nitidez los lineamientos de su programa, sino porque encarnaba los intereses de una burguesía en ascenso dispuesta a tomar en sus manos las riendas de un Poder hasta entonces, administrado por un viejo tirano. De esa experiencia se ocupó Mariátegui en su Conferencia de diciembre de 1925 en la Universidad Popular González Prada y en numerosos escritos, publicados muchos de ellos en la revista Amauta. En la base de la Revolución Mexicana, como lo refiere Mariátegui, subyacían importantes sectores sociales particularmente agrarios. Emiliano Zapata y Francisco Villa, los líderes campesinos que luchaban por la devolución de las tierras a las comunidades, proclamaban ya concepciones avanzadas en el plano social y disponían de destacamentos armados que luchaban por hacer valer los derechos de los oprimidos. México era en ese entonces un país campesino. 12 de los 15 millones de habitantes vivían en el mundo rural y estaban vinculados a la agricultura. Sus líderes, que en los inicios del conflicto respaldaron a Madero, pronto hicieron su propia lucha y extendieron sus brazos hacia el incipiente proletariado urbano. Paralelamente, en el Estado de Morelos Zapata puso en vigencia el denominado Plan Ayala, que recogía las demandas fundamentales de los trabajadores del campo. Fueron esos segmentos sociales los que confirmaron los ideales primigenios de la Revolución Mexicana cuando se vio ferozmente amenazada, en febrero de 1913, por el motín del general Victoriano Huerta, que derrocó, y asesinó a Madero y tomó el poder para instaurar una dictadura feroz contra todo el pueblo. Contra el nuevo tirano,  insurgieron no sólo los líderes agrarios, sino también segmentos intermedios de la burguesía comercial y financiera, como Alvaro Obregón y Venustiano Carranza. En favor de Huerta los Infantes de Marina de los Estados Unidos ocuparon el puerto de Veracruz, pero no pudieron evitar la caída del tirano que finalmente dimitió en  el 13 de agosto de 1914, dando inicio así a la segunda etapa de la Revolución que, sin embargo, no tuvo el desenlace más esperado por la insuficiente preparación  organización y experiencia de los sectores más deprimidos de la sociedad. La expresión política de este convulso escenario considerado por Mariátegui “el primer albor de la transformación del mundo hispano-americano”, la dio luego la conversión de los núcleos más progresistas del partido Liberal en Partido Socialista, bajo la influencia de  los hermanos Flores Magón y José Allen, que influyeron después, decisivamente, para que en 1918 viera la luz el Buró Panamericano de la Internacional Comunista.  

IV.- La irrupción del bolchevismo: Es conocido el hecho que Lenin siempre valoró altamente el proceso revolucionario americano como la expresión combativa del proletariado en acción. Esta valoración  sin embargo, se trocó en interés manifiesto luego del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre cuando se tornó imperiosa la necesidad de nuevas conquistas del proletariado universal en la lucha contra el viejo orden capitalista. Sobre todo a partir de allí el líder bolchevique cuidó con especial preocupación sus vínculos con América del norte y del sur.  Y se preocupó activamente porque los materiales y publicaciones de los bolcheviques fueran enviados también a los combatientes de América y llegaran a su destino. Cuando el debate en el seno de la II Internacional refundada con la ayuda de Federico Engels polarizó las tendencias entre los reformistas y los revolucionarios, el conductor de la Revolución de Octubre buscó firmemente asegurar una fluida información para que no quedaran dudas respecto a la naturaleza de los temas en cuestión. En ese marco, respaldó a los internacionalistas, que se enfrentaron a los reformistas y revisionistas que objetivamente capitularon ante la presión de sus burguesías nacionales. Fueron esos los años más duros del debate en torno a la I Gran Guerra Inter- Imperialista, en torno a la cual se proyectaron, en efecto, dos posiciones nítidamente diferenciadas. A un lado se situaron quienes ante la gran conflagración optaron por cerrar filas en defensa de lo que consideraban “sus” intereses nacionales; y, al otro, quienes, teniendo una visión de clase del problema, comprendieron que la guerra no eran entre países, y que la salida no consistía en disparar de una trinchera a otra, sino en confraternizar en ellas coincidiendo en la lucha por cambiar de raíz la sociedad y eliminar para siempre las razones de esa confrontación. Tal fue por cierto, la esencia del pensamiento que recogiera el Manifiesto de Zimmerwald, en septiembre de 1915, considerado por Mariátegui “el primer despertar de la conciencia proletaria”. El debate en torno a la guerra se hizo más local y patente cuando los  parlamentos de los países beligerantes debieron votar los llamados “créditos de guerra”. Es decir, las partidas necesarias para la adquisición de armas y la provisión de pertrechos militares indispensables para hacer frente al conflicto. Las discrepancias, y las votaciones en el seno de las Cámaras Legislativas de cada país sirvieron para colocar a cada quién su verdadero puesto, pero alimentaron también la inexorable división de la II Internacional. Mientras los reformistas liderados por Kautsky, Ebert y Berstein se sumaban a sus gobiernos bajo el pretexto de la defensa de la “soberanía nacional”, los revolucionarios guiados por Lenin definían los campos de otro modo. Cuando se inició el conflicto, hablando sobre su origen y los intereses que lo alimentaban, dijo en su trabajo “La guerra y la social democracia en Rusia”: “La guerra europea, preparada durante decenios por los gobiernos y los partidos burgueses de todos los países, se ha desencadenado. El aumento de los armamentos, la exacerbación extrema de la lucha por los mercados en la época de la novísima fase, la fase imperialista, de desarrollo del capitalismo en los países avanzados y los intereses dinásticos de las monarquías más atrasadas, debían conducir inevitablemente, y han conducido, a esta guerra”. Luego de eso, definiendo el perfil de esta guerra, añadiría: “Cada día se hace más evidente  que ésta es una guerra entre capitalistas, entre grandes bandoleros que disputan para decidir quién obtendrá mayor botín, saqueará más países y oprimirá y esclavizará más naciones”  Mariátegui, por cierto, no se quedó con los reformistas, sino que asumió la bandera de Lenin, a quien admiró siempre. Se hizo Bolchevique no sólo como lo había reconocido a su manera respondiendo a una nota del diario “El Comercio” en 1918, sino afirmando una concepción que desarrolló consecuentemente en la revista Amauta y que luego llevó como aporte esencial al Partido que fundó y a la lucha por los objetivos del socialismo. José Allen, obrero mexicano, Luis Frayna del movimiento socialista de los Estados Unidos, Enrique Flores Magon, ya citado, el ruso Boyotín residente en el país del norte,  el revolucionario nipón Sen Ketayama  radicado en USA y el periodista norteamericano John Reed estuvieron entre los fundadores del Buró Panamericano de la Internacional Comunista creado por iniciativa de Lenin cuando éste decidió, romper finalmente con los núcleos reformistas de los socialismo domesticado y marchar hacia la construcción de una nueva unidad, crisol que alumbró a partir de marzo de 1919, cuando se creó en Moscú la III Internacional. Este Buró funcionó alternativamente en Estados Unidos y en México y contribuyó decisivamente a la formación de Partidos Comunistas en diversos países, incluso en Centroamérica donde surgieron las secciones de Guatemala, Honduras y El Salvador; y en Cuba, donde en 1925 se fundó el primer Partido Comunista. También contribuyó a la formación del Partido Comunista de Panamá y más tarde a la formación del Buró del Caribe de la IC. Es bueno recordar que la actividad del Buró Panamericano fue examinada en la sesión del Comité Ejecutivo de la IC en 1921 que decidió enviarle como “refuerzo” a Edgar Vory  (conocido como Sterner), años después Presidente del Partido Suizo del Trabajo. Este Buró influyó decisivamente en la formación de destacados luchadores revolucionarios como los hermanos Gustavo y Eduardo Machado, de Venezuela, y Carlos Baliño y Julio Antonio Mella de Cuba; y abordó por iniciativa de la IC un muy rico debate en torno al carácter de la lucha contra el imperialismo norteamericano en la región. La disolución, en 1921, del Buró Panamericano, dio lugar al surgimiento de dos organismos directamente relacionados al Comité Ejecutivo de la IC. El Buró del Caribe, que tenía a su cargo México, Chicago y La Habana; y el Buró Sudamericano que, en sus inicios, abarcó solamente el trabajo en Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile. A partir de ese momento cobró cierta significación el trabajo del Buró Sudamericano de la IC con sede en la capital argentina. Una de sus primeras tareas fue ayudar al proceso de formación de los Partidos Comunistas en diversos países. El Partido Social Demócrata de Chile, fundado en 1912 por iniciativa de Luis Emilio Recabarren, pasó a llamarse Partido Comunista en 1921. En Argentina, los socialistas de izquierda, que se habían retirado en 1918 del Partido oficial y que se llamaron transitoriamente “Partido Socialista Internacionalista”, se denominaron luego Partido Comunista Argentino.  El Comité Ejecutivo de la IC, en un pleno ampliado, celebrado en 1925, analizó estos temas y registró también la presencia de destacados revolucionarios latinoamericanos, entre los que puede citarse a Vittorio Codovilla, Rodolfo Ghioldi, el mexicano Manuel Díaz Ramírez, Mella y José Carlos Mariátegui. En ellos puso interés. 

V.- El trabajo del Buró Sudamericano. Uno de los grandes temas abordados polémicamente por los revolucionarios latinoamericanos se refiere siempre al papel y a las tareas del Buró Sudamericano de la IC. En nuestro país, incluso destacados historiadores y críticos como Alberto Flores Galindo pusieron énfasis en subrayar verdaderas o aparentes deficiencias de este organismo como un modo de enfrentar nuestra experiencia revolucionaria con el papel y las tareas de la IC. En el fondo también como una manera de sustraer el filo revolucionario del accionar de Mariátegui, presentándolo apenas  como una suerte de “libre pensador” de su tiempo, “incomprendido” y “criticado” por sus contemporáneos. Y eso no fue así. Hay que admitir por cierto que en América Latina en aquellos años trabajaron varios funcionarios de la IC que actuaron con una mentalidad más bien burocrática. Pensaban que bastaba reclutar a un grupo de comunistas en un determinado país para declarar constituido el Partido y hacerlo reconocer por la IC con toda la carga que ello implicaba. Esos “partidos”, en realidad eran simples grupos que se desintegraban pronto porque no estaban vinculados con la clase obrera de su país, ni con la tradición del pensamiento teórico de ese país. No participaban tampoco en las luchas concretas que desarrollaban las poblaciones, sobre todo obreras y campesinas, Objetivamente contrariaban la concepción leninista que se afirmaba en la idea de que “cada país debe parir su movimiento”. Cada Partido debía ser producto de un determinado desarrollo histórico y ser injertado en un tronco que dé frutos, y no un producto silvestre. Mariátegui, que estudió el proceso de formación de Partidos Comunistas en Europa y observó atentamente el desarrollo del movimiento en Asia, comprendió esto: la necesidad de alentar el desarrollo y la conciencia del movimiento obrero, así como el valor de las ideas en la lucha revolucionaria. En la base de su trabajo, apareció así la revista Amauta, su papel en el desarrollo social y su innegable contribución a la afirmación de una verdadera ideología de clase. En esa misma línea se anotan por cierto la formación de la Central Sindical creada en mayo de 1929 y la formación del Partido. Mariátegui le dio a Amauta la tarea de introducir en el Perú las ideas del socialismo. Comprendiendo que eso era también un proceso, no tuvo un desarrollo lineal ni uniforme. Por lo demás, se vio interrumpido por la clausura temporal de la revista y la agudización de las tensiones sociales que generaron una dinámica en cierto modo no prevista por su fundador. No obstante ello, los lineamientos básicos de Mariátegui se cumplieron porque eran acertados y correspondían el grado de maduración de nuestro movimiento. Es en ese marco que debe situarse entonces el debate respecto a la Conferencia de Partidos Comunistas celebrada en 1929 en Buenos Aires. En ella, se discutió entre diversos temas, el de la formación del Partido en el Perú. En un momento en el que los socialistas más revolucionarios buscaban diferenciarse de los reformistas asumiendo su condición de comunistas, no se comprendió por qué Mariátegui había optado por el nombre de socialista que había entregado a su Partido. Hubo quienes, a partir de allí, pretendieron buscar elementos inexistentes: una cierta disputa entre Codovilla y Mariátegui, una deslegitimación del Amauta por parte de la IC, una visión pretendidamente “populista” a partir de las concepciones de Mariátegui en torno a la Comunidad Campesina, y otras diferencias.  Hay que considerar que la Conferencia de Buenos Aires fue un evento escrupulosamente organizado, que reunió a 38 representantes de Partidos la mayoría de los cuales actuaba en la ilegalidad, que casi todos eran muy jóvenes: Mariátegui, no estuvo entre los presentes, pero era uno de los cuadros más maduros y tenía la misma edad de Codovilla. Muchos de ellos no se conocían personalmente y nunca habían estado juntos, afrontaban temas nuevos y problemas que no habían abordado antes. Ellos estaban apenas cimentando las bases de un proceso continental en extremo complejo y vivían sometidos a presiones bárbaras, producto de la miseria, pero también de la despiadada represión política de la que eran víctimas, y que el mismo Mariátegui sufrió en carne propia.  Temas como el de las razas en América Latina, el desarrollo capitalista en la región, la penetración de los capitales ingleses y norteamericanos, la consolidación de brutales dictaduras en diversos países,  el surgimiento de las primeras acciones armadas de lucha libradas en distintos escenarios de nuestro continente y hasta el tema del conflicto fronterizo entre Perú y Chile y el Plebiscito de Tacna y Arica; eran materias ciertamente confusas para muchos de los asistentes a un evento que se realizaba por primera vez en la región y que estaba llamado a abrir un debate más amplio con miras al encuentro similar de Montevideo en torno a la unidad y a la lucha del movimiento sindical latinoamericano.  Juzgar entonces la labor de Buró Sudamericano sólo porque algunos de sus integrantes discreparon de ciertas apreciaciones de Mariátegui expuestas por sus representantes; es ciertamente limitante, cuando no mezquino. En todo caso, eso no involucra el conjunto de la actividad desarrollada por la IC directamente o a través del Buró Sudamericano. Para ser justos, y sin desconocer tampoco que allí se anidaban contradicciones que venían desde el Partido Comunista Bolchevique de la URSS y que enfrentaron violentamente luego a diversos dirigentes del original núcleo leninista, hay que subrayar el papel orientador que dio por un largo periodo “La Correspondencia Sudamericana”, editada en Buenos Aires y que acogió los escritos y las denuncias de Mariátegui en forma regular, la formación de la Confederación Latinoamericana de Trabajadores constituida en Montevideo y su publicación de “El Trabajador Latinoamericano”, la asistencia permanente de delegados de la IC en cada país -en el Perú tuvimos a los argentinos Miguel Contreras y Carlos Duvojne, además de Paulino Gonzalez Alberdi, el uruguayo Camilo, y otros que se jugaron la vida al lado de muchos compañeros nuestros-, las experiencias comunes y el estudio de fenómenos tan importantes como las luchas en cada país y el surgimiento de organismos como la Alianza Nacional Libertadora en Brasil, o el Frente Popular en Chile. Un gran acierto en este periodo fue, por ejemplo, el apoyo que se brindara a la lucha de Sandino en Nicaragua, a la insurrección campesina liderada por Farabundo Martì en El Salvador, a la formación, a las acciones armadas de “El tenientismo” y la larga marcha de la Columna Prestes a través del Mattogroso entre 1924 y 1927, en Brasil;  o la difusión de las luchas mineras en nuestro país. Adicionalmente hay que considerar en el activo, el respaldo firme al accionar de la Liga Antiimperialista de las Américas que se entroncó con el trabajo de la Liga Mundial Antiimperialista y sus congresos celebrados en Bruselas y Francfort, donde Mariátegui fue incorporado a la Presidencia de esa entidad sin haber siquiera concurrido al evento.  

VI.- El papel de Amauta La revista Amauta que cumplió una muy vasta y múltiple tarea en diversos aspectos del pensamiento y la creación humana; tuvo un rol destacado en el análisis del proceso latinoamericano y buscó proporcionar a sus lectores una visión clara y rotunda de lo que ocurría en la región.  Una revisión somera de la revista en los años que fuera dirigida por Mariátegui, nos permite recordar lo siguiente: En el número 1 de la revista se inserta un valioso artículo de Ramiro Pérez titulado “La Iglesia contra el Estado en México” haciendo ver el papel reaccionario de los curas ligados a las castas tradicionales en ese país. Y para subrayar su identidad, inserta un hermoso poema de Alberto Hidalgo titulado “Lenin” En el número 2 se incluye la intervención del célebre Bernard Shaw en el banquete que le fuera ofrecido con motivo de su 70 cumpleaños y en el que el dramaturgo inglés establece la disyuntiva: capitalismo o socialismo, optando firmemente por el segundo. En la misma edición se publica un artículo de Haya de la Torre: Romain Rolland y América Latina. En el número 3, y como evidencia de su interés por México  incorpora una extensa nota referida a la cinemateca mexicana. En el siguiente, entrega una interesante reflexión de Luis Alberto Sánchez sobre la cultura hispanoamericana y otra de Manuel Seoane sobre el nacionalismo; aunque como matiz indispensable nos permite leer el apasionante trabajo de Hugo Pesce sobre la Revolución Decembrista rusa de 1825. En el número 5 César Falcón se ocupa del conflicto minero, pero la revista nos entrega también una extremadamente bella muestra de la pintura de Diego Rivera, el artista más destacado de la Revolución Mexicana y un artículo de Vasconcellos sobre América Latina. También, por cierto, un polémico aporte de Leon Trotski acerca de Lenin y un sentido homenaje al Comisario Krassin, emblemática figura del bolchevismo, muerto precisamente en 1926. De él, dice: “un hombre fuerte, puro, honrado, que ha servido abnegadamente una gran idea humana. Su vida queda como lección y como ejemplo. Su nombre está ya escrito no sólo en la historia de su patria, sino en la historia del mundo”. Como se recuerda, Krassin tenía en los años previos a 1917, la tarea, más bien prosaica, de proveer de fondos a los bolcheviques para su accionar revolucionarios, de modo que no era propiamente un pacífico ciudadano. En el número 6 se inserta un artículo sobre nacionalismo y revolución de Antenor Orrego y otro titulado “La hora de América” de Félix del Valle, que concluye en el número 7 en el que se complementa con un extenso articulo de Carlos Sánchez Viamonte titulado “Machiavello y Mussolini” y que sirve a Mariàtegui para deslindar claramente con el fascismo. El número 9, publicado en mayo de 1927 es, quizá, uno de los más conocidos. En su momento dio lugar a la clausura de la revista por parte de la policía y pretexto a la denuncia en torno al “complot comunista”. En realidad, insertó un excelente trabajo de Jorge Basadre  bajo el título de “Mientras ellos se expanden”, que implicaba una cronología sintética de la intervención yanqui en el norte de Panamá, artículo que llenó de ira al embajador de los Estados Unidos en el Perú; pero también, por si eso no fuera suficiente, un homenaje a Lenin y a Sorel.  En el número 10, se incluye un análisis del panorama político mexicano y en el siguiente una nota de Waldo Frank titulada”El redescubrimiento de América”, que continúa en el número 12 complementándose con tres artículos de gran interés sobre la Revolución mexicana. En el 13 se publica la Resolución de la Liga Anti imperialista sobre América Latina; y en el siguiente un artículo de gran valor titulado “Novísimo retrato de José Martí”; y en el 15, un estudio de Abelardo Solís sobre el ocaso de la dictadura en Venezuela. El número 17, es ciertamente el más conocido. No solo porque corresponde al aniversario de esa publicación, sino además porque implica un punto de quiebre: la revista se orienta resueltamente hacia el socialismo, y así lo proclama su director en su editorial más conocido: Aniversario y balance. Añade a eso la publicación de un capitulo de su Defensa del Marxismo -polémica con Henri de Mann- y un enjundioso estudio sobre el Kou Ming Tang chino y el proceso de la revolución en ese país mágico. En el 18, no obstante la ruptura con Haya, Mariátegu incluye un artículo sobre la cultura de América, de Antenor Orrego. Tanto en este numero como en el 19 inserta también capítulos de “Defensa del Marxismo”. El número 20 resalta el papel del gobierno soviético abordando los antecedentes de la Revolución, la organización política soviética, la doctrina del bolchevismo y una apreciación crítica sobre asuntos polémicos: la democracia socialista y la dictadura del proletariado. El ensayo corresponde a Cesar A. Ugarte, cuyas opiniones no necesariamente comparte Mariátegui, por lo que se cuida de añadir su propia Defensa del Marxismo y un artículo de Anatoli Lunatcharsky sobre el desarrollo de la literatura soviética. Además, inserta un excelente trabajo de Jesús Silva Herzog sobre México y su revolución. En el numero 21 hay un estudio de Tristán Marof sobre Bolivia y la nacionalización de las minas; y en el número 22 un estudio filosófico de Lenin sobre el Kantismo. También incorpora dos valiosas notas  en torno a América latina. Una sobre la situación económica de Venezuela  y la otra sobre la guerra de El Chaco, que enfrenta a dos pueblos hermanos: Bolivia y Paraguay.. En el número 23 inserta un artículo de Henri Barbusse: “La batalla antifascista”, su discurso en la apertura del Congreso Antifascista celebrado en Berlín., una nota sobre la plástica revolucionaria en México, un artículo referido al Termidor Mexicano y otro sobre la disputa de El Chaco. En el número 25 vuelve a escribir Luis Alberto Sánchez, pero se inserta un interesante trabajo de Bujarin, prueba de que Mariategui seguía  atentamente el proceso de la IC, donde ha sido ya desplazado Zinoviev, el que le diera alas a Haya de la Torre con la tesis del APRA como símil del Kuo Ming Tang. También incluye el discurso de Marcel Cachin en el parlamento francés: “El imperialismo contra la URSS”. En el número 26 toma en cuenta un importante trabajo de Esteban Pavletich sobre la Revolución Mexicana y una nota sobre el Congreso Mundial anti imperialista de Francfort. El número 27 está virtualmente dedicado a la URSS con un balance del primer Plan Quinquenal para la industria del Estado, que incluye los diversos rubros de la producción y del trabajo. También publica una emotiva foto de Sandino y su Estado Mayor colocando una ofrenda floral en Veracruz en homenaje a quienes cayeron resistiendo la agresión de los infantes de marina yanquis. Y en el 28, el último en el que pudo intervenir Mariátegui , además de un emotivo homenaje a Rosa Luxemburgo, está también otro trabajo de Esteban Pavletich en torno a la Revolución Mexicana. Como puede apreciarse, Amauta, a partir de una definida concepción internacionalista, tuvo incidencia directa en el proceso revolucionario latinoamericano afirmando en él  un derrotero socialista neto y una voluntad de lucha a toda prueba. Lima, septiembre del 2006 (*) Ponencia presentada ante el Simposio AMAUTA, 80 AÑOS organizado por la Casa Mariátegui y la Asociación Amigos de Mariátegui (6 -9 de septiembre del 2006)

Los primeros comunistas cubanos

Los primeros comunistas cubanos

El Partido de los nuevos tiempos
A 80 años de la fundación del primer Partido Comunista de Cuba

Dra. Angelina Rojas Blaquier. Investigadora del Instituto de Historia de Cuba.
 

Durante los primeros 25 años del siglo XX se consolidó la dominación neocolonial de Estados Unidos en Cuba, y aparecieron los rasgos de la crisis estructural del sistema, ámbito propicio para el nacimiento del primer Partido Comunista de Cuba.

Respuesta consecuente de un pueblo que desde el siglo anterior había mostrado su vocación independentista; y de una clase obrera que en 1890 conmemoró el primer 1º de Mayo; y que participó, con José Martí, en la preparación y desarrollo de la Guerra de Independencia, y en la fundación, para ella, del Partido Revolucionario Cubano.

El acontecer en otros países latinoamericanos, la evolución del movimiento revolucionario internacional, y particularmente la Revolución de Octubre, en tanto demostración de que los trabajadores podían alcanzar el poder, actuaron, simultáneamente, en favor del rápido avance organizativo y político de las masas trabajadoras, de una parte de los  intelectuales y también entre los estudiantes.

Como parte de la sumamente rápida evolución ideopolítica de los sectores populares cubanos, el 18 de marzo de 1923 se fundó la Agrupación Comunista de La Habana, y sucesivamente las de Guanabacoa, Manzanillo y San Antonio de los Baños.

Las mismas prepararon las condiciones organizativas para la realización del congreso que dejó constituido el primer Partido Comunista de Cuba (PCC), el 16 de agosto de 1925, con la participación de 18 asistentes, entre delegados e invitados, y la colaboración directa del comunista mexicano Enrique Flores Magón, en representación de la Internacional Comunista (IC).

Mientras Carlos Baliño había estado con José Martí, Julio Antonio Mella y otros forjadores del partido proletario estudiaron y comprendieron lo suficiente al Héroe Nacional para entregarse a la tarea de crear el partido de los nuevos tiempos. Junto a ellos, el pequeño grupo de dirigentes obreros que reconocía la importancia de la organización del proletariado con sentido clasista, y el apoyo que significó la llegada a Cuba de comunistas europeos como el joven Fabio Grobart,[1] también entre los fundadores.

Aquellos primeros comunistas, guiados más por su sensibilidad clasista y la interiorización del mundo en que vivían, que por su preparación teórica, sintetizaron la tradición organizativa y política de los revolucionarios cubanos para la representación y defensa activa de los intereses de los sectores populares, y especialmente del proletariado.

El nacimiento del PCC, a pesar de su exigua membresía, fue recibido con inquietud por la administración estadounidense y el gobierno de Gerardo Machado.[2] De inmediato los comunistas fueron perseguidos, detenidos, impedidos de actuar por cualquier medio, incluyendo los asesinatos. Tanto fue así, que el 31 del propio mes, fue detenido y expulsado del país el comunista canario José Miguel Pérez, elegido Secretario General del Partido. El resto de los miembros del Comité Central, y hasta el mexicano Flores Magón, fueron encarcelados el 2 de septiembre.

El partido de los comunistas cubanos, nacido en una etapa muy convulsa, se vio obligado a constantes adecuaciones tácticas. Como la propia Internacional Comunista, de la que era filial, en su primer decenio pasó de las formas iniciales de lucha, al enfrentamiento ideológico mediante la táctica de clase contra clase; y a la posterior superación del izquierdismo, hasta llegar a la orientación y conformación del frente único del proletariado, del frente popular antimperialista, y adentrarse en la lucha contra el fascismo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Hasta 1929,  la dirección partidista transitó con escasa y muchas veces ninguna orientación de la Comintern, organización que entonces desconocía bastante las características de la dependencia, especialmente en el Caribe, razón por la cual algunas de sus orientaciones, válidas para el movimiento comunista europeo o de otros continentes, no lo fueran para la neocolonia cubana.

Esa realidad provocó que, en determinadas coyunturas, la dirección partidista asumiera posiciones que se distanciaban de la línea trazada por la  IC, creándole dificultades con dicho organismo, aunque también trató de cumplir orientaciones de dudosa realización en el país. Ello se reflejó, particularmente, a partir de 1927, cuando la dirección partidista precisó que la revolución en Cuba debía pasar por una etapa democrático burguesa, y que el Partido, con su escaso número y desde la más absoluta clandestinidad; con la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y el resto de las organizaciones populares descabezadas e impedidas de actuar, necesitaba aliarse a otras fuerzas de oposición, pues no estaba en condiciones de desplegar una campaña política propia.

Así, los conceptos unitarios de Mella y de Rubén Martínez Villena matizaban el enrolamiento de los comunistas en la lucha política antimachadista. Con ello también procuraban hacer avanzar el proceso de crecimiento y reorganización de sus filas, y lograr fórmulas para revitalizar al resto de las maltrechas organizaciones revolucionarias, todas privadas de sus principales líderes.

 Desde 1929 se ampliaron las relaciones con la IC, organismo que, bajo la táctica de clase contra clase, no aprobó el procedimiento unitario del PCC. Ello coincidió con la agudización de la crisis económica y política de Cuba, expresada en el auge del movimiento huelguístico, cuya máxima expresión fue la huelga general de marzo de 1930, organizada y dirigida por Villena, considerada justamente por Fabio Grobart como el inicio del gran movimiento popular que derrotaría a Machado y profundizaría la lucha contra el imperialismo.

Por exigencias de la Internacional, poco después fue elegida una nueva dirección partidista. La misma, a partir del crecimiento de las luchas antimachadistas y de la nueva orientación de la IC, aseguró que Cuba había entrado en un período francamente revolucionario y que la clase obrera, bajo su dirección, se preparaba para la derrota de Machado y la conquista de sus demandas inmediatas y finales; que la revolución democrática burguesa estaba próxima a estallar, y que la misma sería transformada por los obreros y campesinos en revolución proletaria, a la cual seguiría la implantación de los soviets.

Esa orientación, que implicaba un rápido viraje táctico, afectó momentáneamente sus vínculos con otras fuerzas oposicionistas y la masa que las seguía, sin embargo, favoreció la lucha por la expansión del Partido hacia el interior del país para que la revolución pudiera triunfar, mediante la conquista de las masas obreras de las principales industrias, especialmente la azucarera. Momento significativo de ese proceso fue la creación, en diciembre de 1932, del Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera, en tanto sector que agrupaba a la mayoría de los trabajadores del país.

A ese ingente esfuerzo se unió el desarrollo y fortalecimiento de la Liga Juvenil Comunista y de la sección cubana de Defensa Obrera Internacional; la fundación, en febrero de 1931, del Ala Izquierda Estudiantil, y en el mes de diciembre, la reorganización de la Liga Antimperialista.

También propició la realización de un esforzado y riesgoso trabajo para atraer a los colonos pobres y medios, a la pequeña burguesía urbana, a los desempleados, los negros, y a los soldados, marinos y policías, no solo para la derrota de Machado, sino para respaldar la lucha contra el avance del fascismo, la guerra imperialista, y en defensa de la URSS y el pueblo chino entre otros. Desde el 24 de diciembre de 1932, con las marchas de hambre de los trabajadores azucareros, se recrudecieron las luchas contra el régimen machadista, en un proceso que no dejó de crecer hasta su derrota el 12 de agosto de 1933. Al respecto, en marzo de 1933 Villena reconoció el carácter nacional del movimiento huelguístico, precisando que acaso era posible hablar de una nueva etapa en el ascenso del movimiento revolucionario.

Pero el derrocamiento de la dictadura machadista no propició el triunfo de la revolución. Contribuyeron a ese desenlace: la aplicación mecánica de conceptos de la IC con respecto al limitado papel de las huelgas y a la necesidad de la lucha armada para su consecución, entre otras orientaciones; la insuficiente función dirigente del Partido; la falta de unidad entre los distintos grupos en lucha; la acción de las fuerzas oposicionistas burguesas; y la armada norteamericana rodeando las costas de Cuba.

El Partido analizó ese resultado en noviembre de 1933, con la presencia de representantes de la Comintern. Villena, en estado crítico de salud, argumentó que en Cuba aún no existían las condiciones subjetivas ni la suficiente organización y madurez partidista para la instauración de los soviets, que esa táctica aislaba al Partido, y que éste necesitaba avanzar más con procedimientos y formas organizativas propias para garantizar el triunfo de la revolución. En dicha reunión, entre otros importantes acuerdos, se decidió la elección de Blas Roca como Secretario General interino hasta la celebración del II Congreso partidista, donde fue elegido oficialmente para el cargo.

El cónclave reconoció la necesidad y oportunidad de la lucha por la unidad entre los trabajadores, y la necesidad de preparar a las masas para la realización de la revolución agraria antimperialista. Sin embargo, conceptos izquierdistas orientados de la IC, afectaron el proceso unitario, entre ellos, considerar que el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) (PRC [A]) y la Joven Cuba eran, en aquellas condiciones, el peligro principal para el movimiento revolucionario. Ello obstaculizó temporalmente una posible alianza táctica con Guiteras, quien también en ese momento difería de la seguida por el PCC, y no pensaba en una unión con dicha fuerza. Esa posición comenzó a modificarse desde finales de 1934 hasta que, en el IV Pleno del Partido, en febrero de 1935, se adoptó un plan para la concertación del frente único con dicha figura. También inició gestiones unitarias con la dirección del PRC (A), presidido por Ramón Grau San Martín.

En ese enfoque influyó decisivamente el hecho de que los gobiernos que sucedieron al de Machado, incluido el llamado Gobierno de los 100 días, al no poder resolver los problemas generados por la crisis económica y política, tampoco pudieron contener la lucha de las masas, y el movimiento huelguístico se mantuvo con fuerza e ininterrumpidamente.

A la luz de esa realidad, la dirección del Partido, sin renunciar a la conquista del poder, se adentró en la concertación del frente único entre los trabajadores de todas las  tendencias, mediante la creación de los Comités Conjuntos de Acción que había propuesto Villena en 1933; y en organizar a los campesinos y garantizar su participación en las crecientes luchas, a tiempo que pugnaba por asegurar la participación del Partido en las principales batallas políticas de la nación.

Se encontraban en ese empeño cuando, en marzo de 1935, la potente huelga general que cubrió al país fue brutalmente aplastada por la dictadura de Mendieta – Caffery –Batista.[3]

Esa acción provocó el encarcelamiento y la cesantía de miles de trabajadores, la virtual desaparición de las organizaciones obreras, la liquidación de la CNOC; el sometimiento del Partido a la lucha desde la más profunda ilegalidad; y el asesinato, unos días después, de Antonio Guiteras y Carlos Aponte. Tan duro revés impuso a los comunistas la búsqueda de nuevos derroteros para continuar el enfrentamiento en las nuevas condiciones.

El análisis de los resultados de la huelga fue esencial para el cambio de la táctica partidista. A finales del propio mes de marzo, en reunión del Buró Político, Blas Roca afirmaba que el aplastamiento de la huelga había sido una pérdida muy seria para el Partido, pero que los obreros comenzaban a reagruparse para continuar las luchas, y los estudiantes mantenían sus protestas, concepto que fundamentaba a su vez Lázaro Peña cuando afirmaba: La revolución no ha sido derrotada, las luchas decisivas no se han emprendido todavía. El triunfo puede debilitar momentáneamente la resistencia, pero no puede acallar la indignación y odio contra la dictadura, ni suprimir el hambre y la esclavitud que las alimenta. [4]

La táctica de frente único fue asumida como la fórmula para combatir al imperialismo y sus parciales nacionales y continuar la lucha revolucionaria en las nuevas condiciones. La misma se fue perfilando hasta su consolidación en el VI Pleno, realizado en octubre, luego de los debates y acuerdos del VII Congreso de la Internacional Comunista. En este último, Jorge Dimitrov[5] había precisado que ante la coyuntura internacional, los trabajadores estaban obligados a escoger, no entre la dictadura del proletariado y la democracia, sino entre la democracia burguesa y el fascismo.

Con ese enfoque el Partido se entregó, en condiciones muy difíciles,  a reconstruir la organización del proletariado, instruir ideológica y políticamente a las masas, y alcanzar la unidad necesaria para enfrentar al peligro fascista y transformar la realidad política cubana, ante todo, mediante la conquista de la democracia, entendida como una etapa imprescindible en la lucha por la derrota del imperialismo en Cuba, el logro de la independencia nacional y el establecimiento del socialismo.

Ello fue facilitado por los cambios que se estaban sucediendo en la arena internacional como resultado de la incontenible presión popular y la inminencia del inicio de una nueva guerra, reflejados en la política adoptada por el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt y las adecuaciones adoptadas por los gobernantes del área, entre ellos el propio Batista, que condujeron al Partido a asegurar que éste había dejado de ser el centro de la reacción.[6]

 Dicho colosal esfuerzo tuvo rápidos resultados en las distintas prioridades del trabajo partidista, constatables, por mencionar las más trascendentes, en las heroicas páginas escritas por los internacionalistas cubanos en la defensa de la República Española; en el respaldo al pueblo mexicano y al gobierno de Lázaro Cárdenas; en la fundación de la Confederación de Trabajadores de Cuba en 1939; en la participación de los comunistas en la Constituyente de 1940 y la calidad que imprimieron al texto constitucional; y en su incorporación a la lucha política nacional, a fin de defender los intereses de los trabajadores y del resto de los sectores populares desde los órganos de gobierno, la única manera posible en las condiciones de la Segunda Guerra Mundial.

La nueva táctica estaba orientada a respaldar y exigir el cumplimiento de todas las medidas que, salidas de cualquier fracción o figura política, significaran el mejoramiento de las masas y el avance de la democracia; a concertar alianzas con aquellas fuerzas cuyos programas reflejaran tener en cuenta los intereses populares, aún cuando se tratara del propio Fulgencio Batista, sin que esa unión comprometiera su condición de partido de la clase obrera.

Dicha táctica los llevó a integrar la Coalición Socialista Democrática, logrando incluir en su plataforma  un conjunto de demandas de beneficio social, muchas de las cuales conquistaron, tanto durante el gobierno de Batista, (1940 – 1944) como durante los primeros años del gobierno de Grau (1944 – 1946). Simultáneamente les permitió fortalecer el papel de los trabajadores, desarrollar una amplia preparación ideopolítica de las masas y dar una eficaz contribución a la derrota del fascismo.

Entre los elementos que contribuyeron al afianzamiento del empleo de la vía legal y pacífica para avanzar hacia la etapa democrático burguesa de la revolución vale destacar: las conquistas que alcanzaban en materia social; el desarrollo de la II Guerra Mundial; la transitoria influencia de la teoría oportunista de Earl Browder al augurar la posibilidad de cambios de beneficio social por el empuje de las fuerzas progresistas en el aparato estatal y, sobre todo, el sostenido crecimiento del respaldo al Partido, que tuvo su momento más elevado en 1946, cuando para las elecciones parciales de ese año, obtuvo 196 081 sufragios, 44 158 por encima de sus afiliaciones (151 923) lo que daba criterio de certeza sobre la táctica adoptada.

Si bien en lo inmediato dicha táctica facilitó el logro de importantes conquistas, y contribuyó a que las distintas fuerzas políticas y sociales participaran en el proceso de modernización estatal, la idea de avanzar hacia el socialismo mediante su participación en los gobiernos, para desde ellos modificarlos mediante el respaldo de las masas, fue una apreciación falsa y coyuntural que la dirección partidista no tardó en rectificar.

Convencidos simultáneamente de que el triunfo de la democracia que presuponía la victoria aliada no impediría el reagrupamiento de las corrientes dirigidas a someter a  los pueblos, mantuvo la validez de la existencia del Partido, distanciándose con ello de la teoría de Browder.

Con esa orientación, cuando Grau asumió la presidencia de la República, el Partido precisó su posición, declarando que respaldaría todo aquello que contribuyera a la unidad nacional y al progreso del país, pero que su táctica estaría determinada por la actitud del presidente con respecto a la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y al movimiento sindical.

En 1947, al amparo de la política de guerra fría, se produjo la ilegalización por la fuerza de la CTC y la división del movimiento sindical, que impuso el control de Eusebio Mujal[7] sobre la organización de los trabajadores. En respuesta a dicho acto, el Partido Socialista Popular (PSP) abandonó el Bloque Parlamentario gubernamental de la Cámara y el Senado, retiró su apoyo al gobierno y se declaró independiente, precisando que mantendría la lucha por la unidad, pero, a partir de ese momento, mediante la formación de un bloque de fuerzas cívicas y electorales por encima de las denominaciones de oposición y gobierno, con una plataforma de solución a los problemas nacionales, frente a la incapacidad o la imposibilidad de aquellas para concretar un programa que satisficiera las necesidades urgentes del país.

Como expresión del cambio de táctica asumido,  se insertó en la campaña electoral de 1948 con candidaturas independientes a escala nacional y provincial, llevando para la presidencia y vicepresidencia de la república, al binomio Juan Marinello – Lázaro Peña.

Las elecciones llevaron a Prío a la presidencia. Tras ese resultado, la táctica electoral del Partido, adoptada en su V Asamblea —noviembre de 1948—, se centró en la reconstrucción de la unidad de los trabajadores y de todas las fuerzas progresistas, en torno al Plan Cubano Contra la Crisis.

Dicho plan, concebido con sentido económico y político, se basaba en el desarrollo de la producción nacional para el mercado interno, frente a la reducción del mercado exterior y su secuela de desocupación, rebajas salariales, miseria y estancamiento económico.

El Plan Cubano contra la Crisis fue un programa para la adopción de una política cubana independiente de los imperialistas, que serviría para enfrentar la crisis económica en proceso y para dar respuesta a las demandas inmediatas y urgentes de las masas.

También favoreció el desarrollo de una fuerte actividad dirigida a la preparación ideológica y política de los trabajadores al retomar la movilización popular como arma de lucha frente a la ofensiva imperialista, y desarraigar los métodos legalistas de los últimos años.

Su efecto se apreció, fundamentalmente, en el crecimiento de la movilización de las masas, el desarrollo de huelgas y la sustitución de direcciones sindicales mujalistas, pero no produjo el mismo efecto en la lucha  electoral.

Para las elecciones generales de 1952 el PSP se esforzó infructuosamente por formar un frente único oposicionista. El resto de las fuerzas, incluido el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo),[8] no aceptó la alianza con el PSP ni el programa elaborado por éste para lograr un gobierno de Frente Democrático Nacional. No obstante, el PSP, aún sin pactos,  llamó a votar por el candidato del Partido Ortodoxo, en tanto figura capaz de aunar a las fuerzas oposicionistas y derrotar al gobierno.

Pero esta solución tampoco pudo alcanzarse. Sobrevino el golpe del 10 de marzo de 1952. La dictadura de Fulgencio Batista, expresión de la quiebra de las posibilidades reformistas del capitalismo en Cuba, daba paso, simultáneamente, a la última etapa del proceso nacional liberador cubano.

Como es conocido, al iniciarse el movimiento revolucionario encabezado por Fidel Castro, el PSP no veía posibilidades de triunfo a una insurrección armada independiente de la lucha de masas, y que no estuviera dirigida por la clase obrera; no obstante, los comunistas supieron distinguir las posiciones revolucionarias de los moncadistas, lucharon por su amnistía, y trabajaron desde muy temprano por la unidad con esa fuerza emergente. A ello contribuyó decisivamente la difusión de La Historia me Absolverá. Ello se evidencia desde los primeros tiempos de la organización del movimiento tras la amnistía de los moncadistas, en el inicio de los contactos con dirigentes del Partido y la Juventud Socialista en busca de la unidad estratégica, el primero de los cuales fue la entrevista sostenida en La Habana entre Fidel y Raúl Valdés Vivó,[9] a la que siguieron las sostenidas en México por otros enviados del Partido, primero, con Osvaldo Sánchez y Flavio Bravo, y después con Antonio Ñico López, principio del proceso unitario en relación a cuanto Fidel representaba. Impuestos los comunistas por el propio Fidel del plan que se proponía, la dirección del Partido instruyó a sus dirigentes de la entonces provincia de Oriente para que organizaran huelgas y otras formas de lucha cuando se produjera el desembarco de las tropas de Fidel y empezara el levantamiento urbano.

Así, en contacto con Frank País y otros compañeros, se coordinaron las acciones del Partido y de los Comités de Defensa de las Demandas Obreras (CDDO) con las del Movimiento 26 de julio. Se acordó que el PSP, mediante dichos comités, llamaría a la huelga el día 30 de noviembre, en tanto el Movimiento 26 de julio convocaría al alzamiento para la misma fecha. El llamamiento a la huelga apareció en el periódico Oriente del día 29.[10]

En relación con el desembarco del Granma, el Comité Provincial del PSP dio también instrucciones al Comité Municipal de Manzanillo para que ofreciera a los expedicionarios toda la ayuda política y organizativa que fuera posible.

La entrevista sostenida en la Sierra Maestra entre Fidel y Ursinio Rojas, dirigente del PSP y de los trabajadores azucareros, en octubre de 1957, y otros contactos, propiciaron el estrechamiento de la colaboración entre la organización comunista y el 26 de Julio.[11] Ya por entonces, la dirección del Partido había  autorizado el ingreso de los militantes comunistas en la guerrilla, aunque no como representantes oficiales del Partido.

La comprensión del PSP acerca de  la oportunidad y validez del movimiento guerrillero, tuvo importantes expresiones concretas a partir de marzo de 1958. Ese mes se creó el frente guerrillero del PSP en Yaguajay, al mando de Félix Torres, aunque todos los militantes integrados a las  guerrillas, incluidos los de dicho destacamento, recibieron la orientación partidista de ponerse a las órdenes del Estado Mayor del Ejército Rebelde en el aspecto militar.[12]

 También se integraron, desde su apertura, al Segundo Frente Oriental Frank País, ampliando su incorporación general a la guerrilla tras el revés del 9 de abril. La creación del FONU fue otra importante expresión unitaria y de identidad con la guerra revolucionaria.

Para Blas Roca, secretario general del partido de los comunistas cubanos desde noviembre de 1933, no había dudas de que el jefe de la revolución debía ser el jefe del partido, por ello, al producirse la victoria del 1º de Enero de 1959, Blas reconoció en Fidel al líder revolucionario, capaz de aglutinar a todas las fuerzas interesadas en la lucha por la liberación nacional, y de conducir victoriosamente la Revolución hasta la etapa socialista. Esa sagaz visión política y su condición de comunista, hicieron que le entregara a Fidel, incondicionalmente, las banderas del Partido. Para él, afirmó el propio Blas, lo importante fue comprender en el momento preciso que Fidel encarnaba la unidad y que por ello desde los primeros encuentros, él fue el dirigente para nosotros por eso pusimos nuestro partido a la dirección de Fidel.[13]

Como precisara el investigador Lucilo Batlle con respecto a Blas: Su actitud ante la vanguardia encabezada por Fidel no fue solo un acto de profunda raigambre moral, sino, ante todo, un hecho de profundo carácter cosmovisivo, teórico-práctico; un trascendental acto político, patriótico y revolucionario inédito en la estrategia del movimiento comunista internacional, sustentado en una sólida formación teórica y un profundo conocimiento de las tradiciones nacionales, que coadyuvó, de manera decisiva y personal, a la conformación de una nueva vanguardia histórica revolucionaria de la clase obrera y las masas populares


[1] Fabio Grobart (1905-1993), polaco de nacimiento, llegó a Cuba en 1924 y rápidamente se vinculó al movimiento comunista cubano, estuvo entre los fundadores del PCC en 1925 y desde entonces hasta el momento de su muerte fue un fiel militante y dirigente, respetado y querido por muchas generaciones de revolucionarios, y odiado y calumniado por reaccionarios de todo el mundo. Al morir era el comunista de más antigua militancia en Cuba.


[2] Gerardo Machado Morales (1871-1939) General de la Guerra de Independencia, devenido político y empresario a partir de 1900, ocupó la presidencia de la república entre 1925 y 1933. Su sometimiento a los intereses norteamericanos y la brutal represión a que fueron sometidos los sectores populares convirtió su gestión en una verdadera dictadura que tuvo a su haber, entre muchos actos ignominiosos, el asesinato de Julio Antonio Mella. Fue derrotado por una generalizada revolución popular el 12 de agosto de 1933.

 


[3] Trilogía que encabezó la administración del país tras el golpe militar que derrocó al gobierno provisional de Ramón Grau San Martín el 15 de enero de 1934. El coronel Carlos Mendieta como presidente provisional; el devenido coronel Fulgencio Batista, jefe del Ejército y poder real de la nación, y el embajador norteamericano Jefferson Caffery, coauspiciador de la maniobra reaccionaria que devolvería el poder a la oligarquía cubana dependiente de Estados Unidos.


[4] BP PCC: Acta de reunión, marzo 29 de 1935, Archivo Instituto de Historia de Cuba, Fondo IC, Caja 4, Doc. 43.

 


[5] Dirigente comunista búlgaro, en 1935 fue elegido Secretario General de la Internacional Comunista, responsabilidad que ocupó hasta la disolución de ésta en 1943. Fue el primer presidente de la República Popular de Bulgaria.


[6] Entre esos cambios se destacan la legalización del PCC, la libre circulación del periódico HOY, y la decisión de convocar a la celebración de una asamblea constituyente previa a las elecciones generales con garantía de participación para todos los partidos.


[7] Uno de los personajes más nefastos del movimiento sindical y la política cubana, después de ser expulsado del PCC en 1933, estuvo entre los fundadores y principales dirigentes del efímero Partido Bolchevique Leninista (Trotskista), después de la muerte de Guiteras se apropió de la dirección de Joven Cuba para  posteriormente presidir la Comisión Obrera Nacional del PRC (A), al frente de la cual fue el principal artífice de la ilegalización por la fuerza de la CTC, la división del movimiento sindical y la creación de una CTC oficial, orquestada por el gobierno de Grau en cumplimiento de las exigencias de la política norteamericana de guerra fría. Después del golpe de estado del 10 de marzo de 1952 abandonó al autenticismo para continuar, en alianza con Fulgencio Batista, su obra de división y neutralización del movimiento sindical, en tanto representante del reformismo proimperialista. Abandonó el país en 1959 radicándose en Miami, donde, enriquecido, fundó y dirigió hasta su muerte una de las organizaciones obreras creadas por los cubanos en el exilio.


[8] Partido político fundado por Eduardo Chibás en 1947 como un desprendimiento del autenticismo, cuya labor de denuncia y condena a la corrupción política y administrativa de los gobiernos auténticos y sus promesas de un gobierno basado en la honestidad administrativa y en la solución de los principales problemas de la nación les ganó el apoyo mayoritario de la nación.  El suicidio de Chibás en 1951 fue un duro golpe para dicho Partido, y aunque el anticomunismo y las diferencias estratégicas de su dirección les impidieron aceptar cualquier tipo de alianza con el partido de los comunistas cubanos, la masa que lo seguía, y particularmente su sector juvenil, desarrollaron la alianza tácita que determinaba la comunidad de sus objetivos de lucha.


[9] Valdés Vivó era en ese momento el Secretario General de la Juventud Socialista en la Universidad de La Habana. Véase: Lionel Martín, El joven Fidel, Editorial Grijalbo,  pp. 185 – 186. Valdés Vivó participó junto a Fidel, en 1946, en una difícil asamblea estudiantil, en la cual una valiente intervención del último impidió la expulsión simbólica de los estudiantes comunistas de la Universidad, propugnada por agentes de la Embajada norteamericana. 


[10] La huelga convocada por el CDDO no se planteaba que fuera para facilitar el desembarco del Granma, pues ello alertaría a las fuerzas del gobierno, sino que se planteó como parte de la lucha de los trabajadores contra el push que preparaban grupos politiqueros en contubernio con Trujillo. Tanto Fidel como el PSP se habían pronunciado contra esos intentos que solo buscaban sustituir a Batista por otro no menos reaccionario. 


[11] Véase: Lionel Martin, El joven... Ob. Cit., p. 223.


[12] Blas Roca, Entrevista, Revista Bohemia, La Habana, 28 de julio de 1978.


[13] Blas Roca: Entrevista, Revista Verde Olivo, La Habana, 23 de julio de 1978.

Filosofía

La filosofia, Dufour y el proletariado

Francisco Umpiérrez Sánchez

 

“Así como la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales”. Karl Marx. En torno a la crítica de la filosofía del derecho.

 

El 3 de julio de 2006 fue publicada en Rebelión una entrevista al filósofo francés Dany-Robert Dufour bajo el título La muerte de Dios postmoderna. Aunque Angélica M. Aguado y José J. Paulín, sus entrevistadores, presentan al filósofo francés como uno de los pensadores europeos más importantes, a mi juicio este filósofo, como la mayoría de los filósofos postmodernos, le da la espalda a la realidad y usa el lenguaje como si constituyera un mundo independiente. No actúa conforme se expresa Marx en la cita que encabeza este trabajo, no entiende que el proletariado, las masas más pobres del mundo, debe encontrar en la filosofía sus armas espirituales. Así se evitaría que la buscara en exclusividad en la religión. Y para lograr que el proletariado encuentre en la filosofía sus armas espirituales, el filósofo debe traducir su lenguaje filosófico al lenguaje corriente. Sólo así se demostraría que la filosofía sirve a la vida y es expresión de la vida.

 

Trabajadores y proletariado

 

Hoy día, dadas las diferencias entre los países del Norte y los del Sur, se hace necesario establecer una clara distinción entre trabajador y proletario. Deberíamos utilizar este último nombre para los trabajadores que viven en condiciones difíciles, con bajos salarios, y especialmente en países pobres. Puesto que los trabajadores que viven en los países más avanzados, incluso los que no tienen grandes salarios, pueden disfrutar de un nivel de vida relativamente satisfactorio, si la comparamos con la vida que llevan los trabajadores en los países menos avanzados.

Los proletarios, dada las penurias de su vida, son quienes más sienten la necesidad de que el mundo cambie y sueñan con dicha posibilidad. Lo que sucede es que la cultura capitalista alimenta este cambio como una opción individual y no como una opción colectiva. En el otro extremo de la balanza nos encontramos con trabajadores que pueden llegar a percibir hasta seis mil euros al mes en concepto de salario. Este salario no los convierte en capitalistas, pero si en unos ciudadanos que disfrutan de un buen nivel de vida y a quienes no les falta de nada. De ahí que estos trabajadores no sientan la necesidad de que el mundo cambie. No obstante, tanto un sector como otro, tanto el trabajador como el proletario, necesitan de la filosofía como arma espiritual. Más en este mundo de hoy, tan ausente de espíritu y de valores, donde el materialismo vulgar y la vida superficial lo ocupan todo.

 

Los filósofos y la transformación del mundo

 

El pensamiento filosófico puede ser empleado para dos fines: por un lado, para representar el mundo, mostrando lo que existe y señalando cuáles son sus necesidades de cambio, y por otro lado, para ocultar el mundo, metamorfosearlo y volverlo inexplicable. Creo que hoy día hay muchos filósofos, entre los que se encuentra Dufour, cuyas palabras sólo sirven para convertir el mundo en algo inexplicable. No obstante, aconsejo al lector que lea la entrevista de la que antes di las referencias y que tenga la paciencia de leer hasta el final la crítica que aquí formulo. Sé que para las personas prácticas, las que tienen que comunicarse con la gente sencilla, el lenguaje filosófico abstracto, más especialmente el especulativo, les resulta muy poco interesante. Pero a un sector importante de los intelectuales sí les interesa ese lenguaje y los problemas que trata. Y los intelectuales constituyen una de las fuerzas sociales imprescindibles para la transformación de la sociedad capitalista en una sociedad socialista. Así que las vanguardias de la izquierda radical no pueden ignorarlos ni desatender sus necesidades.

 

Las abstracciones y las ocultaciones

 

Creo que la mayor abstracción en la que incurre Dufour en su entrevista es en la de sujeto o neo sujeto. Y carga aún más de abstracción a ese sujeto cuando lo define como un sujeto determinado por el ideal crítico kantiano y por la neurosis. Me parece una abstracción burguesa, propia de la clase media, que siempre anda huyendo de las contradicciones extremas. No se trata de inventar contradicciones extremas; pero si estas existen, no hay que ocultarlas o hacer como si no existieran. ¿Pero por qué me parece una abstracción burguesa la del sujeto del que habla Dufour? Porque cualquier filósofo que tenga los ojos abiertos puede ver dos clases de sujetos en el primer plano del mundo: por un lado, las cien mil personas que mueren cada día de hambre, y por otro lado, las quinientas personas más ricas del mundo que suman más dinero que el que poseen las 410 millones de personas más pobres del mundo. Por mucho que avance la filosofía, por mucho que se declare la importancia y omnipresencia del lenguaje, nada de eso puede borrar la contradicción extrema entre riqueza y pobreza. Como tampoco puede borrar la contradicción entre propiedad pública y propiedad privada. Puesto que tanto la pobreza extrema como el enriquecimiento desproporcionado son frutos de la propiedad privada. Así que en vez de un sujeto crítico kantiano y neurótico, lo que tenemos en el mundo de hoy es un sujeto hambriento y un sujeto extremadamente rico.

 

La postmodernidad

 

A la pregunta de qué caracteriza exactamente a la postmodernidad, Dufour contesta lo siguiente: “La postmodernidad se caracteriza, según Lyotard, por el fin de los grandes relatos de emancipación de la humanidad que fueron elaborados durante la modernidad, la cual funcionó en torno a ciertos ideales, por ejemplo el acceso a la razón y al criticismo y la emancipación social. Tomen como ejemplo el marxismo y la salvación social –prometida de alguna manera con referencia al pueblo-, y el acceso a ciertas “fuerzas oscuras” (pienso ahora en Nietzche o en Freud, que decían que en cuanto acudiéramos a ellas nos íbamos a liberar). Entonces, los que sufren frente a la postmodernidad serían esos grandes relatos, ya que ésta pondría fin a esas esperanzas y a esos ideales. Así que la postmodernidad dice que ya no seremos salvados ni por Dios, ni por el proletariado, ni por ningún ideal de emancipación”.

 

Emancipación política y emancipación humana

 

Dufour nos dice sintéticamente dos cosas: una, ha llegado a su fin los grandes relatos de emancipación de la humanidad, y dos, la humanidad no debe esperar a ser salvada por el proletariado. Ha sido la burguesía, sobre todo por medio de la declaración de los derechos humanos, quien ha confundido de siempre la emancipación política con la emancipación humana. La emancipación política llevada a cabo por la revolución burguesa significó, entre otras cosas, que el Estado se liberara de la religión. Pero no significó la liberación humana de la religión, todo lo contrario: las personas se volvieron más religiosas. Así que quien hable de que la modernidad, esto es, la época burguesa y la época de la transición del capitalismo al socialismo, se caracteriza por el fin de los grandes relatos de la humanidad, es víctima de la ideología burguesa, que presenta la emancipación política como emancipación humana.

En esta confusión entre la emancipación humana y la emancipación política, en la que incurrió la burguesía, no podía caer el proletariado. Y la experiencia del socialismo realmente existente lo ha puesto así de manifiesto: se trata en principio y fundamentalmente de la emancipación económica y política del proletariado, no de la emancipación de la humanidad. El ejemplo de Cuba y de China así lo atestiguan. Así que es un error asignarle al proletariado una misión que no le corresponde y que la práctica desmiente.

 

La postmodernidad y la salvación de la humanidad por el proletariado

 

De todos modos no deja de ser una actitud extremadamente burguesa y cómoda hablar de que no debemos esperar del proletariado que salve a la humanidad. Será que Dufour no tiene los ojos abiertos y no ve lo que hay que ver: no ve que cada día mueren de hambre cien mil proletarios. ¿Cómo podemos esperar del proletariado, que representa la más grande de las deshumanizaciones, la salvación de la humanidad? Sólo puede esperarlo la clase media, que es una clase social cómoda donde las haya, que le gusta hablar de que los relatos de emancipación de la humanidad han acabado sentada en su sillón, como si ella nada tuviera que ver con la marcha del mundo. No sabe o no quiere saber que si los grandes relatos de emancipación de la humanidad han llegado a su fin, especialmente en Europa occidental, será porque ella los ha sofocado, estrangulado y asfixiado.

 

Neoliberalismo

 

Ante la pregunta formulada por sus entrevistadores de cuál sería la diferencia entre neoliberal y ultraliberal, Dufour responde lo siguiente: “Neoliberal quiere decir literalmente “nuevo liberalismo”. Ahora bien, creo que no es un nuevo liberalismo; sólo hay un liberalismo que fue enunciado hacia 1768 por primera vez por Adam Smith, y que se presenta como la posibilidad para los individuos de entregarse a la ganancia máxima y seguir todos sus cálculos egoístas; que decía que “podían hacer” sin ningún límite, sin ninguna vergüenza, porque de todas maneras existía una Providencia que iba a transfigurar los vicios privados en virtudes públicas, es decir, en riqueza colectiva. Es este régimen, simplemente llevado hasta sus últimas consecuencias, el que vemos aparecer en el mundo, sobre todo a partir de 1980 con Margaret Thacher, en Inglaterra, y con Ronald Reagan, en Estados Unidos, y que implica la destrucción de todas las formas de regulación”.

 

El uso absoluto de las palabras

No deberíamos dejar que ciertas palabras, como, por ejemplo, la palabra “neoliberalismo”, oculten los detalles del mundo y de la vida. No deberíamos ver tras el neoliberalismo especialmente y en exclusividad a los mandatarios de las grandes potencias. Nuestra visión debería ser más amplia y percibir bajo la bandera del neoliberalismo, además de a esos mandatarios, a los grandes capitalistas de todas las naciones, con sus nombres y apellidos, a los grandes líderes de opinión del mundo capitalista, a sus grandes y enriquecidos deportistas, y a todas las grandes figuras que se mueven en torno a la moda y la publicidad. Hay que ampliar los blancos sobre los cuales apuntar la crítica. No debemos fijarnos en exclusividad en los representantes políticos, los que están al frente del Estado y dan la cara, sino también y más especialmente en los representados. Son demasiadas las fuerzas y los sectores sociales que viven de lo lindo gracias al estado económico y social del mundo actual. Hay muchos vividores, presentes en todos los ámbitos de la vida, que sacan grandes tajadas sin trabajar o trabajando muy poco en este mundo extremadamente liberal. Así que el uso absoluto de cualquier palabra, como en este caso sucede con la palabra “neoliberalismo”, sin entrar en los detalles y matices de la vida, nos lleva a tener una concepción del mundo muy unilateral. Es como si sobre la vida echáramos una pesada manta y todo lo viéramos de un solo y uniforme color. Así que si alguien dice que está contra el neoliberalismo, qué nos diga que hay detrás de esa palabra o a quién apunta con esa palabra.

 

Capitalismo de libre mercado y capitalismo monopolista

 

Adam Smith hablaba para la época del capitalismo de libre mercado, donde las empresas no eran muy grandes y producían para un mercado desconocido. En esa época era cierto, hasta cierto punto, que el interés individual generaba un interés común. Pero desde principio del siglo XX el capitalismo de libre mercado dejó de existir y su lugar fue ocupado por el capitalismo monopolista, donde los bancos pasaron a desempeñar un papel central y dominador. Y los monopolios, al contrario que las empresas de la época del libre mercado, lo calculan todo y lo planifican todo. No venden a un mercado desconocido, sino a un mercado conocido en todos sus detalles. Las grandes empresas transnacionales antes de invertir en un determinado lugar lo estudian todo previamente, si hay las infraestructuras adecuadas o no, si hay estabilidad política o no, incluso tienen los contactos y tratos necesarios con las autoridades locales. Nada se les escapa al movimiento espontáneo. Ya nadie cree en el mercado ciego y desconocido. Así que en este sentido el liberalismo del capitalismo transnacional nada tiene que ver con el liberalismo de los siglos XVIII y XIX. Es un grave error teórico presentar el liberalismo actual como una continuación o culminación del liberalismo representado por Adam Smith.

Hay que observar además una diferencia esencial: en tiempos de Adam Smith el trabajo se consideraba la sustancia del valor, mientras que en la actualidad todos los esfuerzos de los economistas burgueses están encaminados a quitarle el protagonismo al trabajo en la creación de riquezas. Y como dije en cierta ocasión: Adam Smith es un aliado para los marxistas en la lucha contra los economistas convencionales. Adam Smith era un economista profundo, no superficial, como sí lo son los economistas burgueses actuales. Así que es un gran error ideológico presentar el liberalismo actual, que expresa los intereses del capital monopolista y el predominio de la economía vulgar, con el liberalismo de los siglos XVIII y XIX, que expresa los intereses del capitalismo de libre mercado y el predominio de la economía profunda y esencialista. En aquel entonces la burguesía era revolucionaria, mientras que ahora es reaccionaria.

 

El mercado y la regulación

 

Dufour habla como si el capitalismo actual supusiera la destrucción total de todas las formas de regulación. Esto es un error. Dufour confunde la actuación de los grandes capitalistas en el interior de sus fronteras con su actuación fuera de ellas. El mercado en los países miembros de la UE, por poner un ejemplo, es un mercado regulado. Sólo hay que pensar que la mitad de la economía es pública. Y la regulación no sólo es una demanda de la clase obrera, también lo es de la clase capitalista. Todos los capitalistas están unidos mediante organizaciones empresariales y exigen del Estado muchas cosas: que abaraten los costos de la seguridad social, que faciliten subvenciones, y que les ayude en la creación de puestos de trabajo. Así que el mercado actual es un mercado regulado e intervenido. La cuestión está en que cuando los grandes capitalistas de la Unión Europea actúan en el exterior, especialmente en los países atrasados, quieren la mayor de las libertades: el dejar hacer sin límites. Pero ahí está la reacción de países como Venezuela y Bolivia para establecer límites y no dejar al gran capital hacer lo que quiera. De todos modos el problema no ésta en el mercado, sino en que el mercado sea capitalista, y más específicamente que esté en manos de las grandes empresas transnacionales. Y las empresas transnacionales lo regulan todo, no actúan a ciegas y sin control. Así que es un error presentar el liberalismo internacional como una economía de mercado sin regulación ni control. El problema no es si hay un mercado regulado o no regulado, sino en manos de quiénes está la regulación y el control.

 

El sujeto postmoderno

 

A la pregunta de cuáles serían las consecuencias psíquicas para el que, a todas luces, parece ser un neo sujeto, formulada por sus entrevistadores, Dufour contesta en los siguientes términos: “En la época moderna teníamos un sujeto doblemente definido: estaba definido por el ideal kantiano que apareció alrededor de 1800, y estaba definido también por la condición subjetiva de este sujeto moderno caracterizada por la neurosis. Yo creo que el sujeto postmoderno es un sujeto que ya no está marcado por la necesidad de esta substracción; es un sujeto que debe poder obtener todo lo que quiere en función de que Adam Smith llamó la maximización de las ganancias. A partir de entonces es un sujeto que se presenta con una nueva característica, la de ser un ser sin límites, y por lo tanto entra en otra economía psíquica distinta a la del ser humano moderno que se ve obligado a renunciar a una parte para que lo demás funcione”.

Los filósofos, como Dufour, atrapados por las palabras, falsean el mundo, tanto el pasado como el actual. Nadie puede creer que las personas de 1800 fueran sujetos kantianos y neuróticos. Algunas tal vez sí, y siempre en una parte de Europa, pero la mayoría no. Y de todos modos esas caracterizaciones son insuficientes para saber cómo era la gente de aquel entonces. Además, entre las personas hay muchas diferencias, de clase, de cultura, de posición, de origen, etcétera. Y al caracterizar al sujeto actual, Dufour cae en el mismo error que cuando caracteriza al sujeto de 1800, y hay cosas que no comprende. La maximización de las ganancias es una exigencia que debe plantearse cualquier empresa. El problema no está en maximizar las ganancias, sino en quién se apropia de las ganancias. Pertenece al socialismo antiguo y reaccionario pensar que quien lucha por maximizar las ganancias es un capitalista. También cualquier persona debe buscar ganar lo más posible. El problema no está en luchar por el máximo ingreso, sino en que haya personas que se apropien de trabajo ajeno.

 

El ser actual como un ser sin límites

 

Cuando Dufour habla de que el ser actual es un ser sin límites, se deja llevar por las ideas. El Estado, lejos de debilitarse, se ha vuelto más complejo y poderoso. Y el Estado es el más grande de los límites que existen. ¿No limita Estados Unidos con su maquinaria de guerra el libre hacer del pueblo iraquí? Sin duda que sí. Hoy existen más límites que nunca. La existencia de las transnacionales es la limitación más importante que tiene el mundo de hoy. Pero no por ser transnacionales, sino por ser de propiedad privada. Otra cosa es que haya pueblos que son muy libres y otros que lo son menos. Pero pensar que existe un sujeto abstracto y universal que carece de límites, no deja de ser un canto al ciego idealismo. Y el idealismo es un veneno para la conciencia que quiere cambiar el orden existente.

 

La postmodernidad, el mercado y Dios

 

A la pregunta ¿cuál es entonces el lugar de Dios en la postmodernidad?, formulada por los entrevistadores, Dufour responde lo siguiente: “Me están haciendo una pregunta muy interesante porque, de hecho, los grandes relatos de salvación de la modernidad han muerto en la postmodernidad. Así que podríamos decir que Dios ha muerto, pero este vacío trascendente de Dios fue reemplazado por la nueva Providencia que mencioné hace rato, que es la Providencia del mercado. Es el mercado el que se presenta como un nuevo dios: potencia, omnipotencia; podría hacer todo, regular todo. Así que estamos ante una especie de nuevo dios. El problema es que este nuevo dios no cumple sus promesas. ¿Por qué? Porque el mercado es una simple red de intercambios, un ámbito donde se puede intercambiar todo, todo lo que es mercantilizable en el mundo”.

Pienso que Dufour habla de espalda a la realidad y que sus palabras carecen de verdad. Dios no ha muerto, porque la creencia en Dios no ha muerto. La gente sigue siendo hoy día muy religiosa. La necesidad de creer en Dios sigue siendo hoy día muy fuerte. Y entre más pobres sean los pueblos, entre más miserias y calamidades padezcan, más fuerte y desarrollado está el sentimiento religioso. Así que Dios sólo morirá cuando muera la necesidad de creer en él. Y la necesidad de creer en él desaparecerá cuando del mundo desaparezca el mal: el hambre y la guerra.

Presentar al mercado como el nuevo Dios me parece un pensamiento del tiempo de Lutero, que hablaba del dinero como algo que en sí mismo encerraba el mal. El mercado es un mecanismo económico que sirve para acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas y para asignar los recursos. El problema en el mundo actual no está en que haya mercado, sino en que el mercado sea capitalista. No es el mercado el que lo puede todo, sino los grandes capitalistas que operan en el mercado. Así que para acabar con la omnipotencia que hay en el mercado habría que acabar con los grandes capitalistas. Sucede con el mercado lo mismo que sucede con el dinero. El problema no es el dinero, sino que haya personas que lo posean en cantidades infinitas y otras personas que apenas puedan disponer de él.

 

¿ No tenemos más que el mercado?

 

Los entrevistadores después de afirmar que si la postmodernidad presenta la posibilidad de la muerte de Dios y lo que ha venido a ocupar su lugar es el mercado, formulan la siguiente pregunta: ¿la oferta de las nuevas religiones es la existencia de un dios falso? Y Dufour responde del siguiente modo: “No, yo creo que es en esta declinación de las distintas figuras del Otro que la humanidad ha conocido, donde hay que contar formas extraordinariamente diversas de la divinidad, o formas extremadamente diversas de lo que se da en llamar el soberano, o formas muy diversas de lo que se podría llamar la soberanía. Piensen, por ejemplo, en la historia occidental, en la cual pasamos de la physis griega, los dioses de la naturaleza, el politeísmo griego, a todas las variedades del monoteísmo; pasamos a una forma de la teología política con la monarquía absoluta, luego pasamos a nuevas apariciones del soberano: el pueblo; así, por ejemplo Rousseau, en el contrato social, llama al pueblo el soberano, y esa es una nueva forma de relación con un tercero. También conocimos formas de religión del arte, de religión política, por ejemplo Marx era alumno de Hegel, y en esta teleología de la Historia no es la realización del espíritu absoluto lo que estaba en el orden del día para Marx, sino el advenimiento de una sociedad sin clases, lo cual en el fondo está muy cercano al proyecto teleológico y lógico de Hegel. Por eso hablo del marxismo como de una teología política. Resulta que todo esto se desmoronó, entonces, efectivamente, por el momento no tenemos nada más que el mercado que no mantiene sus promesas, y tenemos el regreso de falsos dioses”.

 

¿Dioses falsos?

 

Dufour resume en cuatro renglones la historia de dos mil años. Pretende con dos categorías, formas de la divinidad y formas de la soberanía, presentarnos lo que ha sucedido durante todo ese dilatado tiempo. Y sus conclusiones no dejan de ser forzadas, caprichosas y simplonas: el marxismo fue una teología política que se desmoronó y su lugar fue ocupado por el mercado, llegando entonces los falsos dioses. Pero los dioses son seres imaginarios creados por el hombre. Y si son seres imaginarios, carecen de existencia sensible. Y de seres que carecen de existencia sensible sobra plantearse si son falsos o verdaderos.

 

Los fines inmediatos y los fines lejanos

 

Presentar a Marx como un intelectual que elaboró un proyecto político para el advenimiento de una sociedad sin clases es una tergiversación. La tarea central de Marx, lo que constituye el noventa por ciento de su pensamiento, fue el análisis del modo de producción capitalista. Y en función de esta tarea, que es un fin inmediato, del nivel y logros alcanzados, debe ser evaluado el pensamiento de Marx. Cosa distinta es preguntarse si la toma del poder por parte de la clase trabajadora supone una nueva sociedad de explotación del hombre por el hombre. Y no es así: el proletariado desparecerá como tal proletariado cuando desaparezca la burguesía. Y esto es un fin lejano. Puesto que la experiencia nos enseña que a la burguesía le queda todavía muchos años de existencia, tal vez siglos, antes de desaparecer de la historia. Y cuando la burguesía desaparezca, desaparecerá el proletariado. Pero esta perspectiva, esta visión del futuro, no tiene nada de teológica. Puesto que si miramos hacia atrás vemos que la clase dominada desaparece cuando desaparece la clase dominante: los esclavos desaparecieron cuando desaparecieron los esclavistas, y los siervos desaparecieron cuando desaparecieron los señores feudales. Así que la forma de pensar de Dufour me parece caprichosa, arbitraria y con poco sentido práctico.

 

El sujeto y la destitución subjetiva

 

Después de afirmar que hay muchas señales de la resistencia del sujeto a su destitución subjetiva a manos del mercado y ser preguntado por los entrevistadores sobre cuáles serían esas señales, Dufour responde lo siguiente: “Son múltiples, no son sólo políticas. Por ejemplo, están en el sujeto que quiere seguir actualizando lo que sucede en él con su deseo, están en el sujeto que no cree que los objetos manufacturados del mercado vayan a cumplirle realmente lo que él quiere, contrariamente a lo que dice el mercado. El mercado dice: “Quiera usted lo que sea, nosotros se lo vamos a dar”. Sabemos que esto deja completamente insatisfecho y que hay que elaborar algo para saber qué es lo que quiere uno de uno mismo, de los demás y cómo deseamos estar juntos. Entonces, por doquier encontramos resistencia: en donde todavía alguien se plantea esas preguntas, escribiendo un poema, elaborando una práctica que no responde simplemente al funcionamiento del mercado, cuando se entrega a una práctica artística, cuando se entrega a un psicoanálisis, al participar en movimientos colectivos de resistencia contra este orden de las cosas; todas estas son formas de resistencia del sujeto frente a su destitución subjetiva”. Este énfasis en el sujeto concebido de modo abstracto es expresión de una concepción burguesa e idealista del mundo. ¿Y por qué? Porque falta en esa concepción la visión colectiva y material del mundo.

 

El mercado como persona

 

No dejan de asombrarme estas formas de hablar. Supuestamente el mercado, convertido en una persona, a juicio de Dufour, nos dice: “quiera usted lo que sea, nosotros se lo vamos a dar”. Así no actúa el mercado. No basta con querer una cosa, es necesario tener el dinero suficiente para pagarla. Si no, el mercado no te lo da. Y sólo los que tienen mucho dinero, piden cosas al mercado irracionales, como, por ejemplo, los objetos de lujo, los excesos y los caprichos. Pero quien viva del salario base, sólo le pide al mercado lo que necesita. Así que lo que se espera del mercado depende del dinero que se tenga en los bolsillos.

 

El mercado y la producción

 

Frente a los abusos del mercado, frente a los excesos y los caprichos, frente al consumo desproporcionado e irracional, la mejor resistencia sería cambiar la producción. Y en dos sentidos: cambiar la propiedad, de privada cambiarla a pública, y cambiar lo que se produce, sustituir los artículos de lujos por artículos básicos y necesarios. Pensar que la clave de la sociedad moderna está en el mercado en vez de en la producción, es pensar como los economistas convencionales, como los economistas vulgares, quienes prestan oídos sordos a estas sabias palabras de Marx: “Por eso abandonamos esta esfera ruidosa, situada en la superficie y visible para todos, junto con el poseedor del dinero y el de fuerza de trabajo, a fin de seguir a ambos en los lugares ocultos de la producción, en cuya puerta se halla escrito: No admittance except on business. Veremos aquí no sólo cómo produce el capital, sino cómo se produce él mismo. Y se nos revelará por fin el secreto de la plusvalía”.

Y pensar que escribir un poema, hacer una obra de arte y tener una sesión de psicoanálisis son formas de resistencia al mercado capitalista, es sencillamente que no se sabe lo fuerte que es el sistema capitalista ni se sabe donde se encuentra la mayor fuerza contra el sistema capitalista: en las grande masas trabajadoras. De todos modos para hacer una obra de arte hay que tener tiempo libre, preparación y conocimientos. Y esto último cuesta dinero. Como también cuesta dinero una sesión de psicoanálisis.